Pero Salah Eddin Barhoum no era culpable de otra cosa que de ser de facciones árabes y del deseo del New Yotk Post de tener el contenido que nadie tenía
Salah Eddin Barhoum tiene 17 años y, que se sepa, ninguna intención de atacar el país en el que lleva viviendo cinco años. Sin embargo, este marroquí que estudia en un instituto de Estados Unidos ha pasado esta intensa semana en el punto de mira de muchos de los ciudadanos indignados cuando estos todavía buscaban a un sospechoso al que culpar de la inexplicable matanza durante el maratón en Boston el lunes, que dejó tres muertos y más de 150 heridos. Durante gran parte de estos días, Salah ha tenido miedo de salir a la calle.
La culpa, en realidad, es de un medio: el tabloide New York Post, que llevó en su portada del jueves una foto suya sacada de la grabación de las cámaras de seguridad. El titular no podía ser más explícito. Los hombres de la mochila: Agentes federales buscan a estas dos personas fotografiadas en el maratón de Boston.
Mientras el país todavía estaba intentando recuperarse del shock, mientras las autoridades todavía estaban reuniendo las pruebas que les dirigirían a otros sospechosos en el dramático enfrentamiento esa misma noche, el Post había conseguido lo que todo el mundo quería ver aquella mañana de jueves: la cara de un culpable.
Pero Salah Eddin Barhoum no era culpable de otra cosa que de ser de facciones árabes y del deseo del Post de tener el contenido que nadie tenía. Horas más tarde, cuando ya todo el mundo había visto la portada y había identificado al chaval, el tabloide se retractó y aseguró que, en realidad, nadie le estaba buscando. Pero Barhoum, que solo quería participar en el maratón más famoso del país de las oportunidades, no se tranquilizó.
El propio jueves vio cómo un hombre le miraba fijamente mientras hablaba por teléfono por la calle. «Me da miedo ir al instituto», dice. «Mi familia también tiene miedo de lo que pueda pasarles en el trabajo».
Como el malentendido no fue visto por tanta gente como la portada de un periódico de tirada nacional, siempre cabía la posibilidad de que un estadounidense enfurecido quisiera tomarse la justicia por su mano y atacarles, cuando no matarles, antes de preguntar su verdadera identidad. El padre de Salah, El Houssein Barhoum, se llevó a su familia a Estados Unidos desde Marruecos hace cinco años.
Esta semana ha temido por la seguridad de su hijo, sus dos hijas y su mujer. Ha asegurado que ha tenido miedo de ir a su puesto de trabajo como panadero en Boston. «Ahora mismo no estamos a salvo», dijo. «Cuando los medios publican algo deberían estar seguros de su información».
El Post, por otro lado, asegura que sí estaba seguro en este caso. «Seguimos apoyando la historia», decía ayer su redactor jefe, Col Allan. «La imagen fue enviada desde varias agencias de inteligencia el miércoles por la tarde, como decía nuestro artículo. No dijimos que fueran sospechosos». Las fotos en sí muestran a Barhoum cargando con una bolsa negra de la marca Nike, con un chándal azul y rojo. Y es cierto que todo hombre que llevara equipaje al maratón de Boston fue brevemente de interés en las horas siguientes a la matanza.
Pero todo lo que había en la bolsa era ropa: Barhoum quería correr aunque fuera parte de la carrera de forma no oficial, y había cogido el metro para ir a la zona de salida. Pero se equivocaron de dirección y acabaron en el peor de los lugares en el peor de los momentos: cerca de la meta poco antes de que sucedieran las explosiones. Decidieron quedarse por ahí.
El miércoles, sus imágenes empezaron a circular por Internet y comenzó el acoso. Barhoum acudió a la policía, que le recomendó que limitara el acceso a su perfil de Facebook. Pero al día siguiente, amaneció con la portada del Post. El joven sabía que si parecía sospechoso era solo por su bolsa y por el color de su piel. «Y me duele porque las personas que de verdad perpetraron el crimen deben de estar bien felices, viendo a todos los inocentes que reciben la culpa», explica. «Y yo soy uno de ellos».
• Thomas Castriviejo