Paciano Padrón
Henrique aceptó el reto y va con todo diciendo la verdad. No es tiempo de diatriba inútil, es hora de hablar con claridad.
Chávez cerró su recorrido, quedó atrás. Sería una pérdida de oportunidad deplorable confiar estos próximos seis años en las manos del entorno del Comandante Presidente, entorno débil e incapaz que todos criticamos, incluidos genuinos chavistas que decían, la culpa no es de Chávez sino de su entorno. Pues bien, ese entorno torpe, corrompido, mentiroso y arribista, tutelado por el castro-comunismo, es el que aspira gobernar ahora.
Chávez manejó a su antojo los cinco poderes públicos nacionales, lo que le permitió obligar al CNE a adelantar injustificadamente las elecciones presidenciales de diciembre, para el 7 de octubre de 2012. Él sentía disminuir sus fuerzas aceleradamente. Digámoslo sin tapujo, si no tenía fuerzas para la campaña, menos las tendría para enfrentar una Venezuela en crisis, producto de sus políticas económicas que nos sumen en la debacle. Pidió al pueblo que le renovara la confianza, sin estar en condiciones de gobernar; eso definitivamente no estuvo bien.
Frente al secretismo que rodeó y rodea la enfermedad y muerte de Chávez, cada quien puede hacer su propia hipótesis. Confieso la mía, basada en informaciones cotejadas y cruzadas con diferentes evidencias y pruebas. Chávez murió en Cuba en diciembre de 2012, poco luego de operado. Lo honesto y transparente es no ocultar la verdad. Maduro nos mintió como le dio la gana, hizo teatro como se le antojó, vertiendo lágrimas a discreción.
El diferimiento del “momento oficial de la muerte” vino dado por la necesidad del régimen de madurar a Maduro, de prepararlo para desempeñarse como vocero, para lo que era necesario entrenarlo en Cuba, prepararlo como orador (lo que sigue haciendo mal, si bien es justo reconocer que ha mejorado), hacerlo actuar para que sus mentiras pasen en medio de los ingenuos (es acertado admitir que es un buen actor). Había que presentarlo como jefe que pudiera ser aceptado por la Fuerza Armada y acatado por el Teniente Diputado Cabello y otros “rebeldes”. Requería tiempo prepararlo como candidato frente a Capriles. Mintió Maduro, mintió como le vino en gana.
Los partes médicos, cantinfléricos y hasta contradictorios entre ellos -nunca suministrados por profesionales de la medicina- nos mantuvieron entre ahora está mejor y ahora está peor. Son falsas las fotos de las hijas con Chávez, como quedó demostrado palmariamente. Son falsas las reuniones de trabajo con el Presidente, y ridícula la mentira del encuentro de cinco horas. Son simuladas las firmas de decretos, y en consecuencia estos son nulos, entre ellos el de la designación de Jaua como Canciller. Son fingidas las firmas de puntos de cuenta. Maduro montó sobre los hombros del cadáver de Chávez la devaluación de la moneda, montó sobre las espaldas del Presidente muerto esa medida impopular e inconveniente, que denota fracaso y crisis, al disminuir en un 46% el valor del débil bolívar fuerte.
Molestan a Maduro las verdades que con valentía y de frente está diciendo Capriles. Considera una ofensa que le haya dicho al General Molero: “Señor Ministro de la Defensa, usted fue el penúltimo de su promoción, usted es una vergüenza para la Fuerza Armada”, al haber cometido el delito -ante el cadáver de Chávez en la Academia Militar- de pedir el voto para Maduro (violando entre otros el Art. 328 de la Constitución), además de pedir “darle en la madre” a la alternativa democrática. No nos calamos más atropellos. Capriles viene con todo y cuenta con todos los demócratas. Estamos con él, vamos con tarjeta única. La unidad nos fortalece.