Podría ser millonario, pero hasta hace poco ni tenía para el alquiler. El inventor brasileño del identificador de llamadas usado por la telefonía celular en el mundo muestra cómo una gran idea se torna en pesadilla por la violación de patentes.
A sus 72 años, Nelio José Nicolai se presenta como inventor, y cree que su suerte sería otra si no fuera brasileño.
«Ser Bill Gates o Steve Jobs en Estados Unidos es fácil, pero quisiera ver a alguno de ellos ser inventor en Brasil», afirma a la AFP Nicolai, un exfutbolista convertido en técnico en comunicaciones por azar.
Nicolai encarnó por años la paradoja de genios que cambian la vida de millones de personas, pero a duras penas sobreviven.
Desempleado desde 1984, rozó la quiebra mientras bregaba ante la justicia contra las compañías telefónicas por el pago de regalías.
Con 41 inventos patentados en el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INPI), Nicolai es reconocido como el creador de BINA (B Identifica el Número de A) o identificador de llamadas.
«¡Esto cambió la telefonía celular!», afirma orgulloso.
En Estados Unidos y Canadá, recuerda, fue tratado como genio. En 1996 recibió una medalla de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual. Pero en Brasil su historia es otra.
En 1997 Nicolai recibió del INPI la patente de BINA después de cinco años de espera.
Documento en mano, reclamó a las telefónicas el pago de regalías. «Una de las empresas me dijo: ‘Vaya a la justicia, quizá sus bisnietos reciban algo’. Entonces, decidí defender los derechos de mis bisnietos», afirmó.
En su batalla judicial de casi 15 años asegura que las telefónicas modificaron su invento. BINA pasó a conocerse como identificador de llamadas, e incluso fue impugnada la licencia de uso.
Nicolai lleva en su maleta la patente, fotos de homenajes y copias de los procesos.
«El perjuicio (económico) que le causó la justicia a Brasil por dejar cambiar la marca es una vergüenza. Es un delito de lesa patria, porque no sólo afecta el patrimonio de una persona sino de un país», denuncia.
Si recibiera lo que reclama, Nicolai sería millonario. En Brasil hay más de 250 millones de líneas de telefonía móvil activadas, y cada compañía cobra en promedio 5 dólares mensuales por el identificador de llamadas, según su abogado, Luis Felipe Belmonte.
Sólo por ese servicio las compañías reciben unos 1.250 millones de dólares. «Se imagina cuánto podría pagar en impuestos», dice Nicolai.
Mientras tramitaba el pleito contra Claro (del magnate mexicano Carlos Slim) o Vivo (Telefónica de España), la situación financiera de Nicolai empeoró, y el año pasado estaba a punto de ser desalojado de la casa que alquilaba.
Entonces, aceptó un acuerdo con Claro para zanjar la disputa. Recibió apenas 0,25% de lo que reclamaba ante la justicia por los derechos de su patente.
El acuerdo es confidencial, pero lo que recibió le alcanzó para comprar una lujosa casa en Brasilia y un Mercedes nuevo. Ahora espera que los jueces le den la razón en sus otros reclamos.
Pero Vivo rechaza que utilice la tecnología patentada por Nicolai, y aguarda un fallo final sobre la validez de la patente, señaló la empresa a la AFP.
En Brasil la patente de un invento puede costar 1.500 dólares, y su expedición tardar en promedio 5,8 años, mientras en Corea del Sur el proceso tarda tres años, en Estados Unidos cuatro y en Europa cinco.
El año pasado, el INPI recibió unos 35.000 pedidos de patente. Desde 2010 las solicitudes vienen aumentando en promedio 10%, dijo a la AFP Jorge Ávila, presidente del INPI.
«El principal problema es la demora», que perjudica la comercialización de la idea, por eso el gobierno busca agilizar el trámite contratando más examinadores, añadió.
«Una patente da seguridad jurídica… Hoy, la forma de hacer negocios en el mundo es con patentes, por eso las solicitudes crecen», dijo.
La gigante estadounidense Apple fue impedida la semana pasada de registrar en Brasil la marca iPhone, pues ya había sido adjudicada por el INPI a una empresa brasileña, Gradiente.
Podría ser millonario, pero hasta hace poco ni tenía para el alquiler. El inventor brasileño del identificador de llamadas usado por la telefonía celular en el mundo muestra cómo una gran idea se torna en pesadilla por la violación de patentes.
Podría ser millonario, pero hasta hace poco ni tenía para el alquiler. El inventor brasileño del identificador de llamadas usado por la telefonía celular en el mundo muestra cómo una gran idea se torna en pesadilla por la violación de patentes.
Héctor Velasco / AFP