Noel Alvarez
Cuando ya hemos roto records de homicidios y más del 90% quedan sin castigo, lo que falta es que estos asesinatos se cometan por motivos cada vez más superficiales y diminutos. Si hoy mataron por tres cigarrillos, mañana matarán por uno y pasado mañana simplemente porque no hay ninguna razón para no matar
Dice el diccionario sobre la palabra “futilidad”: Cosa poco importante o de poco valor. Lo que los especialistas del derecho llaman “homicidio por motivos fútiles” crece como la espuma en una Venezuela que hoy luce abandonada a la buena de Dios.
El gobierno autodenominado revolucionario aumenta los gastos en seguridad; sin embargo y para pesar de todos –chavistas y no chavistas- ellos entienden la seguridad como un asunto de protegerse a sí mismos, no a la gente.
Helicópteros, aviones, tanquetas, todo va dirigido a blindar el poder; pero no apunta al ciudadano de a pie que siente el temor latir en cada paso que da. Quienes vivimos hoy este gobierno sin gobernantes andamos como decía la canción “Por estas calles”, de Yordano: “Por eso cuídate de las esquinas, no te distraigas cuando caminas”.
Una administración que no se ocupa de proteger a sus mandantes –todos nosotros- que no previene el delito y mucho menos lo castiga, crea un caldo de cultivo para tristemente comentada y jamás solucionada impunidad.
Desde el liderazgo no se sienta el ejemplo, se da a entender que los asuntos que preocupan son otros. No se disuade, no se castiga, no se habla de valores y principios, ni se los promueve. El respeto a la vida no está en la agenda revolucionaria, que juega con la palabra “muerte” como comodín para sus discursos. Tampoco está entre los valores sagrados a preservar el derecho a la propiedad, como se ha visto hasta el hartazgo en hechos que desdibujan este principio que debería ser inquebrantable en cualquier sociedad.
Por ello, aunque nos asombre leer que un hombre mató a su amigo por tres cigarrillos, no podemos decir otra cosa sino que era de esperarse. Futilidad. Cuando ya hemos roto records de homicidios y más del 90% quedan sin castigo, lo que falta es que estos asesinatos se cometan por motivos cada vez más superficiales y diminutos. Si hoy mataron por tres cigarrillos, mañana matarán por uno y pasado mañana simplemente porque no hay ninguna razón para no matar.
El cisma social venezolano es doloroso, profundo y grave. Los responsables de que haya sucedido, que son a la vez los únicos que pueden trabajar para detenerlo, siguen pendientes de la gorra de Capriles. Habría que actuar ya y trabajar muy duro; pero nada sucede.
Se pregunta uno por qué estamos así. ¿Es ineptitud de los funcionarios públicos, o como se dice por ahí, se trata de un plan preconcebido para desmantelar la sociedad y dar nacimiento al manoseado hombre nuevo?
Ninguna de las dos explicaciones es excusable. Se está banalizando la vida de los venezolanos y la historia como juez implacable condenará a quienes le hacen el juego a la muerte, -sea por acción o por omisión- con el agravante de la futilidad como móvil cotidiano en los hechos de sangre.