Tuve la suerte de ver nacer otra república, de ver nacer una nueva Constitución, de ser parte de un proceso que está sacando a Venezuela de la pobreza, que está reconstruyendo el Estado para garantizar salud y educación pública y gratuita, con tecnología para nuestros niños (Canaimitas), con apoyo para nuestros atletas, con universidades para nuestra juventud, con esperanzas para nuestros sueños
Yo crecí en la Venezuela de los años noventa. Y de esa Venezuela recuerdo la recluta para el servicio militar obligatorio, la matrícula que pagaban las madres para poder inscribir a sus hijos en las escuelas, la marcha de los desnudos azules, porque en ese entonces querían privatizar las pocas universidades públicas que quedaban. Recuerdo que muchos de mis amigos debieron culminar sus estudios en “parasistema”, que pocos consiguieron cupo en una universidad, y tampoco conseguían empleo. Recuerdo que a esos jóvenes, que no estudiaban y que no trabajaban, los ponían presos porque aprobaron una ley “de vagos y maleantes”. De esa Venezuela, también recuerdo que a la juventud que protestaba la reprimían con “peinillazos” o le disparaban metras y clavos desde las escopetas, las cuales debían ser cargadas con perdigones. Abundaban noticias de dirigentes estudiantiles asesinados o desaparecidos. Una canción de Desorden Público, “Valle de balas” me recuerda que era frecuente y “normal” que mataran a un “chamo” para quitarle las botas “Michael Jordan”.
En aquella Venezuela, más de la mitad de la población se encontraba en condiciones de pobreza y muchos en pobreza extrema.
Tiempo neoliberal
Pero hoy, considero que fui un afortunado, porque mi vida también coincidió con la de un pueblo valiente, el mismo pueblo que resistió todas aquellas carencias que están en mis recuerdos y luchó contra esa Venezuela que estaba sufriendo la triste noche neoliberal. Neoliberal, me enteré en la universidad que era el nombre que los académicos le daban al hecho de que los jóvenes no tuviéramos trabajo, ni escuelas, ni posibilidades de hacer nuestros sueños realidad. También me enteré que esas políticas neoliberales las decidían fuera de nuestro país, en unos bancos mundiales y fondos internacionales, desde donde nos indicaban, a países “soberanos”, que no podíamos gastar en educación, alimentación o salud, que no podíamos pagar pensiones dignas a nuestros abuelos, que no era posible sostener empresas públicas y por lo tanto debíamos privatizar la Cantv, Viasa, las empresas del hierro, los puertos y aeropuertos, y hasta nuestra empresa petrolera.
Incluso nos dijeron que debíamos reducir el Estado, que eso no tenía sentido, que la gente debe ser “libre” de sobrevivir (o no). Lo que en el fondo significa que cada quien, como pueda estudie, que como pueda se alimente, que viva si puede. Pero lo que sí, según ese sistema, se consideraba y considera importante es acumular capitales y no preguntes para qué, ni para quién.
Lo que sí sé
Como les decía, yo tuve la suerte de ver un pueblo que se enfrentó a esos señores que nos imponían ese modelo. No estoy seguro de que todos supieran como se llamaba, ni dónde quedaban esos fulanos BM o FMI, tampoco estoy seguro de que ese pueblo supiera que no tener educación y salud pública gratuita, no tener empresas del Estado, no tener para comer, que los abuelitos no pudieran tener una pensión y hasta no tener un Estado eran denominadas “políticas neoliberales”.
Yo no lo sabía, pero sí sabíamos que no era bueno para nosotros. Y salió el pueblo a la calle, salió a decir con fuerza que vivir bajo esas condiciones era injusto e insostenible. También salieron los soldados a decir basta, y entre ellos alguien que dijo “yo asumo la responsabilidad” en un país donde ningún político asumía su responsabilidad y este hombre lo hizo cuando se percató de que no habían alcanzado los objetivos. Gesto de responsabilidad y valentía que nos hizo creer en él.
Tuve la suerte de ver nacer otra república, de ver nacer una nueva Constitución, de ser parte de un proceso que está sacando a Venezuela de la pobreza, que está reconstruyendo el Estado para garantizar salud y educación pública y gratuita, con tecnología para nuestros niños (Canaimitas), con apoyo para nuestros atletas, con universidades para nuestra juventud, con esperanzas para nuestros sueños.
Soñar la patria bonita
Yo sueño con una Venezuela independiente y soberana, con una patria justa e igualitaria, con un país potencia y estoy seguro de que es ese sueño es posible hacerlo realidad, pero sólo será posible en la medida en que esta juventud, que se ha forjado al calor del parto de la patria nueva, asumamos nuestra responsabilidad en la construcción de ese sueño.
Te invito a que juntos, codo a codo como dice el poeta, sigamos soñando con la patria bonita y sigamos haciendo realidad ese sueño.
Lecturas políticas
Héctor Rodríguez Castro
Ministro del Poder Popular para el Deporte
hector@psuv.org.ve / Twitter: @HectoRodriguez