Un nuevo estudio revela que algunos hospitales implantan filtros en los vasos sanguíneos de más de un tercio de sus pacientes que desarrollan coágulos que podrían llegar a los pulmones, pese a que aún no existen pruebas científicas de que el dispositivo salve vidas.
Esos filtros, de alambres, están recomendados según las teorías de cómo funcionan en pacientes con tromboembolia venosa que no pueden tomar anticoagulantes.
A veces se utilizan en otros pacientes, aunque pueden elevar el riesgo de desarrollar segundos coágulos en las piernas u otras complicaciones cuando el filtro de rompe y sus partículas migran a los pulmones o el corazón.
«La lógica es que si ponemos una canasta pequeña, un tipo de red, en la vena cava inferior y quedan atrapados esos coágulos antes de llegar al pulmón podríamos salvar vidas», dijo el doctor Vinay Prasad, de los Institutos Nacionales de Salud de Bethesda, Maryland. «No existe nada que lo pruebe», agregó.
El equipo del doctor Richard White, de la Escuela Davis de Medicina de University of California, Sacramento, analizó las altas médicas de 263 hospitales de California para registrar el uso de los filtros de la vena cava entre el 2006 y el 2010.
En ese período, más de 130.000 personas estuvieron internadas por coágulos sanguíneos. Uno de cada siete pacientes tratados en ese estado abandonó el hospital con uno de esos filtros, aunque la frecuencia de uso del dispositivo varió según el hospital (entre 0 y casi el 40 por ciento de los pacientes).
Los pacientes con una cirugía mayor o una hemorragia grave fueron los más propensos a recibir ese tratamiento, en el que también influyeron factores hospitalarios. Los hospitales más grandes, por ejemplo, utilizaban los filtros cincos veces más que los centros más pequeños, mientras que los hospitales urbanos lo hacían dos veces más que los rurales.
«Todos los especialistas que se ocupan de los coágulos sanguíneos se preguntan si esos filtros sirven o no», dijo White. «Todos se preguntan por qué se utilizan tanto. En el país, su uso crece y crece», agregó.
El equipo está estudiando la evolución de esos pacientes, con o sin filtros, pero el autor comentó que quedaron «atónitos» con la magnitud de la variación observada, aun entre hospitales a una cuadra de distancia.
Esa falta de información de efectividad de los filtros, como el tipo de especialistas que trabajan en cada hospital, influyen en esa variación, según publica el equipo en JAMA Internal Medicine.
Los CDC estiman que, cada año, entre 300.000 y 600.000 estadounidenses padecen una tromboembolia venosa y que entre 60.000 y 100.000 mueren por esa causa.
Prasad, que escribió un comentario publicado con el estudio, cuestionó el uso de los filtros en esos pacientes, dadas las dudas que existen sobre los beneficios y la seguridad de los dispositivos, cuyo implante cuesta entre 7000 y 12.000 dólares.
«Si el médico sugiere utilizar un filtro, el paciente debería hacerle varias preguntas antes, como por qué en su caso debería hacerlo», indicó Prasad.
Agencias