Iván Simonovis
El vía crucis de mi familia y mío se inició hace más de diez años, primero, dos años de implacable persecución, al que le siguió mi detención
Escribir esta carta ha sido mucho más difícil de lo que jamás haya escrito. He desechado hojas y hojas tratando de ser coherente, hilar ideas y conseguir las palabras adecuadas pero, a diferencia de cualquier otra misiva, en estos momentos la devastación no es solo física, sino también emocional.
El vía crucis de mi familia y mío se inició hace más de diez años, primero, dos años de implacable persecución, al que le siguió mi detención. Luego, un oprobioso juicio que culminó con una condena de treinta años de prisión, de los cuales ya he cumplido ocho con dos meses pero, dado las condiciones de reclusión, estos representan veinte años de cárcel.
Mi situación no es grave porque yo lo diga, es porque médicos especialistas, luego de tres días de varios y exhaustivos exámenes clínicos detectaron diecinueve patologías que requieren inmediata atención o pueden causar daños irreversibles.
Las más graves de estas patologías son lesiones en la columna que reducen mi movilidad en la parte derecha de mi cuerpo y una avanzada degradación ósea (osteoporosis) que de no atenderlas, podría significar que eventualmente podría quedar lisiado ya que todo esto, según los galenos, corresponde a la ausencia de vitaminas que sólo se obtienen a través de la luz solar. Derechos todos que me han sido negados.
Como ha dicho mi esposa, a Iván Simonovis se le ha venido aplicando una pena de muerte en cámara lenta. Así me siento, pues cada día que pasa es un día menos de mi vida y un día con más dolor, un día más enfermo.
Es a esto que se refería mi hija Ivana, una niña que tiene quince años y que ha pasado más de la mitad de su vida viendo a su papá tras una reja, pues era aún una bebé que no comprendía que donde me encerraron era una prisión de máxima seguridad, una niña que ha visto que con la misma velocidad que Benjamín Button rejuvenecía, su papá envejece. Yo no estoy envejeciendo, a mi me están matando.
Ivana escribió una carta con el corazón. Es una adolescente que en su carta solicitaba lo que cualquier hija pediría para su padre, Justicia, pero su «atrevimiento» no quedó allí, se armó de valor y fue recibida por algún asistente del vicepresidente y en palabras sencillas y cordiales explicó el motivo de su presencia allí y entregó la misiva.
Mis abogados no solo han solicitado una Medida Humanitaria, también solicitaron una Medida Alternativa de Trabajo, pues ésta medida de libertad condicional me corresponde legalmente desde el mes de Abril del año 2012. Es decir, por ley, desde hace un año Yo debería estar en libertad condicional.
Quiero pedirles a los ciudadanos, a los medios de comunicación, a las ONG, diputados, políticos en general que, como ha sido ha sido hasta ahora continúen, me apoyen, pero, sobre todo, apoyen a mi hija.
Quiero que sepan que todo lo que ustedes han dicho y hecho por mí, es lo que junto al profundo amor de mi familia, me ha mantenido vivo. Ustedes todos, allá afuera, con sus diarias palabras de aliento y solidaridad me han ayudado a sobrevivir. Espero que en los próximos días se cumpla con la Constitución y las Leyes y se me conceda las medidas que me corresponden.