Un presidente que desaparece por semanas en medio de una intensa batalla contra el cáncer. Sus partidarios pregonan en las calles su apoyo irrestricto. Y en medio de todo esto el gobierno anuncia que hay un complot para asesinar al sucesor del mandatario.
Esta sucesión de hechos sucedidos en poco más de siete semanas de ausencia, desde que Hugo Chávez viajó a Cuba a tratarse un cáncer, y que reboza de melodrama y surrealismo, es percibido por guionistas e intelectuales como una telenovela que se alarga y pierde verosimilitud, en un país que hay sido rey en la producción de este género televisivo y cuya trama no habría sido imaginada por el guionista más experimentado o atrevido.
«La realidad en Venezuela se ha tornado inverosímil, cuesta creer que estén ocurriendo estos acontecimientos, donde uno sobrepasa al otro y donde nuestra capacidad de asombro está siendo retada permanentemente», dijo a The Associated Press Leonardo Padrón, afamado escritor de telenovelas y columnista de prensa.
Para dramaturgos y guionistas lo que hace de esta saga chavista rara y truculencia es que el principal protagonista de la obra, el presidente Chávez, está ausente desde que fue operado el 11 de diciembre del cáncer que padece desde 2011.
Desde entonces, el caudillo no ha hablado, no ha aparecido en público ni en fotografías, como lo hizo en ocasiones pasadas cuando se trasladó a La Habana a operarse.
«Para ponerlo desde el punto de vista de un dramaturgo, de un contador de historia, es evidente que en este país el protagonista era Chávez y el tema es que esta historia se quedó sin protagonista… la persona que conducía los destinos de este país no existe, es una suerte de abstracción, una entelequia, es alguien que se invoca verbalmente, pero del que no hay pistas reales de su conciencia», dijo Padrón, guionista de las telenovelas «El País de las Mujeres» y «Ciudad Bendita».
«Ha habido un exceso de capítulos culminante, queremos ya lo que llaman semana final y el capítulo final», agregó. «Creo que todo el mundo quiere que el desenlace ocurra, sea cual sea, pero que ocurra».
Ese clima de incredibilidad e incertidumbre se acrecienta con la decisión del Tribunal Supremo que avaló la continuidad del mandato chavista de manera indefinida, con el atribuir a Chávez el nombramiento de su ex vicepresidente como canciller y a mensajes contradictorios sobre su estado de salud.
«Es una constante de que al alargarse demasiado una telenovela, está va perdiendo verosimilitud», dijo Padrón. «Uno de las cosas más graves que están pasando es que los altos personeros del gobierno se están despojando de credibilidad ellos mismos. Cuando Maduro decía (el 15 de enero) en la Asamblea Nacional que por orden de Chávez… el nuevo canciller es Elías Jaua, nadie le cree que es realmente una orden de Chávez porque si Chávez es capaz de dar esa orden, es capaz de hacer una llamada telefónica y calmar al país».
Los giros melodramáticos de este guion suceden tras 14 años de una presidencia llena de sorpresas, conflictos y triunfos y que incluyen una fallido golpe de estado en contra de Chávez en 2002, una breve estancia suya fuera del país como consecuencia, y un discurso ante las Naciones Unidas en el que tildó al entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, de ser «el diablo».
En estos años, Chávez ha monopolizado la atención mediática de los venezolanos con un exuberante culto a su personalidad, que polarizó a la sociedad venezolana entre partidarios a su favor y en contra. Algunos artistas, que creen en el caudillo, han pintado imágenes de su líder en el centro de Caracas mientras que sus opositores especulan cuánto más durará su silencio.
AP