Debemos desprendernos de mentiras amables a propósito de la candidatura presidencial de la oposición, la cual debe fundamentarse en una sincera y eficaz unidad alimentada en la renuncia a las aspiraciones personales y la objetividad en la selección del candidato
Henry Ramos Allup
En el curso de esta semana Roberto Enríquez, presidente de Copei, anunció ante los medios de la propuesta de elegir al candidato que representará a la oposición en las eventuales elecciones presidenciales, las mismas que no sabemos cuándo se producirán en el supuesto de que las halla. El anuncio fue acompañado de un conjunto de propuestas que el candidato deberá suscribir antes de recibir el respaldo de los integrantes de la MUD, pues, en una sensata decisión, se descartó el fetiche de las primarias como método de selección. Ahora será el consenso.
Vayamos al campo de las precisiones incómodas: en primer lugar, por fin se acepta que lo importante no es el método de selección de un candidato sino el candidato mismo. Las apoteósicas primarias generaron un ingenuo triunfalismo que cifraba por anticipado una victoria el 7-O, mientras la candidatura se recargaba de ínfulas, desprecios, maltratos e iba dejando un reguero de vidrios rotos, todo lo cual causó estragos en la unidad y, por supuesto, se estrelló contra la maquinaria ventajista del Gobierno. Ahora se sabe que todos hacíamos falta y que sin maquinaria no se llega ni a la esquina.
En segundo lugar, está claro que consenso no significa unanimidad, por lo cual es perfectamente posible que el próximo candidato opositor lo sea sólo con la anuencia de una parte de la MUD, esto en caso de que no se acepten propuestas sensatas como las hechas por Enríquez, casi todas las cuales suscribimos, porque van dirigidas a lograr verdadera unidad, enmendando los descomunales errores de la pasada campaña presidencial. Estos errores fueron determinados, con discreta sinceridad, porque una comisión ad-hoc nombrada por la MUD, la cual produjo un incómodo documento, que pese a los extremos cuidados para ocultarlo, terminó filtrándose a la opinión pública, para solaz de nuestros críticos y rabia de nuestros copartidarios, quienes ahora conocen parte de la verdad. Aunque, creo, esa filtración terminó haciendo más bien que mal, porque desbarató la convicción hipócrita de que lo peor no es el pecado sino que se le conozca. Buena vacuna para quienes crean que van a hacer y deshacer y después hasta las víctimas guardarán el secreto.
En tercer lugar, entre las propuestas que suscribimos está la de la tarjeta única de la MUD para las presidenciales (los partidos podrán presentar sus propias tarjetas para las elecciones de alcalde y concejales, como ya lo hicieron en las de gobernadores). Se establece también la no reelección presidencial absoluta. Todo esto deberá suscribirlo el candidato que aspire nuestro respaldo. En nuestro caso, no se trata de poner piedras a quienes abrigan ambiciones continuistas como las que tanto criticamos en Chávez y pretende copiar uno que otro de este lado, sino la reiteración de una propuesta que hicimos el año 2003 cuando se avizoraba la reforma general de la Constitución, basándonos en la experiencia histórica negativa del continuismo en Venezuela. En lo que a tarjeta única se refiere, quienes la torpedearon en el pasado en aras de obtener alguna ganancia marginal de la derrota que anticipadamente conocían y que sistemáticamente ocultaron, ahora parecen comprender que lo importante no son los centavos sino las cada vez más distantes morocotas.
En cuarto lugar, está clarísimo que no hay nombre uno ni único sino muchos aspirantes a considerar, por manera que nadie debe creerse ungido ni imprescindible. Y que nadie venga a proponernos que nos rindamos incondicionalmente o que está prestando su nombre a un sacrificio que bien podría ahorrarse, porque, aún a sabiendas de las difíciles perspectivas, todos tienen ganas enormes de ser el candidato, lo cual no es reprensible.
En quinto lugar, necesario es entender que el chavismo sin Chávez existe, como se demostró en las recientes elecciones de gobernadores en las cuales se creía que con Chávez en Cuba, desactivado y en camilla, 20 candidatos del chavismo escogidos a dedo, once de ellos militares, no podrían imponerse jamás sobre candidatos opositores escogidos en primarias. Estos veinte gobernadores chavistas recién electos, serán feroces jefes de campaña del próximo presidenciable chavista.
En sexto lugar, no sigamos cifrando esperanzas en la fantasía de las divisiones internas del chavismo por las que vamos a colarnos y ganar, porque ellos ya se pusieron de acuerdo para conservar cada cual su pedazo del enorme patrimonio acumulado. Para ellos, cualquiera de ellos es mejor que cualquiera de nosotros. Y no consolarse despreciando. Eso del “autobusero Maduro” y el “tenientucho Cabello” nos hace un daño terrible, porque el pueblo de abajo, donde está la mayoría del voto, está muy politizado y sabe que los negros se emanciparon hace tiempo y los plebeyos derrotan a los príncipes cada vez que les da la gana.