En el proceso y como corolario de la sana gestión de los ejecutivos que se encargaron de dirigir a Pequiven, se pudo contribuir a la promulgación de una nueva ley sobre la petroquímica para permitir su desarrollo. Eran los tiempos de la Pdvsa exitosa de Siglo XX
Odoardo León Ponte
Venezuela lo entendió así, pero el modo de acción seleccionado en concordancia con los mareos políticos en el tiempo, se tomó en 1956 con la creación del Instituto Venezolano de Petroquímica (IVP), adscrito al Ministerio de Minas e Hidrocarburos y que en el curso del tiempo se identificó con el lema de «El Tablazo marca el paso». Nunca pudimos tener una industria petroquímica productiva y eficiente. Con la estatización de la industria petrolera y la aparición de una base de comparación con la gestión del sector petrolero recién estatizado, se inició abiertamente un compás de cuestionamiento de la gestión del IVP que obligó al Ejecutivo a declarar la intervención de dicho instituto terminando, finalmente, en la creación de Pequiven, filial de Pdvsa.
A través del tiempo y con los criterios típicos políticos de idear y detectar necesidades pero de no saberlas organizar y ejecutar en la práctica, bajo la presunción de que la propiedad por parte del Estado es indispensable para la seguridad del país (¿hay algún país desarrollado que sea propietario de los medios de producción en la forma en que en nuestro país se ha pensado que debe ser?). El IVP se convirtió en un «pot-pourri» con muchos pies y cabezas. Primero le asignaron la red nacional de gasoductos, después le transfirieron la Refinería de Morón, luego le asignaron el Complejo Petroquímico de El Tablazo, más adelante una planta de caucho sintético y finalmente, se la involucró con el Ministerio de Minas e Hidrocarburos, el CONICIT y la CVP en la creación del Invepet: Fundación para la Investigación en Petróleo y Petroquímica. En el camino el IVP contrató la construcción de plantas con distintas empresas pero sin ningún orden en cuanto a la necesaria unidad tecnológica. El IVP (un instituto y no una empresa) manejada por políticos con criterios políticos, fue dando tumbos con el resultado de que las plantas de diversas tecnologías no funcionaban ni se complementaban. Los fertilizantes se importaban, se ensacaban y se vendían en el mercado nacional. La situación llegó a tal nivel de criticidad que el presidente Carlos Andrés Pérez decidió solicitar la ayuda de Pdvsa, que envió un equipo de cincuenta personas de Lagoven y Maraven para tomar las riendas y enrumbar al IVP, con acciones gerenciales producto de criterios exitosos de la Pdvsa Siglo XX de Primer Mundo. Como resultado de esa gestión se creó a Pequiven en su reemplazo y se le traspasaron todos sus activos.
Una vez pasado el rubicón, se inició una nueva etapa que, aparte de las acciones propias en cuanto a la operatividad de sus instalaciones y al saneamiento financiero, permitió la creación de una serie de empresas mixtas, abriendo las puertas para el inicio de la producción de insumos para la industrialización aguas abajo, de los productos de refinación: el verdadero proceso de incorporación de la industria petroquímica como parte importantísima del parque industrial nacional. En el proceso y como corolario de la sana gestión de los ejecutivos que se encargaron de dirigir a Pequiven, se pudo contribuir a la promulgación de una nueva ley sobre la petroquímica para permitir su desarrollo. Eran los tiempos de la Pdvsa exitosa de Siglo XX.