“Capriles ha terminado polarizando directamente con la imagen de Chávez y generando una polémica sobre lo que dijo, no dijo o quiso decir, por lo que ha tenido que realizar varias aclaratorias. Así, no le será fácil mantener de su lado los votos de los segmentos populares que conquistó con su mensaje de 2012”
Leopoldo Puchi
La campaña que le toca adelantar a Nicolás Maduro en las próximas semanas es relativamente sencilla. Tiene de su lado una inclinación general hacia el modelo económico y social de igualitarismo y redistribución de la riqueza, que facilita su elección como una suerte de reconducción de un mandato. Del mismo modo, lo favorece la poderosa imagen de un Chávez en la cúspide del fervor popular. También cuenta con los recientes triunfos electorales en las presidenciales y en las de gobernadores, en particular en estados como Zulia, Carabobo y Táchira. Le falta a Maduro, claro está, que su propia figura pase el escrutinio de los electores. Este aspecto dependerá de su desempeño como candidato, pero no luce determinante.
Por su parte, Henrique Capriles Radonski tiene el desafío no tanto de ganar como de preservar la votación obtenida en octubre y resistir la formidable onda expansiva generada por la muerte de Chávez, que ha sensibilizado a las franjas intermedias de los votantes de oposición. De allí la interrogante, ¿es el mensaje con el que ha iniciado la campaña electoral, el más adecuado para alcanzar estos objetivos? Todo indica que no, porque la parte más llamativa del mismo estuvo dirigida sólo al núcleo duro de la oposición, que estaba tentado por la abstención. Sirve para superar el pesimismo y galvanizar a los más convencidos, pero puede alejar a los más moderados o indecisos.
Al parecer, para persuadir a los opositores más radicales de que había que participar en las elecciones, Capriles sacrificó en su discurso los elementos novedosos que habían caracterizado su hábil campaña de 2012: la mano tendida al pueblo chavista, su aceptación de las misiones, el tono respetuoso, la aprobación del proceso organizado por el Consejo Nacional Electoral. Sin embargo, el efecto fue contrario al esperado, porque al levantar aspectos subalternos de la diatriba política, como lo relacionado con el momento de la muerte de Chávez, tocó zonas del duelo muy delicadas y difíciles de manejar. La presencia pública de los familiares bastó para revertir el movimiento táctico realizado.
Tal vez lo que buscaban adicionalmente los asesores de Capriles era dotarlo de un tono más agresivo que le permitiera polarizar con Maduro y que sacara la campaña de los efectos emocionales del duelo y el simbolismo de la figura de Chávez. Al mismo tiempo se trabaja la posibilidad de propiciar la abstención de los llamados “chavistas puros”, es decir, seguidores y admiradores de la fuerte personalidad de Chávez, en su mayoría ubicados en los estratos populares, pero poco involucrados en la vida política. Un segmento con el que cuenta el comando de campaña de Capriles para disminuir la distancia inicial de los resultados numéricos del 7 de octubre. El tema de la crítica de “el entorno” apunta en esa dirección, así como las referencias a la ineficiencia de los ministros y altos funcionarios.
No obstante, y tal vez por improvisación, el efecto fue contrario y Capriles ha terminado polarizando directamente con la imagen de Chávez y generando una polémica sobre lo que dijo, no dijo o quiso decir, por lo que ha tenido que realizar varias aclaratorias. Así, no le será fácil mantener de su lado los votos de los segmentos populares que conquistó con su mensaje de 2012. Es de esperarse que, luego del primer mensaje, que ha entusiasmado a los más radicales, Capriles reoriente su campaña hacia los sectores intermedios, para así poder preservar la votación de octubre e intentar superarla.