El dictador, quien dirigió los destinos de Alemania entre 1933 y 1945, llevó a la humanidad a la Segunda Guerra Mundial, y como jefe del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (NAZI), impuso el odio como una ideología política
“Una vez que Hitler accedió a la jefatura del gobierno, no tardó en autoproclamarse dictador y miles de ciudadanos contrarios al Partido Nazi fueron enviados a campos de concentración”
“Compatriotas alemanes…el 30 de enero se formó un nuevo gobierno nacional. Yo y conmigo el movimiento nacionalsocialista nos hemos incorporado a él. Siento, que el objetivo por el que tanto he luchado en los años pasados ha sido alcanzado”.
Con estas palabras, Adolfo Hitler inició el discurso pronunciado al asumir el poder. Como jefe del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (NAZI), Hitler dirigió los destinos de Alemania de 1933 a 1945. Orador dotado y carismático, poseído por una profunda convicción, es considerado como uno de los líderes más influyentes de la historia.
Odio racial
Hitler nació en Austria el 20 de abril de 1889 y era hijo de un funcionario de aduanas y una campesina. Fue un estudiante mediocre y jamás llegó a finalizar la secundaria. Solicitó el ingreso en la Academia de Bellas Artes de Viena, pero no fue admitido por carecer de talento.
Permaneció en Viena hasta 1913, donde vivió gracias a una pensión de orfandad y más tarde comenzó a obtener ingresos de los cuadros que pintaba. Leía obras que alimentaban sus convicciones antisemitas y antidemocráticas y su admiración por el individualismo y el desprecio por las masas.
Hitler se encontraba en Munich cuando comenzó la Primera Guerra Mundial y se alistó como voluntario en el Ejército Bávaro. Demostró ser un soldado entregado y valiente, pero la más alta graduación que consiguió fue la de cabo, debido a que sus superiores consideraban que carecía de dotes de mando. Tras la derrota de Alemania en 1918, regresó a Munich y permaneció en el Ejército hasta 1920.
Fue nombrado oficial de instrucción y se le asignó la tarea de inmunizar a los soldados a su cargo contra las ideas pacifistas y democráticas. Se unió al Partido Obrero Alemán, de signo nacionalista, en septiembre de 1919. En esa época, había sido rebautizado como Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NAZI) y Hitler fue elegido en 1921 su presidente (Führer).
Hitler difundió su doctrina de odio racial y desprecio por la democracia en los numerosos mítines que organizó. En 1923, encabezó una rebelión en Munich que fracasó por falta de apoyo militar, por lo que fue sentenciado a prisión. Fue liberado en 1924 y reconstruyó su partido. Consiguió atraer el voto de millones de ciudadanos prometiendo reconstruir una Alemania fuerte, crear más puestos de trabajo y devolver la gloria nacional.
El partido continuó creciendo, aprovechando la situación creada por el aumento del desempleo, el temor al comunismo y la falta de decisión de los rivales políticos del Führer frente a su confianza en sí mismo. Una vez que Hitler accedió a la jefatura del gobierno, no tardó en autoproclamarse dictador y miles de ciudadanos contrarios al Partido Nazi fueron enviados a campos de concentración.
La II Guerra Mundial
Su mayoría parlamentaria le permitió aprobar una ley que transfería al Partido Nazi el control de la burocracia y del sistema judicial, reemplazaba los sindicatos por un Frente de Trabajo Alemán y prohibía los partidos políticos, excepto el Nacionalsocialista. Tomó el control de la economía, los medios de comunicación y todas las actividades culturales, haciendo depender los puestos de trabajo de la lealtad a su ideología.
Contaba con su policía secreta, la Gestapo y con las cárceles y campos de concentración para intimidar a sus oponentes, aunque la mayoría de los alemanes le apoyaban con entusiasmo. El avance de la industria armamentística acabó con el desempleo, los trabajadores se vieron atraídos por un ambicioso programa de ocio y los éxitos alcanzados en política exterior impresionaron a la nación.
Hitler impuso su propio y brutal código moral tras desacreditar el poder de las autoridades eclesiásticas, acusándolas de corrupción e inmoralidad. Ridiculizó el concepto de igualdad entre los seres humanos y reivindicó la superioridad racial de los alemanes.
Hitler era consciente de que cualquier otra acción podría provocar un conflicto europeo y no vaciló en preparar a Alemania para una lucha que, a su juicio, fortalecería la moral del país. Firmó el pacto de neutralidad Germano-Soviético con la promesa de que cedería a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, una parte del territorio de Polonia cuando esta nación fuera derrotada, para lo cual la atacó en septiembre de 1939.
Los polacos fueron sometidos con rapidez. Las fuerzas de Hitler invadieron Dinamarca y Noruega en la primavera de 1940 y pocas semanas después, vencieron a las tropas de los Países Bajos, Bélgica y Francia. La derrota de Gran Bretaña pudo evitarse gracias a la intervención de las Fuerzas Aéreas Reales.
Hitler volvió su atención hacia la Unión Soviética. La invasión de la URSS, que comenzó en junio de 1941, no tardó en llevar a los ejércitos alemanes a las puertas de Moscú, pero los rusos les obligaron a retroceder y a medida que transcurría el tiempo, la derrota se hacía más inevitable, sin embargo, Hitler se negaba a capitular.
En julio de 1944, un grupo de oficiales organizó una conspiración para asesinar a Hitler y poner fin a la contienda, pero el plan fracasó. Finalmente, dejando tras de sí a una Alemania invadida y derrotada, Hitler se suicidó en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945, junto con la que había sido durante largo tiempo su compañera, Eva Braun, con quien había contraído matrimonio el día anterior.
“Solución final”
Adolfo Hitler inició un proceso de eliminación de diversos grupos raciales, políticos, sociales y religiosos que consideraba enemigos de Alemania, lo que llevó a crear los campos de concentración para asesinar a comunistas, judíos, testigos de Jehová, gitanos, enfermos mentales y homosexuales, lo que llamó “solución final”
Edda Pujadas / Twitter: @epujadas