Dijo el Pontífice de 85 años que un cargo exige «vigor, tanto del cuerpo como del espíritu», y reconoció que su fuerza de deteriora. Habló sobre «el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones», lo que implica una dificultad para seguirles el ritmo
En un libro de entrevistas de 2010, el Papa ya había hablado de la posibilidad de renunciar en caso de que no estuviera en condiciones de continuar.
El mundo entero ha manifestado sorpresa de que un Papa trotamundos de 85 años que apenas empezaba a usar Twitter desee renunciar. Tal vez lo que debería de sorprender es que más líderes de su edad no lo hagan, si se toman en cuenta los estragos que el paso de los años causa en cuerpos y mentes dentro de una cultura de constante comunicación y cambio.
Podría haber más detrás de los motivos que llevaron al papa Benedicto XVI a renunciar a un cargo normalmente vitalicio. Pero el pontífice esgrimió razones de edad.
Dijo que un cargo exige «vigor, tanto del cuerpo como del espíritu», y reconoció que su fuerza de deteriora. Habló sobre «el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones», lo que implica una dificultad para seguirles el ritmo.
«Por lo general, un hombre de poco más de 80 años que está completamente sano ha demostrado cada vez mayor capacidad de supervivencia» y puede vivir mucho más, dijo el médico Thomas Perls, experto en envejecimiento de la Universidad de Boston y director del Estudio Centenario de Nueva Inglaterra. Los comentarios del Papa sobre la fuerza del espíritu «hacen que uno crea que él está preocupado sobre su mente», dijo Perls.
Pero envejecer es por sí sola una razón. Ha sacado a muchos de cargos que solían ser vitalicios —jueces de Corte Suprema, monarcas y otros jefes de Estado. Mientras la vida se alarga, los problemas de la edad avanzada pasan factura a más personas que ejercen el poder. Algunos están optando por renunciar en vez de sufrir prolongados debilitamientos y discapacidades como las padecidas por el predecesor del Papa.
Desde 1955, sólo un juez de la Corte Suprema de Estados Unidos —el presidente del tribunal, William Rehnquist— murió estando en el cargo. Otros 21 han optado por retirarse.
Uno de cinco senadores estadounidenses tiene 70 años o más, y algunos se han retirado en lugar de buscar reelecciones, como Daniel Akaka en Hawai, que cedió el cargo en enero a los 88 años.
La reina Beatriz, de los Países Bajos, que acaba de cumplir 75 años, dijo recientemente que cederá la corona a un hijo y dejará el país «en manos de una nueva generación».
Respeto a la decisión
El Pontífice de origen alemán, de 85 años, se ve «incapaz» de gobernar una barca, la de San Pedro, de 1.200 millones de almas, en un mundo «sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe».
Grandes líderes políticos y económicos mundiales como el presidente de los EE. UU., Barack Obama, la canciller alemana, Angela Merkel o el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, se apresuraron a mostrar su respeto por la decisión. Mientras el recientemente dimitido primer ministro italiano, Mario Monti, reveló sentirse «muy turbado» por el anuncio de Benedicto XVI, Obama quiso destacar el «papel crítico» que la Iglesia juega en su país y deseó lo mejor para «aquellos que pronto se reunirán para elegir a su sucesor». Merkel apeló al patriotismo al subrayar «el orgullo» de haber contado con un Papa alemán «por primera vez en cientos de años».
«Nos por padecer
alguna enfermedad»
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, reveló que, aunque el anuncio del Papa les ha cogido por sorpresa y que ni los más cercanos al Pontífice conocían la decisión, se trata de una «decisión personal» meditada durante meses y que no tiene que ver con el padecimiento de ninguna enfermedad. El padre Lombardi, que explicó que el Papa se va a retirar a una vida de oración en un convento de monjas de clausura, también anunció que éste no teme que se produzca ningún cisma potencial en la Iglesia como consecuencia de su renuncia.
Hace 600 años
La renuncia de Benedicto XVI se trata de un acto que cuenta con escasos precedentes en la historia de esta milenaria institución y habría que remontarse a comienzos del siglo XV para encontrar un caso similar: la dimisión de Gregorio XII, forzado por la situación de una Iglesia dividida durante el denominado el cisma de Occidente.
En numerosas ocasiones se ha señalado públicamente desde el Vaticano que el oficio de Papa no tiene nada que ver con el de director de una empresa o el de soberano de un Estado, y que no podía dimitir porque su misión espiritual era totalmente ajena a las cuestiones de la efectividad empresarial o política. Lo que ha quedado claro ahora es que Benedicto XVI no comparte ese criterio.
El «VatiLeaks»
Fue el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy el que, en un escueto comunicado, más se involucró con la decisión del Papa: «Su pontificado ha sido breve pero muy difícil». No quiso aclarar, sin embargo, si las grandes cuestiones a las que se refirió el Santo Padre -y que poca relación guardarían con el ministerio de la fe- tienen que ver con el caso Vatileaks, que se saldó, el pasado noviembre, con la condena a 18 años de prisión de su mayordomo personal, Paolo Gabriele, acusado de robar su correspondencia secreta, que destapaba las luchas de poder en la cúpula de la curia vaticana.
Lo que sí es incuestionable es que esa no es la única dificultad a la que se ha tenido que enfrentar el Papa desde que tomó las riendas de la Iglesia en abril de 2005. Ocho años de papado, en los que Benedicto XVI se ha visto salpicado por los repetidos casos de pederastia infantil cometidos por el clero o un grave enfrentamiento con el mundo musulmán, por sus declaraciones públicas sobre el profeta Mahoma.
Un amigo de Israel
En 2005, cuando Joseph Ratzinger fue elegido Papa, muchos en Israel se preguntaron si el cardenal de origen alemán con un pasado nazi sería un sucesor digno del popular Juan Pablo II, cuyo camino pluralista ayudó a aliviar siglos de malas relaciones entre judíos y cristianos.
El lunes, ocho años después y tras su sorpresiva renuncia, líderes israelíes alabaron al papa Benedicto XVI como un amigo que ayudó a promover el diálogo y la coexistencia.
«Agradezco enormemente su inmensa actividad en (mejorar) las relaciones entre las religiones, algo que contribuyó significativamente a la reducción del antisemitismo en el mundo», dijo Yona Metzger, uno de los dos principales rabinos de Israel. «Ruego porque se preserve su legado y que las tendencias que ha fijado se mantengan, porque las relaciones entre la Iglesia y el rabinato durante su período fueron las mejores de la historia».
El presidente israelí, Shimon Peres, ganador del Premio Nobel de la Paz, dijo que se sentía «entristecido» de conocer la renuncia del Papa y lo alabó por fortalecer los vínculos entre el Vaticano y el Estado judío.
Texto íntegro
del anuncio
de renuncia
del Papa
ROMA. A continuación, el texto del discurso que Benedicto XVI pronunció en latín a los miembros del consistorio vaticano en el que anunció sus planes de renuncia el lunes. Fue distribuido por el Vaticano en un comunicado:
«Queridos hermanos,
Os he convocado a este consistorio no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Agencias