Las trabas que ponen los equipos de las grandes ligas hace ver el torneo como una Copa Mundial montada por la Federación Internacional, pero con algunas adiciones de la MLB
Las «restricciones» impuestas a algunos jugadores que evitan su participación en el Clásico Mundial y que se escucharon en las últimas semanas, no son más que una cuerda de patrañas. En algunos casos, los peloteros en cuestión se escudan en ellas para no participar, y en otros casos los equipos amedrentan a sus jugadores para evitar su participación.
Cada situación es distinta. Cada gerente de equipo tiene su perspectiva del evento y en sus manos está la estrategia a seguir con cada pelotero que aspira participar en el evento o que ha sido invitado por su federación nacional.
En la actitud y perspectiva de los treinta hombres que manejan las riendas administrativas y operativas de las organizaciones de Grandes Ligas está el éxito o el fracaso del Clásico Mundial de Beisbol.
Tras años de conversaciones para determinar cómo Major League Baseball podía tomar un rol más activo y protagónico con la Federación Internacional de Beisbol (IBAF por sus siglas en inglés), finalmente se llegó al consenso de la creación del torneo cuyo principal interés era reunir al mejor talento disponible en el planeta por país para definir a un verdadero campeón internacional.
El Comisionado de MLB, Bud Selig tuvo la visión de colocar en este evento la oportunidad de llevar el beisbol a una escala realmente global, abriendo puertas para el futuro sustentable de talento desde todos los continentes junto con mayores mercados de distribución mediática.
La IBAF incluso accedió a eliminar de sus competiciones a su Copa Mundial, considerada la máxima justa internacional del deporte disputada desde 1938 con el fin de que el Clásico Mundial tomara ese protagonismo en el deporte que ubicara al beisbol como un juego que traspasa las fronteras intercontinentales e incluso fuese un argumento de peso para su reintegro en los Juegos Olímpicos. Con el apoyo de todas las federaciones de beisbol del mundo, los países accedieron a jugar rondas preliminares para buscar un puesto entre los 16 equipos nacionales con mejor nivel. El Clásico Mundial del 2013 estaba perfilado a alcanzar un éxito aún mayor que los anteriores e incluso conquistar a la apática fanaticada estadounidense, que aún no logra digerir al beisbol como un deporte de seleccionado nacional, al menos no de peloteros provenientes de sus clubes favoritos.
Mientras, en el resto del planeta todos los protagonistas tienen muy claro la importancia del evento, parece que es precisamente en la oficina de Selig donde no se ha terminado de hacer el trabajo. Es más, se pudiera decir que se ha involucionado a lo alcanzado en las primeras dos ediciones del torneo.
Lo que corresponde a Major League Baseball es poner las reglas claras entre sus equipos, pero al contrario, nunca se ha terminado de definir el tema del tamaño del compromiso que cada organización de Grandes Ligas debería tener para este torneo, pues son estos organismos los que tienen a muchos de los mejores exponentes del deporte en el planeta bajo contratos, en muchos casos multimillonarios, haciendo que las decisiones de «permitir» o ver con buenos ojos su participación con una selección nacional sea difícil de tomar, cuando debería ser algo dado y sin punto de discusión.
Lo ideal es que ningún equipo puede negarle a un pelotero la participación en el Clásico, a menos que exista una lesión crónica que le impida al jugador esa posibilidad. Pero la realidad es que en ese calentado de orejas y jarabes de lengua, los peloteros prefieren ir por lo seguro y quedarse con la mano que da de comer, pues temen que en un mundo tan competitivo su trabajo corra riesgo por ausentarse sólo una o dos semanas de su club.
Las dos caras de la moneda.
Si se le pagan 10 millones de dólares a un jugador que se considera una pieza principal de un equipo, ¿es justo permitirle jugar con otro equipo? ¿Es bueno darle permiso para ausentarse de las actividades por las cuales se les paga?
Probablemente no. Esa es la posición de los gerentes, independientemente que MLB haya acordado jugar un torneo internacional. «Que lleven a otros, pero no al mío», es la actitud.
