Con las gradas vacías, los focos tenues y una sorda sensación de vacío en el Camp Nou tras el correctivo del Real Madrid al Barcelona la noche del martes, la fantasmagórica silueta de un gato negro recorrió las catacumbas del estadio azulgrana. Sin rumbo aparente, el felino se paró y cruzó su mirada con los últimos empleados en abandonar las instalaciones.
¿Mal fario, coincidencia, o simple broche tenebroso a una noche oscura para el Barsa?
Recién vapuleado en su casa por el eterno rival, que le endosó un 3-1 definitivo en el partido de vuelta por las semifinales de la Copa del Rey, el vigente campeón se despidió de mala manera del torneo dejando, con su segunda derrota de altura en apenas siete días, una herida abierta de la que aún emana sangre.
Los azulgranas mandan cómodamente en la liga con 12 puntos de ventaja sobre el Atlético de Madrid y 16 respecto al Madrid cuando restan 13 fechas para la conclusión; pero, una vez eliminados de la copa, deben afrontar un difícil reto en la vuelta de los octavos de final de Liga de Campeones ante el Milan, el próximo 12 de marzo nuevamente en el Camp Nou, tras caer 2-0 en la ida.
Lo que se aventuró accidente se tornó enfermedad contra el Madrid, al que los azulgranas vuelven a enfrentarse el sábado en la capital española por la 26ta fecha del campeonato doméstico. El diagnóstico en ambos choques dejó al Barsa tocado en varios frentes, con la urgencia de reencontrar su mejor versión antes del sexto «clásico» de la temporada para afrontar con mayores garantías el intento de remontada europea.
Las estadísticas negativas desbordan al Barsa por primera vez en mucho tiempo; notablemente las que indican sus problemas defensivos, con 12 partidos seguidos encajando gol y obligado a remontar un marcador adverso en los últimos cinco.
«No podemos cambiar nuestra filosofía ni tenemos que adaptar nuestro juego al rival», analizó tras el último revés Dani Alves, quien denunció que «el equipo no compitió bien».
Más allá de las derrotas, preocupa la mala imagen librada en Milán y ante el Madrid, donde Lionel Messi, quien suma 15 fechas seguidas con gol en liga, se quedó sin marcar. El estado de forma del astro argentino entró a valoración tras ambas citas magnas, pues deambuló sobre la cancha y apenas registró remates al arco.
Quizás su reciente paternidad le esté privando de sueño, pero es una evidencia que «La Pulga» no está tirando del carro como antes, reavivando el debate del origen de los problemas del Barsa: ¿Qué viene antes, el huevo o la gallina?
Si Messi es considerado el mejor jugador del mundo, el club lo acompaña, y lo cierto es que sus recientes males van más allá del rendimiento particular del «10». Una de sus principales fuentes de alimentación, el organizador Xavi Hernández, regresó precipitado de una lesión, y desde varios frentes se alude a «falta de chispa y bajón físico» del equipo.
«En dos partidos puntuales con rivales de mucho nivel, el equipo no ha estado bien en conjunto. Cuando funciona es que el engranaje general va bien. Cuando fallan algunos aspectos, sufrimos», analizó el miércoles uno de los capitanes, Andrés Iniesta. «Tenemos que recuperar la sensación de equipo compacto e infalible. Estoy convencido de que debemos recuperar esta tónica».
Una vez relevado Pep Guardiola por su segundo, Tito Vilanova, al final de la pasada campaña, el nuevo timonel mantuvo tensa la cuerda competitiva de un plantel que empezaba a destilar ciertos síntomas de distensión. Apostando de inicio por jugar con tres centrocampistas y tres delanteros, Vilanova dio un aviso a navegantes: el puesto se paga caro.
Y el mensaje cuajó, con el Barsa arrancando como un tiro, con el único lunar del empate en casa con el Madrid, 2-2, por la séptima fecha.
Pero la cosa empezó a torcerse el pasado 19 de diciembre con el anuncio de que Vilanova había recaído de su cáncer de garganta y debía someterse a tratamiento inmediato. El técnico alternó al principio el trabajo de campo con las visitas al médico, pero el 21 de enero se instaló en un centro de Nueva York, desde donde supuestamente dirige al equipo en comunicación directa con su segundo, Jordi Roura, y sin fecha de regreso fijada.
En vistas del prolongado retraso respecto a su vuelta y alimentado por el crédito que le otorgan los éxitos, el vestuario azulgrana se decantó progresivamente por la autogestión, como parecen revelar algunas alineaciones recientes o, incluso, estrategias de comunicación, como cuando Roura mencionó la incidencia negativa del árbitro previo al último «clásico».
La suplencia del internacional David Villa en beneficio de Cesc Fábregas, desacertado ante Madrid y Milan, está bajo sospecha, e incluso la grada se atrevió a reclamar su ingreso el martes, algo impensable bajo la tutela de Guardiola o Vilanova.
«Es verdad que echamos de menos a Tito. Es nuestro líder. Imagínense una fábrica sin su jefe de producción», reconoció el presidente Sandro Rosell antes de viajar el miércoles a Nueva York para reunirse con el técnico. «No vamos a sustituirlo ni pedirle que vuelva. Lo primero es su salud», aclaró.
Iniesta coincidió en señalar que «tenerlo tan lejos durante tanto tiempo es una dificultad más. Mentiría si dijera que no nos perjudica. Espero que, cuando vuelva, el equipo esté peleando liga y Champions». Y frente a las dudas, exhibió un acto de fe: «Pongo la mano en el fuego de que pasaremos ante el Milan», declaró.
Sin Messi en el entrenamiento este miércoles, aludiendo «fiebre y malestar general», el Barsa despertó el día después de la derrota buscando reconocerse ante el espejo. Como quien cruza mirada desconcertante con gato negro.