Con la pesada carga de ser el heredero político designado por el presidente Hugo Chávez, Nicolás Maduro, un ex conductor de autobús y sindicalista de 50 años, afronta el reto de llenar el vacío del carismático líder fallecido el pasado martes, empezando por ganar las elecciones anticipadas que deberán convocarse en los próximos 30 días.
Confirmado por el gobierno como presidente encargado tras la muerte de Chávez, y al mismo tiempo candidato oficialista, Maduro tuvo este viernes una primera ocasión de mostrar su estatura como orador al hacer de anfitrión de los funerales de Estado del mandatario en la Academia Militar de Venezuela.
«Aquí está usted con sus hombres de pie, todos sus hombres y mujeres, leales como lo juramos ante usted, leales hasta más allá de la muerte», dijo, ataviado con un traje y corbata negros y un brazalete con la bandera de Venezuela, ante el féretro cerrado con los restos de Chávez, también cubierto por la bandera.
Este político de físico portentoso y poblado bigote negro, nacido el 23 de noviembre de 1962 en Caracas y nombrado sucesor de Chávez por el propio mandatario antes de partir a su cuarta operación en La Habana en diciembre, finalmente prestará juramento como presidente interino esta noche.
Maduro, dijo Chávez aquel día, es «un revolucionario a carta cabal» y «un hombre con mucha experiencia a pesar de su juventud».
«Miren dónde va Nicolás, el autobusero Nicolás. Era chófer de autobús en el metro, y cómo se han burlado de él», exclamó al nombrarlo número dos del gobierno.
Nicolás Maduro Moros era considerado del ala moderada del círculo más próximo a Chávez, a diferencia de otros estrechos colaboradores como el líder del Legislativo, el ex militar Diosdado Cabello, otro nombre que sonaba con fuerza para sucederlo.
Con la última recaída de Chávez, Maduro, que también fue dirigente sindical del Metro de Caracas, se vio obligado a ocupar su lugar, pese a asegurar que nunca tuvo deseos de ser presidente.
«Pienso en Chávez como presidente», «jamás he tenido ambiciones personales ni personalistas», sostuvo.
En los casi tres meses en los que se encargó del gobierno en ausencia de Chávez empleó un tono cada vez más amenazador frente a la oposición, similar al que solía usar el mandatario.
«Maduro quiso parecerse a él (Chávez), una estrategia de llenar vacío y de atemorizar a adversarios en momentos en que su líder fundamental no estaba, pero también para marcar terreno» para unas elecciones, explica a la AFP Luis Vicente León.
Al líder opositor Henrique Capriles Radonski -su más posible contrincante en los próximos comicios-, por ejemplo, lo calificó de «sifrinito (rico) perdedor» y le advirtió de que «por donde muestre la cara, palo va a llevar del pueblo».
También abrió investigaciones, con amenazas de cárcel incluidas, contra altos dirigentes de la oposición por supuesta corrupción y denunció planes de la «ultraderecha» para atentar contra su vida y la de Cabello.
Sin embargo, los analistas destacan de su etapa como canciller su tono conciliador y su gran capacidad de influir y negociar entre las distintas facciones de la coalición oficialista.
Y esta fue la cara que mostró este viernes durante la solemne ceremonia a la que asistieron delegaciones de 54 países, incluidos la mayoría de jefes de Estado y de gobierno latinoamericanos y caribeños y el iraní Mahmud Ahmadinejad.
Tras agradecer insistentemente la «enorme demostración de amor» de todos los asistentes hacia la «revolución bolivariana» y hacia el «comandante presidente» Chávez, afirmó: «Queremos relaciones de respeto, un mundo sin imperios ni naciones hegemónicas, un mundo de paz».
Quien horas antes de anunciar la muerte de Chávez de acusar a Estados Unidos de estar bajo sospecha de haberle inoculado el cáncer al mandatario y expulsara a dos agregados militares de la embajada de ese país en Caracas por conspirar, agradeció empero este viernes la presencia de los dos congresistas enviados por el presidente Barack Obama al funeral.
También otorgó el perdón «a los que injuriaron» a su líder, y agradeció al presidente colombiano Juan Manuel Santos la reunión que mantuvo con Chávez en Santa Marta (norte de Colombia) y selló la reconciliación entre ambos países tras años de tensiones con el gobierno de su antecesor Álvaro Uribe.
Tiene «la naturaleza de canciller, dispuesta al diálogo», opinó el analista político Ricardo Sucre.
Como canciller, empero, Maduro adoptó al pie de la letra el discurso «antiimperialista» del presidente, hostil a Estados Unidos, así como la defensa de los regímenes de Siria o del fallecido líder libio Muamar Gadafi.
Continuó con los últimos procesos de integración regional impulsados por Chávez, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), y la integración de Venezuela al Mercosur, así como las negociaciones con los nuevos socios político-económicos de Venezuela, como China y Rusia.
Al inicio de la crisis de salud del presidente, en junio de 2011, a Maduro, unido sentimentalmente a la procuradora general de la República Cilia Flores, le tocó anunciar que Chávez había sido operado de un absceso pélvico, y luego lo visitó frecuentemente en La Habana y en Caracas, durante sus tratamientos médicos, sobre los que solía informar a los venezolanos.
Antes de ser canciller había sido presidente de la Asamblea Nacional (2005-2006), aunque su actividad parlamentaria arrancó como diputado en 1999, elegido por el Movimiento Quinta República (MVR) fundado por Chávez.
Sus destinos se habían cruzado anteriormente en el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), también fundado por Chávez, y con el que el presidente lideró un fallido golpe de Estado en 1992 contra el entonces jefe de Estado, Carlos Andrés Pérez.
AFP