Lucy Ramírez llegó a las 9:00 de la noche de este martes a la Academia Militar, en Fuerte Tiuna, en Caracas, para despedir al presidente de la República, Hugo Chávez.
Ramírez vive en Los Teques y al enterarse de la partida del máximo líder de la revolución se organizó con un grupo de vecinos para pernoctar en la instalación militar, donde el Jefe de Estado será velado en capilla ardiente. Ni el cansancio ni la tristeza la acongojan. Las ganas de despedir al Presidente le dan la fuerza necesaria para seguir de pie.
También Lucrecia Camejo espera a Chávez. Llegó a la capital proveniente de Maracay, estado Aragua, a las 6:00 de la mañana. «Vengo a darle el último adiós a nuestro Presidente pero sin llanto, con alegría, como era él», expresó Camejo.
Ya a las 7:50 de la mañana, un grupo de personas hacía fila para esperar al Jefe de Estado venezolano. «Nuestro líder vive en nosotros», es frase común. Ataviados de franelas con frases como «Yo soy Chávez», revelan la convicción de sus seguidores de continuar el proceso revolucionario.
Las gradas, a lo largo de este paseo construido en honor de los héroes venezolanos que mantienen su llama viva, están repletas de una potente marea roja que espera a su presidente, una vez más.
Y vienen más, muchos más. Llegan a pie, en motos, llenos de banderas y cantando consignas. En un momento todo es un coro. Suena Ska-P, «adelante comandante, paso firme hacia delante».
Pancartas, banderas, flores, paraguas, cámaras se algolpan en las manos de quienes hoy se sienten más unidos que nunca y que vienen a poner de manifiesto su lealtad inquebrantable.
Los libertadores, a la sombra de los monolitos, con la Revolución Bolivariana bajaron de sus altos pedestales, para hacerse nuevamente Patria y Revolución. Ellos también esperan a ese hombre que es millones.
Jóvenes, adultos, niños, abuelos, caminan, asoman su cabeza entre la fila de quienes, a lo largo de Los Próceres, buscan con la mirada a su Presidente.
Algunos corren, otros suben y bajan de las gradas, preguntan por dónde viene, llaman por teléfono. Los espíritus libertarios nunca están tranquilos.
Inés Muños vino de Catia La Mar, en el estado Vargas, con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en la mano. «Traje esta Constitución porque aquí hay muchas leyes que el Presidente nos enseñó».
Rosa Ugueto, también de Catia La Mar, dice que Chávez le enseñó a visitar e interesarse por sus vecinos y a formar con ellos el colectivo de mujeres «Josefa Joaquina Sánchez», mujer venezolana que participó en la conspiración de Gual y España y que bordó la primera bandera venezolana.
Gladys Martínez, también perteneciente a este colectivo, aunque nunca ha bordado una bandera, dice que gracias al Comandante de la revolución socialista, aprendió a «dejar la tranquilidad y salir a luchar a la calle».
Jorge Parra, habitante de Santa Rosalía, en Caracas, lleva la bandera, como un asta humana, sobre su espalda.
A él Chávez le cambió la vida, expresa. «Antes no me interesaba la política, no votaba. Ahora tengo fuerza y tengo a un maestro que me enseño todas las materias».
Brayan Marcano, un joven estudiante de primer año de Medicina Integral Comunitaria en la Universidad Bolivariana habla de su amor por Chávez .
A escasos metros, Karla González, de 8 años, cuenta que ha aprendido mucho con su computadora Canaima, otorgada como herramienta para su formación educativa por el Gobierno, y que con ella pudo aprender sobre el cuerpo humano e ingresar a la red social Twitter para seguir a @chavezcandanda.
Cada uno, sientiendo el sol que pica en la piel, espera a su líder para sincronizar una vez más ese latido que se crece y cobra más fuerza.
AVN