Un denso humo negro emergió este martes de la chimenea de la Capilla Sixtina al cielo encapotado de Roma para anunciar que la Iglesia Católica sigue sin papa en uno de los momentos más trascendentales de su historia.
Miles de fieles de todos los países desafiaron la lluvia y la fresca noche romana para seguir en directo el resultado en la plaza de San Pedro. Pero como era de esperar, la primera votación del cónclave no logró el consenso suficiente y ningún candidato reunió los 77 votos necesarios para ser elegido pontífice.
Aunque era de noche y en el anterior cónclave de 2005 hubo algunas dudas sobre el color de las fumatas, en esta ocasión el humo fue muy denso y evidentemente negro, no dejando espacio a equívocos gracias a los nuevos elementos químicos introducidos en la quema de papeletas.
Los 115 cardenales, incomunicados con el mundo exterior, realizarán dos votaciones en los días sucesivos. El segundo cónclave del siglo XXI y el primero en 600 años para elegir al sucesor de un papa que renuncia, comenzó siguiendo el rito previsto paso a paso.
Primero se celebró una misa en el interior de la basílica de San Pedro, presidida por el decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano. Horas más tarde, los cardenales iniciaron una lenta procesión hacia la Capilla Sixtina entre plegarias en canto gregoriano implorando la ayuda de los santos para orientar su voto.
El Vaticano mostró a través de una señal de televisión cómo los cardenales, uno por uno, prestaban juramento en latín con la mano sobre los Evangelios para guardar secreto sobre el encuentro y tomaban asiento en el interior de la capilla, mundialmente famosa por los frescos de Miguel Angel.
Al terminar el juramento, Guido Marini, responsable de Celebraciones Litúrgicas Pontificias, pronunció la frase «extra omnes» (todos fuera) y cerró desde dentro las puertas de la capilla. Sólo los 115 cardenales quedaron en su interior para decidir en absoluto secreto el nombre del papa que guiará a la Iglesia.
El ritual del voto consiste en que cada cardenal sostiene una papeleta doblada en alto, se acerca al altar y coloca su voto en un platillo antes de volcarlo en una urna oval mientras dice: «Llamo como mi testigo a Cristo Señor, quien será juez de que mi voto será para la persona que, delante de Dios, creo que debe ser elegida».
Sólo el humo blanco anuncia que la Iglesia eligió el pontífice número 266 de la historia. La llamada sala de lágrimas de la Capilla Sixtina a la que entran los papas nada más ser elegidos está preparada con la clásica vestimenta papal blanca en tres tallas diferentes.
Posteriormente, su nombre será dado a conocer al mundo en el balcón de la basílica de San Pedro tras la famosa frase en latín «Habemus papam» (Tenemos papa). En su homilía de la mañana, Sodano llamó a la unidad de la Iglesia. «Cada uno de nosotros está llamado a cooperar con el sucesor de Pedro, el fundamento visible de la unidad eclesial», dijo.
Sodano fue interrumpido por aplausos cuando tuvo palabras de recuerdo para Benedicto XVI.
A pesar de los fuertes aguaceros que están descargando sobre Roma estos días, miles de personas se acercaron a la plaza de San Pedro para vivir en directo el veredicto de la fumata. «Esperamos que haya coherencia en este momento de dificultades para la Iglesia», explicó Verónica Herrera, de 40 años, una mexicana de Querétaro que viajó a Roma junto a su esposo y su hija a seguir el cónclave. «Siento mucha emoción», dijo.
AP