Dicen que la aquella Verónica era una maniquí sacado de alguna tienda cuyo dueño, piadoso y fiel, lo entregó para que completara el elenco de las figuras estelares de este hermoso y eterno drama de la Humanidad que, en Chacao, como en todo el mundo, reúne y reunirá, pese a las condiciones, a los hombres de buena voluntad que comprendemos la grandeza del sacrificio del hijo de Dios
Participamos en la celebración del Día de la entrada de Jesús a Jerusalén en Chacao, nuestro querido municipio mirandino donde su tradición de los Palmeros de Chacao y en sus procesiones dedicadas una cada día a los sagrados misterios que encierra y proyecta la Semana Santa y admiramos esa poderosa verdad de fe, disciplina y carisma que encierra el querido Padre Carlos Porras, intensamente ligado a mi familia y quien presidió todas las cosas de la Iglesia de San José de Chacao y a quien le dedicó esta crónica firmemente basada en el afecto.
Son las procesiones de Chacao parte de la mejor tradición humana que se conoce en Caracas porque desde las diligencias, nacidas en épocas lejanas, de ir a buscar y traer las palmas de los cangilones del cerro tutelar de Caracas hasta las diarias procesiones siempre han sido animadas por todos. Chacao ha hecho siempre de estos días santos un motivo de existencia, una razón para vivir. Cada una de las cosas de la Semana Santa, en Chacao tiene su historia.
Personas que juran haber escuchado rezos continuos sin que hubiera persona alguna en la Iglesia, tradiciones que acompañan a familias enteras que, en el barrio El Pedregal, por lo menos, cuidan y perseveran en la fe al Santo Sepulcro, años enteros que transforman en hermosas costumbres familiares el adornar y preparar a los santos que en hombros de los “ llevadores de los santos“ de las procesiones de Chacao cruzan victoriosos las calles, llenos de fidelidad y de agradecimiento, Chacao conserva esos nombres impresos en la madeja diaria del poblado y que nunca serán olvidados por su piedad y deseo de servir a Dios.
Cuentan que en una procesión, hace muchos años, salió una Magdalena o Verónica que causó mucha gracia en la gente que incluso llego a burlarse de ella. Tenía mucho pelo, era tan común que a nadie la parecía virgen ni santa ni nada. Estaba vestida con un sencillo traje marrón de baja calidad. Era una más y dicen que una señora, española por más señas, se burló tanto de la Verónica que, en el acto, se le derritieron los zapatos.
Ante aquella venganza la mujer se aterró y mando, a partir de ese año y durante muchos, a hacerle un vestido a la Verónica de Chacao, quien todos los años estrena vestido.
Dicen que la aquella Verónica era una maniquí sacado de alguna tienda cuyo dueño, piadoso y fiel, lo entregó para que completara el elenco de las figuras estelares de este hermoso y eterno drama de la Humanidad que, en Chacao, como en todo el mundo, reúne y reunirá, pese a las condiciones, a los hombres de buena voluntad que comprendemos la grandeza del sacrificio del hijo de Dios.
Cuentan que, en una Semana Santa de Chacao, siendo miércoles santo cuando llegó la hora de salir en procesión, empezó a llover. Los fieles esperaron pero, al empezar a escampar y prepararse para sacar al Nazareno arreciaba la lluvia de nuevo. Así por tres veces, hasta que se convencieron de que “el viejito” como lo llamaban no quería salir en ese día aunque fuera el suyo.
Son eternidades profundas, de Chacao, nuestras que siempre nos protegerán.
Juan de Dios Sánchez
Cronista de Baruta