Los fieles que este miércoles abarrotaron la plaza San Pedro para asistir a la última aparición pública de Benedicto XVI se mostraron emocionados y expresaron comprensión por su sorpresiva renuncia al papado, que dejará a partir del jueves a la Iglesia católica sin jefe.
La multitud aplaudió al Pontífice, que se mostró cansado pero sonriente a bordo del papamóvil que lo condujo a su última audiencia general, celebrada en una tarima frente a la basílica de San Pedro en el Vaticano.
«Ha abierto su corazón. Cada una de sus frases ha sido un testamento espiritual», dijo Teodoro, un joven sacerdote de Guinea Ecuatorial tras la audiencia de cerca de una hora, en la que Benedicto XVI hizo un balance de sus ocho agitados años al frente de la milenaria institución.
Desde las nueve y media de la mañana, una hora antes del inicio de la audiencia, miles de personas empezaron a subir por la Via de la Conciliazione, la gran avenida que conduce al Vaticano, tomada por la policía y los servicios de socorro y con grandes columnas de altavoces para retransmitir el último mensaje papal.
«La gente está muy triste, llorando, dando las gracias al Papa», explicaba un cura italiano a uno de los numerosos periodistas reunidos en la inmensa plaza. Poco a poco se fueron formando largas colas para pasar los controles policiales y cruzar la discreta línea blanca pintada en el suelo que marca la frontera entre Italia y el Vaticano, el estado más pequeño del mundo.
Cuando faltaban veinte minutos para las once, empezaron a sonar los acordes de un órgano y el papamóvil hizo su entrada en la plaza bajo los aplausos y con un sol radiante, por primera tras varios días de frío y cielo nublado. «Después de la tormenta de los últimos días salió el sol. Ahora llega el Papa y vendrá otro tan bueno como él, tan inteligente como él, o eso espero», dijo una italiana de edad avanzada, que no escondía su emoción.
«La voluntad de Dios»
Vestido con su sotana blanca, un color que podrá seguir llevando una vez se haga efectiva su renuncia, el jueves a las ocho en punto (19H00 GMT), el Papa entró al fin en San Pedro a bordo de su papamóvil.
En sus 20 minutos de recorrido, durante el que se detuvo varias veces, Benedicto XVI agarraba con fuerza la barra de su vehículo para mantener el equilibrio, mientras le acercaban varios bebés a los que besó con delicadeza. «Siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino Suya [de Dios], y no la dejará hundirse», dijo Benedicto, instalado ya en su sillón bajo una pequeña carpa blanca, en el inicio de su mensaje final en varias lenguas.
Los cerca de 150.000 fieles presentes, protegiéndose del sol con gafas oscuras, periódicos y paraguas, lescucharon atentamente las palabras del que se convertirá en «Papa Emérito» una vez abandone el Vaticano en helicóptero el jueves.
La bendición apostólica cerró la última aparición pública de Benedicto XVI, que subió de nuevo al papamóvil y abandonó San Pedro. «Estoy contento porque es la voluntad de Dios», dijo Raúl Eduardo Vela Chiriboga, un cardenal ecuatoriano, expresando la opinión de muchos católicos que dejan en manos de Dios el futuro de la Iglesia y la elección del nuevo Papa.
Los últimos rezagados fueron abandonando la plaza poco a poco, como un grupo de mexicanos que se sacaban fotos con una pancarta que rezaba: «El Papa, en el corazón de México». «Le tengo mucho agradecimiento, gracias a él he recibido mucha doctrina», dijo Marta, de León, orgullosa de que Benedicto XVI haya decidido llevar en su retiro los zapatos artesanales que le regalaron durante su viaje a México.
Ahora ya muchos piensan en el sucesor y no faltan las voces críticas. «Que venga una persona mejor para renovar la Iglesia y limpiar la corrupción», pidió Alesia, un ama de casa colombiana afincada en Roma.Pero todos, fieles y turistas, salieron este miércoles con una leve sonrisa de la Plaza San Pedro, conscientes de haber vivido una jornada histórica.
AFP