El hecho de que los pragmáticos hayan logrado permear la barrera radical ya es una buena noticia
Olvidemos por un momento toda la teoría económica que demuestra el error de pretender suplantar el mercado con decisiones discrecionales de funcionarios públicos (de cualquier tendencia) sujetos a la ineficiencia y la corrupción y concentrémonos en los resultados concretos de la decisión gubernamental de secar el mercado cambiario alternativo a partir de septiembre del año pasado. Un buen resumen sería así: 1) el abastecimiento de mercancías se hizo irregular, presentándose fallas relevantes en productos esenciales que han generado inquietud en la población y estimulado compras nerviosas y restricciones de venta en los comercios, 2) inventarios frágiles y restringidos que hacen vulnerables a las empresas productoras (por materias primas e insumos) y al canal de ventas (por productos terminados), 3) estímulos inducidos al acaparamiento y al contrabando de extracción en algunas empresas no tradicionales que no pueden ser fiscalizadas y cuyas ganancias son gigantes ante la distorsión causada, 4) crecimiento explosivo de los precios, 5) contracción y especulación en el mercado de divisas no oficial y 6) decisiones de paralización programada por insuficiencia de insumos en algunas empresas de consumo masivo.
El discurso político oficial alrededor de estos problemas ha sido bipolar. En el desayuno se informa que no hay ningún problema. Que el desabastecimiento es un invento opositor para desestabilizar el gobierno porque en realidad hay de todo. En el almuerzo se explica que el grave problema de abastecimiento que existe (¿qué en la mañana no existía?) es una conspiración del imperio y los oligarcas para tumbar al gobierno y por eso no se consigue leche, azúcar, carros, repuestos de carro, cemento, cabillas (a la vez que explican que en realidad hay abastecimiento pleno pero hablan del supuesto de que no los hubiera por si acaso). En la merienda se indica que se han hecho todos los esfuerzos con los países amigos (Cuba, Nicaragua, Bolivia, Bielorrusia, Irán, entre otras potencias productivas) para rogarles que nos despachen alimentos y productos básicos de emergencia para cubrir la crisis (que realmente no existe porque recuerden que hay de todo) y poder combatir el «golpe» de los empresarios, quienes se atreven a decirle al país «de manera descarada e insensible» que sin recibir dólares oficiales ni no oficiales, sin permisos de importación, con precios congelados por debajo de los costos de producción, acusados de acaparadores cuando tienen inventarios mínimos y con una catajarra de días no laborables que paran sus plantas y su distribución, es imposible abastecer el mercado. ¡Habrase visto semejante descaro capitalista!
Resulta claro que estamos en presencia de una economía de guerra, con un gobierno que trae containers comparados en el mercado spot, a precios infinitamente más altos que los que requeriría el mercado local para producirlos, quemando nuestras divisas en pagos a los productores extranjeros para que no los reciban los nacionales, que son «malucos y golpistas».
Afortunadamente, para la cena (después de pasar el hambre pareja) parece que llegará la racionalidad, pues tendremos un mercado cambiario alternativo de divisas con el que finalmente se abandonará la insólita tesis de que podían mantener el equilibrio económico sólo con Cadivi, convertido en un «dios» capaz de saber cuánto, cuándo y a quién debía entregarse dólares para garantizar el funcionamiento nacional y el abastecimiento.
No sabemos aún como será el nuevo modelo, pero el hecho de que los pragmáticos hayan logrado permear la barrera radical ya es por sí sola una buena noticia. Como diría el Papa Francisco: ¡Amén!
Luis Vicente León | luisvicenteleon@gmail.com
Artículo publicado en El Universal