Hijo, ese hombre se llama Hugo Chávez, y quiero que te pongas sus zapatos, esos zapatos humildes de las suelas gastadas y el polvo de los caminos, te pido que recorras los pueblos y te encuentres con él en la esperanza del pescador, en la humildad del campesino, en la fuerza del trabajador, en la pureza de los indios, en la alegría de los estudiante, en la dignidad de los soldados
Cuando los reyes lo mandaron a callar, alzó su voz y la dijo sin miedo y cuando fue a la Asamblea en la ONU, allá en el “imperio”, dijo la verdad de los pueblos, dijo la verdad de nuestras venas abiertas, dijo que olía a azufre, cuando el representante del “imperio” se pasó por allí
Hijo, yo conocí un hombre que siempre prefirió sus zapatos gastados, que eran de una suela algo comida y un gris que sólo lo genera el polvo del camino. Porque sí, eran unos zapatos de muchos caminos. No hay pueblo, barrio o llanura de mi patria que esos zapatos no hayan recorrido. No hay patria hermana que no hayan transitado, no hay continente que no hayan pisado. Esos zapatos, hijo mío, tienen siglos caminando los caminos, pasaron Los Andes para liberar América, pelearon Santa Inés contra la traición de la oligarquía, resistieron en el cerro El Bachiller la triste y larga noche neoliberal, pisaron la grama de “Tierra de Nadie” junto a una estudiante que levantaba las banderas de los humildes, recorrieron los cuarteles con los soldados bolivarianos…
Hijo, ese hombre que yo conocí, ese hombre que prefirió los zapatos humildes, los zapatos del pueblo, ha sido un hombre honesto. Él decía su verdad en todo momento, decía su verdad así acarreara costos políticos, así no le gustara a los poderosos. Él decía la verdad de los oprimidos, y dijo la verdad de los indios que tenían años callados y dijo la verdad de los negros que seguían siendo esclavos y dijo la verdad del obrero explotado, y de la ama de casa, y la del estudiante. Dijo la verdad del pueblo. Hijo, siempre dijo su verdad cuando los medios lo intentaron silenciar. Cuando los reyes lo mandaron a callar, alzó su voz y la dijo sin miedo y cuando fue a la Asamblea en la ONU (Organización de Naciones Unidas), allá en el “imperio”, dijo la verdad de los pueblos, dijo la verdad de nuestras venas abiertas, dijo que olía a azufre, cuando el representante del “imperio” se pasó por allí…
Hijo, ese hombre también un hombre estudioso, siempre leyendo, siempre aprendiendo, todo lo veía, todo lo escuchaba, todo lo leía, todo lo marcaba, todo lo analizaba y con nada se quedaba. Cada cosa que aprendía la enseñaba, cada cosa que tenía la compartía. Cada persona que lo acompañaba crecía a su lado. Ese hombre nos invitó al estudio, nos invitó a la lectura, y también nos invitó a enseñarle. Sabía que del pueblo él aprendía, y no tenía miedo a equivocarse, asumía sus errores, aprendía de sus errores.
Hijo, el hombre de los zapatos polvorientos también era disciplinado, cuando se proponía algo no bajaba el pulso hasta lograrlo. Mantenía una tensión permanente hacia el objetivo y lo buscaba con constancia, con pasión. Nada lo hacía a medias, nada lo hacia sin ganas, por el contrario ponía toda su energía, todo su entusiasmo, todo su amor en las cosas que se proponía. Desde pintar un cuadro, declamar una poesía, jugar una caimanera, hasta conseguir la igualdad, la justicia, regresarle el poder al pueblo o lograr la unidad latinoamericana. En cada cosa que hacía volcaba un torrente de energía que parecía un huracán, y por eso nada con él era en calma, todo era en acción avasallante.
Hijo, ese hombre de los mil caminos ha sido un hombre digno, nunca permitió que nada ni nadie pusiera en duda su dignidad o la de su pueblo, nunca lo pudieron comprar, nunca lo pudieron coartar. Él ha sido un guerrero leal a sus ideas, leal a su gente, leal al amor. Hijo, ese hombre que yo conocí todavía existe, lo puedes encontrar en los caminos, lo puedes encontrar en la sonrisa de los niños, lo puedes encontrar la mirada y dignidad del pueblo.
Hijo, ese hombre se llama Hugo Chávez, y quiero que te pongas sus zapatos, esos zapatos humildes de las suelas gastadas y el polvo de los caminos, te pido que recorras los pueblos y te encuentres con él en la esperanza del pescador, en la humildad del campesino, en la fuerza del trabajador, en la pureza de los indios, en la alegría de los estudiante, en la dignidad de los soldados. Que te encuentres con él y aprendas de él, que lo escuches, que lo veas, que lo entiendas y que lo acompañes en sus luchas, que lo acompañes en sus sueños, que sueñes y luches por un mundo más justo, por una sociedad de iguales, por una patria unida. Hijo te pido que calces los zapatos de los humildes.
Lecturas políticas
Héctor Rodríguez Castro *
hector@psuv.org.ve @hectorodriguez
* Ministro del Poder Popular para el Deporte