El papa Francisco recibió este sábado en el Vaticano a periodistas de todo el mundo, a los cuales contó distendido, entre carcajadas y aplausos, anécdotas sobre el cónclave, reiteró la promesa de seguir el camino de San Francisco de Asís y felicitó por su trabajo.
«Han trabajado mucho, ¿no?», dijo el Papa, que en el transcurso del encuentro acarició un perro y recibió un mate de regalo, para romper el hielo ante los periodista congregados en la moderna Sala Pablo VI del Vaticano.
Como una señal de los tiempos modernos una marea de móviles se elevó al ingreso del nuevo Papa, vestido con sotana blanca y unos simples zapatos negros, sin la solemnidad que reinaba hasta hace poco tiempo en esos contados encuentros con el tímido Benedicto XVI, ahora papa emérito.
«Es el Jorge Bergoglio de siempre, tranquilo, no impostado», comentó a la AFP el periodista argentino Sergio Rubín -autor con Francesca Ambrogetti del libro de entrevistas El Jesuita-, al que el Papa abrazó con asombrosa familiaridad al término del encuentro.
«Me dijo envíale un gran saludo a ella y dile que recé por ella el día de su santo, el 9 de marzo», comentó Rubín al evocar su breve diálogo con Francisco. «Ha sido un examen clave para él y lo pasó con éxito», sostiene Rubín abrumado por el pelotón de reporteros y cámaras de televisión que lo persiguen.
En menos de un cuarto de hora, el Papa resumió su programa de gobierno, reveló detalles del cónclave y suscitó carcajadas y aplausos. El toque latino del papa Francisco resulta agradable ya que sabe combinar la sabiduría jesuita con el sentido del humor para explicar tanto asuntos espirituales como terrenales.
Entre sonrisas confesó que durante el escrutinio del cónclave comenzó a ver que «la cosa se estaba poniendo peligrosa» para él, ya que sumaba cada vez más votos. También contó como se le iba fijando en la mente el consejo de que no olvidara a los pobres en su pontificado que le había dado el cardenal brasileño Claudio Hummes, su amigo y vecino de lugar durante la elección.
«Esa palabra me entró aquí», dijo señalando con el dedo la cabeza. «Como quisiera una Iglesia pobre para los pobres», comentó, improvisando de nuevo, mirando al público con sus gafas de hombre bonachón y generando un sonado aplauso.
El Papa divirtió a los periodistas cuando contó, como si fuera un simple párroco, que algunos de los cardenales le pidieron que se llamase Adriano, en honor de Adriano VI, conocido como el papa «reformista». También hizo reír cuando dijo que incluso le propusieron que adoptara el nombre de Clemente XV, para «vengarse» de Clemente XIV , «el pontífice que suprimió nada menos que la Compañía de Jesús», al referirse a la orden a la que pertenece y que por primera en más de cuatro siglos de fundada accede al trono de Pedro.
Después de explicar la elección de su nombre y de agradecer a toda la prensa por su trabajo, habló también de la dificultad de informar sobre los eventos de la Iglesia «que no son una categoría mundana y por ello no son fáciles de comunicar a un público vasto y heterogéneo».
Rompiendo de nuevo moldes, el Papa no quiso impartir con la mano la bendición a toda la prensa, consciente de que entre ellos hay muchos ateos y de otras religiones, según explicó y saludó y abrazó a un centenar de periodistas seleccionados para la ocasión, entre ellos a varios argentinos .
Acarició el perro de un reportero radial italiano ciego, como un San Francisco de nuestros días, y recibió regalos, libros, fotos y hasta un mate. «Pensé ¿qué le puedo llevar?…miré en mi habitación y vi mi mate: es el mate me dije. Así que lo lavé y hoy se le entregué», contó Virginia Bonard, compatriota y amiga que viajó desde Buenos Aires para seguir el evento.
«Es la bebida de la amistad, hacés una rueda de mate e inicia la charla», explicó Bonard con la esperanza de que Francisco sea el primer líder de la Iglesia católica adicto al mate. «¡Genial, increíble. Puede ser el inicio de una revolución pacífica», comentó la colombiana Mary Villalobos que cubre el Vaticano desde varios años.
AFP