Greivis Vásquez cumplió antenoche uno de los mejores partidos de su carrera. Y resultó vital en el triunfo sobre Phoenix Suns, 93-84, gracias a una actuación suya y del colectivo buenas para borrar la imagen de las últimas presentaciones.
El rapapolvo recibido de parte del director técnico a consecuencia de cuatro derrotas consecutivas -la última en una de las peores salidas al tabloncillo-, hizo efecto en los jugadores de New Orleans Hornets. Como explicó el venezolano al concluir.
«Nuestra preparación para este juego fue extraordinaria. Es uno de los mejores que hemos hecho, en buena parte como respondiendo al hecho de que el coach Monty Williams estaba disgustado con nosotros por los juegos anteriores. Fue duro con cada uno, y me gusta eso, porque se acerca a los jugadores y nos hace crecer como personas. Pienso que en nuestro último juego contra Minnesota no parecíamos nosotros, porque somos mejor que eso. Y lo demostramos esta noche».
La ausencia de New Orleans fue larga, por dos festividades especiales en la ciudad, incluido el Súper Bowl. Y hubo oportunidad para reaparecer en casa con otro rostro. Funcionó el equipo y Vásquez, en particular, consiguió un balance altamente positivo en sus funciones de armador y contribuyente a la puntuación.
Como repartidor de juego estuvo por encima del promedio (9.2), que le tiene tercero de la liga en asistencias, entregando 12 y, algo muy significativo, sin una sola pelota perdida en 34 minutos. Como anotador nunca fue tan productivo, pues acertó 8 de sus 9 intentos de cancha, el único triple que lanzó y 2 de 3 tiros libres, a lo cual puede agregársele que con sus 19 puntos pasó de los 1.500 como NBA. Y defensivamente, más allá de detalles que no dan los números como marcas, ayudas y coberturas, robó cuatro balones.
No es aventurado asegurar que ha sido lo mejor de Greivis en un partido.