Mónica Fernández: Uribana, crónica de una muerte anunciada

Monica Fernandez

Es el reflejo exacto de nuestra sociedad y de nuestro país. Quiénes obvian Uribana no se dan cuenta cuantos mensajes se están enviando desde allí para hacernos reaccionar. Uribana es un claro ejemplo de nuestra sociedad enferma y de un gran pedazo de país que está en avanzado estado de putrefacción

Cuando se coloca en Google “Cárcel de Uribana” aparecen más de 25 mil resultados, lamentablemente no precisamente por buenas noticias, sino por el contrario por resaltar como una de las cárceles más violentas de Venezuela y de las primeras de Latinoamérica.

Cuando ocupé el cargo de Directora Nacional del Sistema Penitenciario, en 1997, me correspondió supervisar los primeros pasos de la construcción de Uribana. Imposible olvidar los terrenos sobre los que se levantaba un nuevo sueño para el penitenciarismo: construir una cárcel cuya estructura e infraestructura sirviera para respetar los Derechos Humanos de los recluidos a la vez que ser un modelo arquitectónico penitenciario.

Una masacre más

Analizamos cuidadosamente cada detalle, pero siento que siempre olvidamos analizar quiénes habitarán allí y quienes serán las autoridades que regirán los destinos de esos sueños. En 1998 se inauguró el Centro Penitenciario Regional de Occidente, Uribana, en el estado Lara. Escasos 15 años han pasado, muy poco tiempo para lo dramático y abrumador de su estado actual. Pareciera que no causó ningún tipo de conmoción pública la muerte de más de 60 privados de libertad. No pasó de algunas notas de prensa, un par de titulares y declaraciones de los mismos voceros de siempre, con las mismas posiciones de siempre. La masacre de Uribana es una más, los muertos de Uribana son sólo unos cuantos más que se suman a los tantos de las cárceles y a los cientos mensuales en las calles.

Tratos crueles

La muerte se ha convertido en parte de nuestra cultura, estar vivo es un privilegio y conocer de un homicidio produce muy poco asombro. Muchos de manera desalmada se alegran de que haya ocurrido. Unos para construir banderas políticas contra el oficialismo, otros por un odio clasista predeterminado, pero la mayoría por estar agotados de la constante inseguridad que los priva de sus derechos y que ve en la muerte de cada recluso una suerte de justicia divina que calma su sed de justicia humana.

¿Cómo pensar que eso no iba a pasar en Uribana si nunca se acataron las medidas que desde febrero de 2007 había impuesto sobre el Estado venezolano la Corte Interamericana de Derechos Humanos? Desde el año 2006 ya los problemas eran insostenibles. Los enfrentamientos entre reclusos, los tratos inhumanos y crueles por parte de funcionarios de cuerpos de seguridad del Estado sobre los privados de libertad, la mala alimentación, el retardo procesal, el hacinamiento, así como el deterioro de la infraestructura fueron motivos suficientes para exigir se tomaran medidas para respetar los Derechos Humanos. Teniendo en la mano estas medidas era muy fácil seguir el guión y evitar que llegáramos a los extremos actuales, pero por el contrario las cosas fueron empeorando.

Señales de una masacre

El traslado de recluidos de otros establecimientos implicó enfrentamientos por el control del poder, de las armas y de las drogas. El poderío de los pranes, conocidos con nombres y apellidos, fue cada vez mayor. A mayor poder acumulado de gobiernos ilegítimos del “pranato”, menor legitimidad de las autoridades gubernamentales. Todo esto iba describiendo el guión de esta crónica de una muerte anunciada. Hasta para hacer una requisa hay que hablar con el pran, quien obviamente no va a dejar que se revuelvan sus negocios internos y por ende entrar por la fuerza implica de forma clara y sencilla invadir el terreno del enemigo y confrontarse desde la violencia.

