Aunque la infidelidad ha existido desde siempre; en la actualidad, los infieles cuentan con el celular que es un gran aliado brindado por los adelantos tecnológicos. Ellos y ellas se valen de las ventajas que, cada cierto tiempo, aumentan de los móviles para ser infieles, a veces, sin que la pareja sospeche de su traición.
Asimismo, algunos cuentan con varios celulares porque se hace muy evidente estar escondiendo del cónyuge el teléfono cuando llega un mensaje comprometedor o entra una llamada sospechosa. No obstante, sobre todo, las mujeres han mejorado su sexto sentido para saber cuando la pareja anda en malos pasos para, luego, agarrarlo con las manos en la masa.
1 Más de un celular para ser infiel
Mariela llevaba casada con Roberto diez años. Al contrario de muchas mujeres que cuando tienen más de siete años conviviendo bajo un mismo techo con el cónyuge terminan por aburrirse; cada vez más, ella lo quería. Él la había ayudado en muchos aspectos que aparte del económico, incluían el moral y el emocional. Por eso, se había ganado tanto su afecto como su admiración, que hacen que el amor crezca cual planta que con el sol y el agua, día a día, va ganando tanto tamaño como belleza.
Asimismo, Roberto sentía por su esposa mucho afecto, pero, al tiempo, después de algunos de años de feliz unión, le dio por sentirse más hombre, o mejor comenzó a sufrir de una enfermiza incapacidad de resistirse a la tentación en nombre del amor, debido a esto, con frecuencia, los dos discutían hasta el punto de que, cada cierto tiempo, pensaban en una separación definitiva, la cual nunca terminaba de concretarse, porque los traspiés se perdonaban mientras que la fe se renovaba esperando mejores tiempos para manifestarse.
Entonces, a pesar de sus cualidades, en los últimos años, al tal Roberto le había dado por comportarse como el típico macho vernáculo que quiere tener una mujer en casa y varias por ahí. De ahí que, para llevar a cabo sus andanzas, él contaba con una herramienta muy útil, como era el celular, que se la había brindado la tecnología. Por eso, para ejecutar con maestría sus infidelidades sin que Mariela lo sospechara, tenía varios móviles como también más de tres líneas.
Mientras Roberto acudía a la telefonía celular para traicionar a su mujer, ésta había desarrollado más su sexto sentido para detectar la aparición de cada nuevo móvil como también identificar la última estrategia de su marido para comunicarse con la mujercita de turno, que se le había atravesado en su camino haciendo caso omiso a que él era un hombre casado y que tenía su hogar bien constituido, por lo que aquella intrusa tan sólo sería plato de segunda mesa.
2 Toda una fémina en casa
En esos diez años de unión, Mariela se conservaba bonita, pero había ganado como diez kilos que debía quitarse lo antes posible para ella poder demostrar a sus competidoras que el Roberto tenía toda una fémina en casa.
A pesar de lo anterior, Roberto no era un actor de Hollywood. Estaba pasado de peso, era de baja estatura y su cabello negro, al igual que sus ojos, del mismo color, eran comunes. No obstante, había un no sé qué cosa no identificable a simple vista que atraía a algunas mujeres hacia este pichón de Don Juan, que cuando caminaba parte de su abdomen se movía acompasadamente al singular ritmo de sus pies.
Mariela tenía su piel blanquita, bien cuidada, sus ojos redonditos color marrón, su nariz perfilada y su boca pequeña bien bonita. Sin embargo, con el paso del tiempo, a causa de comer a deshoras y de las improvisadas comidas chatarras, se le había acumulado una detestable grasa en su cintura que la hacía perder esa especial y única belleza que de su rostro emanaba.
A pesar de lo anterior, ¿quién tenía derecho de decirle al otro que estaba descuidado cuando los dos habían aumentado un par de tallas en los años que llevaban juntos compartiendo la misma cama con idénticos sueños?
3 Un móvil alertando infidelidad
Roberto había dejado su chaqueta favorita detrás de una puerta. Dentro de ésta, estaba su última adquisición, un celular que, de repente, empezó a sonar alertando la llegada de un mensaje. Mariela estaba limpiando y escuchó el ruido. No sabía de dónde provenía. Comenzó a buscar por toda la habitación hasta que por fin dio con el aparatito. Se acercó. Lo sacó y descubrió en el objeto la breve carta de una mujer que le decía que le decía a Roberto cuánto lo extrañaba.
Primero, Mariela sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo. Segundo, ella abrigó un dolor tan inmenso que estuvo llorando durante unos minutos. Tercero, un deseo incontrolable se apoderó de ella, que consistía en agarrar a Roberto del cuello y tratar de ahorcarlo por unos segundos. Finalmente, respiró hondo. Esperó a que él llegara. Le reclamó y le pegó el celular en la cabeza esperando su caída para aplastarlo de un zapatazo.
A pesar de la experiencia anterior, Roberto no cambió mucho. Siguió siéndole infiel a su compañera sentimental. Y para ello, de nuevo, se valió de los móviles. No obstante, vinieron otras situaciones similares, con otras semejantes reacciones que terminaban con la promesa de que eso no se volvería a repetir y con la débil explicación de que se trataba de sólo unas amigas muy cariñosas y bromistas que él alertaría que se comportaran mejor cambiando su manera de expresar afecto hacía él para respetar su condición de hombre casado.
¿Vives pendiente del celular de tu marido?
Ninguna mujer se merece estar pendiente buena parte de su tiempo de que su cónyuge le sea o no infiel. Y para ello, cada vez que tenga la oportunidad, revisar el celular de su pareja en busca de señales que delaten sus infidelidades. Eso es penoso y ofensivo
Si después de una promesa sincera de fidelidad, el compañero vuelve a recurrir a los móviles para hacer de las suyas, es bueno analizar fríamente si esa relación ofrece tantas recompensas como para tolerar esa situación que transforma el amor en rencor y decepción.
Isabel Rivero de Armas