CIUDAD DEL VATICANO. Antes siquiera de mostrar la cara, el papa Francisco ya había seducido a las masas romanas.
El anuncio de que tomaría el mismo nombre que San Francisco de Asís, santo patrono de Italia, había provocado júbilo en la multitud.
También fueron acertadas sus primeras palabras, cuando el argentino de 76 años dijo que los cardenales habían ido a los «confines de la tierra» en busca del obispo de Roma, recordando al amado papa Juan Pablo II, un cardenal polaco que dijo en su primer saludo en 1978 que los cardenales lo habían traído «de un país lejano».
El ex cardenal Jorge Bergoglio es hijo de inmigrantes italianos, y habla la lengua de la península con un acento apenas perceptible.
«Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad», dijo.
No sólo los romanos quedaron cautivados.
Kim Daniels, director de Catholic Voices USA, quedó impresionado por la humildad que el papa mostró cuando salió al balcón.
«Se arrodilló. Pidió la bendición de la multitud. Lo vimos rezar el Padrenuestro y el Avemaría con la concurrencia, uniéndose a todos nosotros en esas oraciones que son tan conocidas para los católicos», dijo.
«Fue una señal de humildad. Fue una señal de que la santidad es lo más importante aquí. Es maravilloso ver a alguien realmente concentrado en una oración como esa», agregó.
Y sonó casi como un abuelo cuando deseo a la multitud una buena noche y dulces sueños.
La elección de su atuendo también envió un mensaje. Francisco obvió la capa roja conocida como mozzetta que los papas suelen usar para ocasiones especiales. Y se puso una estola sólo para ser bendecido. Ello mantuvo un estilo personal que ha sido considerado la antítesis del esplendor vaticano.
En Buenos Aires, vendió la onerosa residencia del arzobispo y vivía en un modesto apartamento, preparaba su propia comida y se transportaba en autobús al trabajo.
Ello es un marcado contraste con la forma como viven muchos cardenales, comenzando con casas espléndidas y autos con chofer.
El predecesor de Francisco, Benedicto XVI, vivía modestamente. Pero sus valores chocaban los funcionarios vaticanos vinculados con la corrupción y la ambición profesional, y su posición fue socavada por un escándalo de filtración de documentos confidenciales por parte de su mayordomo personal.
Ahora esos problemas tendrá que resolverlos Francisco.
AP