Baltimore Ravens y San Francisco 49ers disputan este domingo un sorprendente Súper Bowl. Los hermanos John y Jim Harbaugh se verán las caras en Nueva Orleans
Los conjuntos Baltimore Ravens y San Francisco 49ers disputarán la Súper Bowl XLVII el próximo 3 de febrero en Nueva Orleans, bautizado la gran final de la NFL como “HarBowl” porque, por primera vez en la historia, dos hermanos se enfrentarán en la banda como entrenadores de los campeones de cada conferencia: John y Jim Harbough. Los Ravens sorprendieron a domicilio a los Patriots (13-28) en un partido que aplazó la jubilación de Ray Lewis mientras que los Niners protagonizaron una espectacular remontada para derrotar en Atlanta a los Falcons (24-28) y conseguir así su billete a la gran fiesta del deporte estadounidense que, cada año, paraliza todo el país.
Baltimore Ravens
Sin duda fue una noche especial para Ray Lewis, 37 años y mito de la NFL, futuro personaje del Salón de la Fama. Desatado con su baile de rutina al saltar al campo y emocionado con el himno, el veterano jugador se dio el gustazo de “jubilar” a los Patriots en Nueva Inglaterra para jugar la última Súper Bowl de su carrera en Nueva Orleans el próximo 3 de febrero ante los Niners. Los Ravens cayeron en la final de conferencia de la pasada temporada, pero ya ganaron a estos Patriots al inicio del presente curso. La lección estaba más que aprendida. El choque comenzó, eso sí, con el guión de los Patriots. Para empezar una trampa de Belichick que hizo perder a los Ravens un tiempo muerto al intentar un engaño en un punto. Durante los primeros compases parecían disponer de un ataque más ágil los Patriots, que se adelantaron rápido con un Field Goal.
Nada de eso. Los Patriots se atascaron, desaparecidas en combate sus estrellas y las artimañas de Belichick, mientras los Ravens crecían poco a poco. Al borde del descanso Tom Brady, uno de los mejores quarterback de la historia, envidiado también por llevar al altar a la modelo Gisele Bündchen, soltó una patada a destiempo propia de deportes más marrulleros. Y eso que por entonces los Patriots iban por delante en el marcador.
El equipo de Baltimore regresó más fuerte del descanso, con un sobresaliente Joe Flacco, eternamente cuestionado, al frente de las operaciones. Los Ravens se pusieron por delante en el tercer cuarto y ya no iban a dar posibilidad alguna a los Patriots, incapaces de encontrar huecos en la defensa rival, bloqueados en su propia casa. El segundo pase a la endzone de Flacco confirmó los peores presagios para el público local: no era la noche de los Patriots. Aquello quedó confirmado minutos después con la jugada que marcaría el choque. Ridley perdía la pelota, caía conmocionado a la hierba y los Ravens recuperaban la posesión. El sueño de la remontada para la afición de Massachusetts pasó a ser misión imposible ante la incapacidad de detener la ofensiva de Flacco, que firmó su tercer touchdown de la noche.
Heridos en su orgullo, sin apenas esperanzas de darle la vuelta al marcador con el tiempo en contra, los Patriots intentaron forzar la máquina hasta el último momento como manda el manual del sargento Belichick. No serviría de nada: la gloria estaba reservada para los Ravens, que finiquitaron el choque con una intercepción a menos de dos minutos del final. La retirada de Ray Lewis tendrá que esperar.
San Francisco 49ers
En Atlanta, el espectáculo estuvo, cómo no, en la banda, con el histriónico Jim Harbaugh, entrenador de los Niners, desatado contra los árbitros, contra los errores de su equipo y, en definitiva, contra el mundo. Repertorio completo. Un año después de una demoledora derrota contra los Giants de Eli Manning. Esta vez los Niners, favoritos en las quinielas, jamás se rindieron. Ni siquiera con el brutal arranque de los Falcons, que se colocaron con un brillante 17-0 nada más empezar. La grada, fascinada por la perfecta sincronía de su equipo ante la agrietada defensa de San Francisco.
La balanza, de repente, cambió a favor de los Niners gracias a la locomotora de Frank Gore. Empezó a funcionar el juego de carrera y lo agradeció todo el equipo, oxidado durante el primer cuarto. Dos anotaciones consecutivas devolvieron la emoción al choque, de nuevo desequilibrado con un touchdown de los Niners al descanso. Apenas pudo respirar el público de Atlanta porque enseguida notó el aliento en el cogote de los Niners con el touchdown de Frank Gore. Apareció la tensión, insalvable a estas alturas del curso. Los números demuestran que fue un partido extraño. Matt Ryan completo 30 de 42 pases para 3 touchdowns pero lanzó una intercepción y perdió un balón en momentos clave. Las defensas se abrían y cerraban por momentos. Como guinda el literal tiro al palo de Akers en el Field Goal.
Para alegría de los Niners el partido todavía no estaba acabado. No sería Akers sino Frank Gore, la figura del encuentro, el que lograra el golpe decisivo con una carrera rumbo a la Super Bowl de Nueva Orleans a ocho minutos del final. Los Niners se habían puesto por primera vez en ventaja (28-24) y todo San Francisco apretó los dientes hasta el final. Esta vez iban a ser ellos, el equipo del indescriptible Harbaugh y la sensación Kaepernick, los que reirían los últimos. Dieciocho años después han logrado el billete a la Super Bowl.