Cualquiera podía suponer esto, una autoridad debía conocer y saber que están más armados y mejor organizados que la Fuerza Armada que los custodia porque además son objetivo vulnerable de violación de derechos humanos. Esto significa que tienen y seguirán teniendo todo a su favor, incluyendo la corrupción y la impunidad.

No se trata de convertir este penoso problema  en un acto de cruxifición contra la ministra Varela por parte de quienes son oposición, porque hay que recordarles que las masacres de Catia, de Puente Ayala, de la Penitenciaria General de Venezuela, del Dorado, entre otras, ocurrieron cuando alguna vez fueron gobierno. Esto significa que más allá de la absoluta claridad que existe sobre que la responsabilidad es del Estado Venezolano, representado en este momento por el Gobierno actual, hay que buscar alternativas de fondo que nos permitan mitigar el grave daño irreversible de deterioro insostenible que estamos presenciando y que nos está deshumanizando.

Sociedad enferma

Uribana es el reflejo exacto de nuestra sociedad y de nuestro país. Quiénes obvian Uribana no se dan cuenta cuantos mensajes se están enviando desde allí para hacernos reaccionar. Uribana es un claro ejemplo de nuestra sociedad enferma y de un gran pedazo de país que está en avanzado estado de putrefacción. Perder el tiempo en acusaciones y defensas es infantil, resta tiempo valioso para ocuparse de las soluciones. Preocupa que todas las respuestas vayan vinculadas con clausurar establecimientos carcelarios, trasladando de manera epiléptica a reclusos a otros establecimientos que también tienen problemas y que no cuentan con la capacidad para recibir más personas, amén de los enfrentamientos entre los privados de libertad para definir los nuevos gobiernos internos.

Los venezolanos no merecemos este sistema carcelario, ni menos aún las siempre agotadoras declaraciones de los voceros políticos, de ambos bandos, que se dividen entre culpas y acusaciones, defensas y ataques. Una vez más se oye hablar de desarme, una vez más se anuncia intervención judicial, pero nunca se avanza más allá del anuncio. No olvidemos los casos recientes de Vista Hermosa en Ciudad Bolivar, el Rodeo I y Rodeo II y La Planta en Caracas, a la vez que no dejemos de anotar que Tocuyito, La Pica, Sabaneta y Tocorón son un polvorín que grita auxilio, antes de que ocurran más muertes masivas.  Cuando todas las condiciones están dadas para que ocurra una desgracia no podemos decir que fue algo fortuito, por el contrario la posibilidad de establecer responsabilidades penales y administrativas es más clara aún. La única forma de creer en la palabra de las autoridades es que hayan juzgamientos penales severos, con responsables del tráfico de amas y de drogas en las cárceles, independientemente de quienes sean y que cargos ocupen. Cuando las noticias hablan lo mejor es escucharlas con objetividad e intervenir a tiempo antes que la literatura de Gabriel García Márquez, en su Crónica de una Muerta Anunciada se convierta en la partitura de nuestras próximas desgracias.

TIPS PARA QUE TE DEFIENDAS

1.-Deben incorporarse criminólogos y expertos en el área penitenciaria al trabajo carcelario. Muchos de los profesionales que trabajaban en la gestión anterior fueron separados de sus cargos colocándolos al margen de planes de acción perdiendo propuestas que pudieron dar mejores resultados.

2- Debe abrirse la cárcel a la sociedad civil y a los grupos organizados. Organizaciones No Gubernamentales, grupos religiosos, académicos y voluntarios deben ser llamados a trabajar en conjunto para lograr la pacificación y verdadera humanización del sistema.

3.-Los políticos de oposición deben hacer propuestas concretas, factibles de ejecución, y dejar de lado el proselitismo que se hace en torno a la desgracia de seres que no les han importado a casi nadie, sino como una burda bandera política.

4.-Los voceros oficialistas deben concentrarse en buscar soluciones de mediano y largo plazo que se conviertan en políticas públicas reales. La articulación con otros planes como el desarme es impostergable.

 

Mónica Fernández | Twitter: @monifernandez

 

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