Por el otro lado, ¿cómo es posible que Major League Baseball, previo apoyo de sus treinta dueños, acuerde en prestar a sus jugadores para integrar sus selecciones viendo el potencial económico que tiene la expansión global del juego, pero al momento de la verdad los gerentes y ejecutivos hagan lo imposible por darle la espalda al torneo no apoyando a las federaciones de cada país?
La respuesta es obvia: para cada equipo prevalece el interés local sobre el nacional o el internacional.
Más importan los Tigres de Detroit, por ejemplo, que la selección de los Estados Unidos, al momento de tomar una decisión en cuanto a permitir que Justin Verlander participe. Detroit nunca estimularía la participación de su lanzador estrella. Incluso, en la mente de Justin Verlander el interés son los Tigres de Detroit, es decir, su patrón, el que firma los cheques. Esta es la actitud de muchas estrellas ante el Clásico Mundial 2013 y no se sabe si llegará a cambiar en un futuro. El orgullo nacionalista no tiene cabida.
Mientras esta actitud siga presente, existen dudas sobre la legitimidad de la competencia que se vende bajo la premisa de tener los «mejores jugadores del mundo», pero que por una u otra razón, no los tiene. No se puede hacer un Juego de Estrellas con jugadores de reserva o con los que «quieren jugar», porque las verdaderas estrellas no quieren jugar. Para eso no se hace nada.
Pero no cabe duda que al comenzar el torneo se ve una gran competencia en el terreno de juego, buenos jugadores, épicas actuaciones, nuevos héroes, perfectos desconocidos tomando el protagonismo y dramáticas historias personales y patrióticas. Todo esto combinado con esa «piquiña» que le pone el fanático cuando un equipo salta al terreno con el nombre de su país en el pecho son los puntos atractivos en el torneo que desde ya augura ser un éxito económico que garantizará su continuidad, así sea con una IBAF sufriendo la gota gorda y asumiendo el liderazgo sobre Major League Baseball en un futuro.
Pero lo que va a faltar es lo que todos, absolutamente todos los fanáticos del beisbol en el planeta, incluso los propios jugadores, quieren ver: los mejores jugadores disponibles.
Sí, es verdad que Miguel Cabrera, R.A. Dickey, Mark Teixeira, Jimmy Rollins, Yadier Molina, Adrián González y Robinson Canó visten los uniformes de sus países, pero más dura es la realidad que Mike Trout, Bryce Harper, CC Sabathia, Josh Hamilton, Albert Pujols, Derek Jeter, Félix Hernández, David Ortiz y David Price, entre muchos otros, no están y la verdadera razón por la cual se concibió la competencia es que «estén todos», no unos si y otros no.
Y es que si el torneo no tiene a las mayores súper estrellas del deporte se está en presencia de una Copa Mundial de la IBAF reforzada, en términos de beisbol moderno, «en esteroides». Es decir, equipos nacionales con los «mejores jugadores disponibles» que incluye peloteros de Grandes Ligas. Ante esta situación el torneo buscará cambiar esa imagen de ser un «mega-juego de estrellas» a la competencia entre países, tal y como era la Copa Mundial, torneo que sólo era importante para el micro-mundo de ilusiones de Cuba.
Es decir pasará a ser una Serie del Caribe de más equipos, pero con mejor definición de quienes son sus participantes.
A muchos no les gustan las comparaciones con el Mundial de Fútbol pero a la FIFA le tomó décadas alcanzar el nivel y el compromiso de sus participantes para lograr el torneo que monta cada cuatro años. Hay que mirar la historia para entender el presente y quizás esta sea el mejor y único paralelo.
No será en esta edición del Clásico cuando se vea un torneo perfecto. Quizás tampoco para el 2017, ni a lo mejor para el 2021. Este torneo aún está en pañales y los problemas que enfrenta son de identidad, tradición y compromiso nacional. El reto para Major League Baseball es que sus equipos no obstaculicen su desarrollo del evento y para la IBAF que sus federaciones continúen fortaleciéndose y estrechando relaciones con los clubes para así garantizar la continuidad de la competencia poniendo en el terreno a las verdaderas selecciones nacionales.
En la continuidad del torneo está el camino hacia esta meta.
Leonte Landino
espndeportes.com