La agenda del sector radical se ha impuesto en el conjunto opositor, y es difícil precisar diferencias al respecto entre los distintos sectores que la conforman
Luego de la elección presidencial del 7 de octubre las condiciones estaban dadas para la estabilización del modelo económico social vigente, en una dinámica en la que los actores políticos fundamentales aceptaban los principales elementos que lo conforman y la oposición dejaba de plantear una ruptura, como en años anteriores.
El viraje de Henrique Capriles Radonski durante la campaña electoral, al aceptar en su programa la intervención estatal para la redistribución de la riqueza, había abierto las compuertas para la recomposición de la política nacional dentro del marco institucional y, al mismo tiempo, sentaba las bases de una futura alternancia dentro del sistema. Se creó así un polo dominante en el conjunto opositor de carácter moderado y dispuesto a jugar a la dinámica democrática Gobierno-oposición, dentro de un mínimo de coordenadas comunes. En fin, la normalización de la vida política.
Sin embargo, la grave enfermedad del presidente ha modificado las condiciones en las que una evolución política del signo señalado venía avanzando. Han resurgido con fuerza los factores que se oponen a políticas moderadas y que plantean nuevamente como objetivo y estrategia una ruptura con el sistema. En la práctica, han asumido el liderazgo de la oposición y marcan la agenda colocando el acento en los temas que puedan impulsar una eclosión, como aquellos que tienen que ver con inestabilidad e ingobernabilidad, lo que se traduce en la prioridad que se le da a tópicos como “falta de información médica” sobre la enfermedad de Chávez, “usurpación del poder” por la decisión del Tribunal Supremo de Justicia y la “intervención cubana”.
La agenda del sector radical se ha impuesto en el conjunto opositor, y es difícil precisar diferencias al respecto entre los distintos sectores que la conforman. Los partidos de la Mesa de la Unidad la replican, aunque están divididos internamente en sensibilidades que bambolean del radicalismo a la moderación, por lo que han guardado un gran silencio frente a la coyuntura actual. No se sabe si comparten la decisión de Capriles y Falcón de asistir al Consejo Federal de Gobierno, ni hay información sobre qué piensan de la huelga de hambre de los estudiantes o del comportamiento asumido por el exembajador panameño en la Organización de Estados Americanos.
Como el que calla otorga, el liderazgo opositor tiene en este momento como vocera a María Corina Machado, cuyo sector parte del criterio de que en Venezuela “no hay democracia” y en consecuencia el único camino idóneo es el de propiciar una insurgencia ciudadana, una suerte de “primavera árabe”. ¿La MUD, sin querer queriendo?
Leopoldo Puchi