El gobierno nacional al ser un títere de los intereses cubanos deja de utilizar mucho de nuestros recursos en los asuntos venezolanos, para entregárselos a sus patrones antillanos
El régimen delira por otra patria. En morbosa indignidad entregó nuestra soberanía en brazos del oprobio que significa un sistema despótico, que usufructúa nuestros recursos en beneficio de una elite podrida que mantiene un yugo sobre su martirizado pueblo. Como si se tratase de una transmutación, el gobierno venezolano pierde su nacionalidad para adoptar la cubana sin ningún rubor. Han asumido que la república que recibe sus beneficios, tiene también el derecho de gobernarla con verdadero desparpajo. Ahora se han dejado de disimulo, viajan a Cuba para recibir allá las instrucciones que hacen que las dos naciones tengan la exclusiva directriz de los hermanos Castro. Estos han logrado poner de acuerdo a los grupos divergentes en pugna por la herencia de Hugo Chávez, pero reservándose las decisiones finales, así como la vía directa en la obtención de los recursos venezolanos que ahora alimentan la quebrada economía cubana.
Hace algunos días escuchamos unas palabras proferidas por el diputado Darío Vivas hablándonos de la revolución cubana y del amor que sienten por Fidel. Ya sabemos que sus disertaciones no son un pieza acabada de brumosa erudición, más bien existen escupitajos, frases huecas y una sumisión acorde con los dislates de su amo. Se despepitó en mantenerse en el regazo ardiente de quien se arrastra a los pies de su encarecedor. Quiso vendernos a Cuba como paradigma de un mundo mejor en donde Fidel Castro es el albacea del paraíso en la Tierra. Que el mismo goza del amor inconmensurable del pueblo venezolano. Al final los aplausos de la mayoría sometida de ese circo de enanos trapecistas que es la Asamblea Nacional. Y lo peor es que creen que sus actuaciones son la rueda que mueve el mundo de la redención de los pueblos. Que desde el hemiciclo del Palacio Federal Legislativo se orienta la realidad contemporánea de la humanidad.
En La Habana saben que cuentan con los traicioneros. Desde la mayor de las Antillas se multiplican las órdenes para el grupo que figura como regentes del Estado. Por eso viajan periódicamente a Cuba buscando las orientaciones de los monjes tibetanos del comunismo antiquísimo. Para nuestros aprendices de brujo es perentorio acudir al oráculo de sus mentiras, allí toman el conocimiento mientras el aire marino se regodea en sus ideas cortas y sumisión extrema.
Con su actuación como lideres no solo se han colocado de espaldas a la realidad, han vendido la soberanía de un país y el destino de millones de compatriotas. El gobierno nacional al ser un títere de los intereses cubanos deja de utilizar mucho de nuestros recursos en los asuntos venezolanos, para entregárselos a sus patrones antillanos. ¿Quién gana con esta relación tan sombría? ¿Cuál es nuestro beneficio de tener cincuenta mil antillanos entrometiéndose en asuntos vitales de Venezuela, trayendo espías del G2, profesionales mediocres, yerbateros e individuos que arrebatan los puestos de trabajo a los nacionales?
Tienen el espíritu de Judas metido en el alma. Aquél vendió al Señor por treinta monedas. Los de aquí se entregaron mansamente pidiendo que sus dueños les enseñaran a mantener el botín por más tiempo. Los viejos carcamanes le han metido en su escaso cerebro que están librando una batalla histórica que los hará el centro del universo. Para la elite chavista el comunismo es el mapa del tesoro del rey Salomón. Solo que dicha cartografía tiene los manchones de sangre de millones de inocentes asesinados por la crueldad del totalitarismo.
Alexander Cambero