El pasado 8 de Febrero el Ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, y el presidente del BCV, Nelson Merentes, informaron al país sobre la devaluación de nuestra moneda nacional pasando de 4,3 a 6,3 bolívares por dólar. Y durante una larga cadena nacional, no se habló verdaderamente de los efectos e impactos que tendría este cambio en nuestra economía.
Lo impresionante de esto es que, dos años antes, a inicios de 2011, se hizo el mismo movimiento, llevando el bolívar de 2,15 a 4,3. Sin embargo, con gastos excesivos, regalos a países extranjeros, y subsidios fue imposible mantener la economía y hacerla crecer, llevando a ese año a cerrar con una inflación de 26% -un número altísimo si lo comparamos con Colombia, por ejemplo, país que cerró con 3,4% de inflación-.
Ahora bien, tomando en cuenta que en Septiembre de 2012, el salario mínimo mensual fue aumentado en un 15%, dejándolo en 2.047,43 bolívares, de acuerdo al INE, la canasta básica alimenticia en Diciembre valía 2.085,22 bolívares. Cabe entonces preguntarse ¿cuánto hace falta que aumenten el salario mínimo para que a los venezolanos les alcance el dinero y puedan cubrir sus necesidades básicas?
Tomando en cuenta que desde hace unos años, nuestra economía se ha basado prácticamente en importaciones, es alarmante que exista una lista, definida por ellos mismos, en los que hay sectores que no son beneficiarios del Sistema CADIVI, llevándolos a importar con el “innombrable”, lo cual a su vez genera inflación y especulación en los precios. Está claro que siempre el producto más caro es el que menos se consigue, y por baja oferta y mucha demanda, el precio sube.
No obstante, nosotros como dirigentes políticos nacionales debemos llamar a la reflexión, opinar y sembrar consciencia en los venezolanos, puesto que son ustedes mismos los que tienen la última palabra con su voto. Sin embargo, es bueno hacer hincapié y llamar la atención sobre las acusaciones que en época de elecciones presidenciales, hacían los chavistas hacia Capriles, asegurando que sería él el que promovería un “paquetazo” de leyes económicas, cuando los que verdaderamente lo tenían guardado eran ellos, negándolo hasta el último momento.
En un futuro, Venezuela tiene que ser un país en el que su salario valga, que el esfuerzo, sudor y sacrificio que hacen los venezolanos diariamente sean recompensados con una capacidad adquisitiva representativa, para así mejorar la calidad de vida, y esto no se puede lograr ni expropiando ni regalando, sino incentivando la producción nacional, y disminuyendo significativamente las importaciones. La meta debe ser siempre que tu salario no se convierta en sal y agua.
Alejandro Mejía