Lo ocurrido con los hebreos en Venezuela es un ejemplo más de lo que han sido estos años de polarización. Otro de los vasos que quedaron rotos en el camino. Y en la misma estrategia intolerante y divisionista, el poder acostumbra a emplear su arsenal de calificativos denigrantes contra un adversario político
“El de Chávez ha sido un gobierno verdaderamente sionista: miles de judíos que vivían en Venezuela nos hemos venido a Israel durante estos últimos 12 años”.
Eso lo escuché en un kibutz –ejemplo de una comuna realmente socialista y exitosa-, ubicado en las afueras de Jerusalén. El tono de mi interlocutor navegaba entre la ironía y la nostalgia que sentía por haber tenido que dejar de ver todos los días al majestuoso cerro Ávila.
Shefa no se quejaba de su destino, ahora como agricultor y comerciante en su natal Israel, pero sus palabras estaban preñadas de la añoranza de aquel que recuerda con felicidad lo vivido. Sin atisbo de rencor cuenta que poseía unas tierras en el estado Zulia, las cuales fueron invadidas por afectos al oficialismo, y pesar de las múltiples gestiones que hizo para recuperarlas, “eso quedó así”. Eso fue un golpe que casi lo deja en la ruina, pero el apego a su fe judía lo hizo retornar a sus raíces. “Afortunadamente, Dios nos prosperó a mi familia y a mí aquí en Israel”, dice Shefa, con su barba y cabello canoso entrando ya en las siete décadas, en medio de un inmenso verdor de montaña del cual no provoca irse.
Hostilidad en ascenso
Historias como las que escuché en ese kibutz ayudan a entender parte de las razones de ese “sionismo” chavista: de 25 mil judíos que habitaban en Venezuela durante la década de los ‘90, hoy la cifra apenas llega los 9 mil, según datos de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV).
Ya sea por ignorancia, omisión o de forma intencional, la hostilidad hacia la comunidad hebrea en el país ha venido creciendo de manera inocultable en estos últimos años. Y el rol que en estas agresiones ha tenido el discurso oficial, ha sido innegable. Parte de estos episodios, vale la pena recordarlo, quedaron registrados en un estudio realizado por la CAIV, el cual arrojó que tan sólo durante el año 2011, fueron difundidas “1.540 piezas comunicacionales con contenido antisemita”. En el detalle del análisis, “se observa que casi la mitad (46,5%) de esos mensajes llegaron al público por medios pertenecientes al Estado venezolano. Asimismo, sobre el contenido de los mensajes, “nueve de cada diez (93,6%) mostraban a Israel como un Estado enemigo, no solo de los palestinos, sino de los valores inherentes al espíritu revolucionario izquierdista o del progreso del mundo”.
La violencia es como esa mala hierba que cuando no se corta a tiempo, es difícil erradicar de la tierra: de las pintas ofensivas en céntricas calles de Caracas que comenzaron a proliferar desde el año 2002, se llegó a la atrocidad que siete años después significó la profanación de la Sinagoga Tiferet Israel, ubicada en Maripérez.
Irresponsable discurso
Uno debe reconocer el soberano y absoluto deber y derecho del Estado venezolano de velar por la seguridad, pero la misma debe implementarse montada en los rieles de la legalidad. La intimidación y la persecución son otra cosa, propias de un régimen violatorio de los derechos humanos. Si los organismos de seguridad han detectado y probado actividades conspirativas, están en la obligación de ejercer acciones inmediatas, pero hasta ahora todo queda en acusaciones sin pruebas que avalen una supuesta “desestabilización”. El Gobierno ni informa ni mete preso a los supuestos “agentes del sionismo” que operan en el país. Todo se remite a un discurso que sirve para alimentar el antisemitismo y espiar impunemente a la comunidad hebrea.
Se puede cambiar
Lo ocurrido con los hebreos en Venezuela es un ejemplo más de lo que han sido estos años de polarización. Otro de los vasos que quedaron rotos en el camino. Y en la misma estrategia intolerante y divisionista, el poder acostumbra a emplear su arsenal de calificativos denigrantes contra un adversario político (“mongólicos”, “mariconzones” o “parece que tiene Mal de Sambito”), mientras existe una mayoría –chavista, opositora y “ni-ni”-, que clama por el cese de semejante mediocridad.
A la vuelta de la esquina tenemos el poder para empezar a cambiar esta sombría realidad. Será un camino empinado, largo y empedrado, como quien intenta llegar a la Colina de las Bienaventuranzas desde el lado del mar de Galilea. Fue allí donde Jesús hizo el milagro de la multiplicación de los panes y el pescado. Pero la hermosa vista hasta el infinito y la paz que allí se siente, enseñan que valió la pena cualquier esfuerzo hecho para estar allí.
LA FRASE
“El país pasó de símbolo a símbolo, del Pérez nuestro de cada día, al Chávez Todopoderoso del San Carlos, de invento a promesa, de ilusión a ficción, pero en todo caso, de video a video. En realidad, seguimos siendo apóstatas seriales. Muera Páez y viva mi mariscal Falcón. Abajo Castro y adelante Gómez. Saquen a Medina y pongan a Betancourt. Fuera Gallegos y que venga Delgado. Bolívar Libertador, y Bolívar Longaniza. De la deificación del padre de la Patria, al júbilo de ‘ha muerto el Tirano en Santa Marta, por bondad de Dios”.
José Ignacio Cabrujas
(“Buscando al gorila”, 15 de marzo de 1992)
AL CIERRE
Cuando nadie daba medio por la oposición chilena contra el dictador Pinochet, con todos los poderes a favor del régimen, una avalancha de votos derrumbó cualquier trampa. Si no se vota no hay nada que defender. No hay “ventaja electrónica” ni “hacker ruso” capaz de contener la expresión democrática de un pueblo.
Esta semana previa al 14-A se asemeja a los 200 metros finales de una carrera en la pista de La Rinconada, con un caballo desprendido en punta pero que ya “tiró el ancla y viene gateando”, como se dice en el argot hípico, y otro que está lejos pero con una descomunal atropellada… ¿podrá “matar en raya” o se quedará en el intento?
Richard Sanz
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