Hay una relación dialéctica entre hablar, leer y escribir, de manera que la realización de una de estas actividades influye en las otras dos. Si analizamos cómo escribe la gente, sabremos como habla y como lee. Una rápida ojeada u hojeada a la prensa, sea ésta física o virtual, nos da gran información
Luis Fuenmayor Toro
Así como en el pasado reciente, la oposición nos había acostumbrado a oírla decir disparates cada vez que declaraba o atacaba al Gobierno, hoy son los dirigentes gubernamentales quienes nos quieren acostumbrar a lo mismo. Mucho se burló el gobierno de quien llamaron el “filósofo” del Zulia, Manuel Rosales, candidato a Presidente de la entonces llamada Coordinadora Democrática. Pues hoy, quién lo hubiera creído, parece que tenemos varios Rosales en la cúpula gubernamental actuante.
Desde hace tiempo sé que muy poca gente realmente lee en nuestro país. Unos porque simplemente no saben leer, a pesar de haber completado el bachillerato y algunos incluso sus licenciaturas, más ahora que tenemos universidades que, con el cuento de que sus estudiantes fueron los marginados o excluidos del pasado, no les exigen ningún dominio de conocimientos, ni el desarrollo de habilidades y destrezas, ni nada que provenga del estudio formal.
Otros no leen simplemente porque no quieren, no piensan que necesitan leer, se lo prohibieron a ellos mismos, les produce un tedio tremendo la sola idea de tener un libro entre las manos, sobre todo si éste es de cierto grosor y tiene únicamente letras, sin figuras que les permitan descansar del tremendo esfuerzo mental efectuado. Este tipo de personas abundan en las más elevadas esferas oficiales, para no hablar de los niveles medios y bajos, y en las filas de la oposición agrupada en la MUD y también en las de la no agrupada en ésta, para seguir diciendo la verdad.
En el pasado adeco copeyano las cosas no eran muy diferentes; recuerdo a un decano de la UCV, en una reunión del Consejo Universitario decir, en relación con la primera presidencia de Caldera cuestionada por alguien, que por lo menos era un Presidente que sabía leer y escribir, lo que significa que estas importantísimas actividades no estaban realmente muy extendidas en nuestra patria. Y siguen sin estarlo, pues éste no ha sido uno de los retos asumidos por la “revolución bolivariana”.
Hay una relación dialéctica entre hablar, leer y escribir, de manera que la realización de una de estas actividades influye en las otras dos. Si analizamos cómo escribe la gente, sabremos como habla y como lee. Una rápida ojeada u hojeada a la prensa, sea ésta física o virtual, nos da gran información. Abunda la confusión entre el “ha” (verbo haber) y la “a” (preposición separable), sin importar el nivel educativo de quien escriba. Se cambia el “hay” (impersonal en plural) por “habemos” (haber), se hace un uso impropio del gerundio, de las preposiciones y del género.
Ni que hablar de la ortografía o de los signos de puntuación. Es usual que se separe el sujeto del verbo con una coma o que se utilice mayúsculas al inicio de una palabra para darle importancia, a pesar de tratarse de un sustantivo común. El estudio del lenguaje natural o materno debería ser prioritario y su aprendizaje indispensable para ser maestro o profesor.