Hugo Chávez emergió cuando sus adversarios dominaban la escena en América Latina. Pero en poco tiempo el líder venezolano le devolvió el protagonismo a la izquierda e impuso una receta para gobernar. Su muerte deja a esa tendencia sin su principal y polémico reformador.
Al comienzo Chávez actuó como un «llanero solitario», afirma con frecuencia el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, uno de sus más estrechos aliados.
Sin embargo, «quién iba a pensar que de los (gobiernos) de los Collor de Mello, de los Menem, de los Fujimori, íbamos a pasar a gobiernos progresistas», añade.
De formación militar, con un liderazgo y carisma incuestionables, Chávez es visto por la dispar izquierda latinoamericana como su redentor. Y por sus adversarios como el inspirador de un modelo autoritario, hostil con la prensa e implacable con los opositores.
Apoyado en el líder cubano Fidel Castro, que lo adoptó como su hijo político, el coronel batalló en solitario cuando los conservadores mandaban en la región, y el discurso dominante era el del «consenso de Washington»: Privatizaciones, disciplina fiscal y desregularización del mercado.
«Fue con la elección de Chávez, en 1998, que empezó una ola de gobiernos de izquierda y progresistas en América Latina. Todos estos gobiernos, partidos y líderes que los encabeza hacen parte de un único proceso, dentro del cual cada uno aporta sus propias características», dijo Valter Pomar, dirigente del brasileño Partido de los Trabajadores (izquierda, en el gobierno).
Dicho proceso redirigió a la izquierda hacia el poder con un discurso muy crítico con Estados Unidos (aunque sin renunciar al comercio con el mayor consumidor mundial), opuesto a las privatizaciones, a favor de un Estado más robusto, con expropiaciones de empresas extranjeras y protección de los pobres.
Las «misiones sociales» de Chávez, «especialmente en el área de la salud y de la vivienda popular, fueron exitosas y mejoraron las condiciones de vida de millones de venezolanos», afirmó el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva en un artículo publicado el jueves en el New York Times.
Chávez rebasó sus fronteras. Primero, le dio a la izquierda un «discurso para el futuro (el socialismo del siglo XXI) y el presente (la integración latinoamericana)» conectado con el pasado bolivariano, señala Pomar, secretario general del Foro de Sao Paulo, que agrupa a partidos de izquierda de América Latina.
Además, impuso «una solidaridad internacionalista muy intensa, que ayudó materialmente a otros pueblos, países y movimientos amigos, y una doctrina militar basada en la idea de que una revolución, para ser pacífica, no puede estar desarmada», agregó en una entrevista con la AFP.
Pese a su pasado militar y su fracasada intentona de golpe en 1992, Chávez «hizo una fuerte apuesta por la democracia, en todas sus formas, inclusive la electoral», agregó.
Chávez, al exportar su modelo apoyado en la riqueza petrolera, «generó una nueva relación de intercambio económico frente a la pretensión» de Estados Unidos de establecer tratados de libre comercio, dijo Jesús Zambrano, presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el principal de izquierda de México.
El líder venezolano, que falleció a los 58 años tras una lucha de casi dos años con el cáncer, introdujo un libreto que fue seguido en otras partes: reformar la Constitución, incorporar la reelección y debilitar al máximo a los opositores.
«A finales de los años 90, la izquierda se queda sin el referente del comunismo por la caída del Muro del Berlín, y sin la opción de provocar una rebelión armada para introducir cambios. Pero con Chávez se apropia de la democracia», señala Kintto Lucas, exvicecanciller de Ecuador de origen uruguayo y autor de varios libros sobre la izquierda en ese país.
En sus 14 años en el poder, Chávez vio ampliar su influencia a lo largo de América Latina, estableció estrechas alianzas con figuras como Lula o los Kirchner en Argentina, creó nuevos organismos de integración sin Estados Unidos e impuso un estilo.
Bajo su influencia gobiernos como el de Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, consolidaron a la izquierda en el poder, y en los dos primeros casos con fórmulas de cuño chavista: reforma constitucional, reelección y asistencia a los más pobres.
El gobierno de Chávez demostró que es posible «tener una postura internacionalista y anti-imperialista, defender el socialismo como objetivo y, al mismo tiempo, mantener apoyo popular y control del aparato del Estado», declaró Pomar.
Pocos se atreven a negar el impacto de Chávez en la izquierda latinoamericana, aunque en países como México, Colombia, Chile y en menor medida Perú su influencia fue menor.
Aquí en México «tuvimos paralelamente a gobiernos panistas (PAN, entre 2000 y 2012) de derecha, conservadores, que generaron incluso una tensión muy grande con el gobierno de Chávez. Y se vio con recelo ese tipo de formas de actuar y de hacer gobierno», recordó Zambrano.
Aun así Chávez se convirtió en referente de toda la izquierda latinoamericana. Hasta el final actuó con cálculo para evitar que su desaparición privara a su partido del poder.
Dejó definido a su sucesor, el vicepresidente Nicolás Maduro, «evitando conflictos y pérdida de tiempo. La derecha reclama por eso, pero reconozcámoslo: a ellos les gustaría tener líderes con ese nivel de entrega personal y responsabilidad histórica», dijo Pomar.