Medio año después de que el huracán arrasara buena parte de las zonas costeras de la ciudad, el país aún tiene marcas físicas y emocionales, con una reconstrucción sin concluir y muchas familias modestas que sobreviven en condiciones muy difíciles
ALBANY. «Sandy» llegó a Nueva York en la noche del 29 de octubre pasado con vientos de unos 120 kilómetros por hora y, sobre todo, una enorme avenida de agua potenciada por la marea alta que inundó todas las zonas bajas de una ciudad compuesta sobre todo por islas. El huracán causó 48 muertos en Nueva York (muchos, ahogados en sus casas) cuando olas de varios metros arrasaron viviendas, comercios e infraestructuras, inundaron los túneles y la red de metro.
Miles de viviendas quedaron destruidas o dañadas gravemente, especialmente en Staten Island y la península de Rockaways (Queens). El tercio sur de Manhattan, partes de Brooklyn, Queens y Staten Island quedaron sin electricidad durante días (en algunos vecindarios, semanas). Ahora, muchas de las zonas más turísticas de la ciudad, como Battery Park (que sufrió una inundación de cuatro metros de altura) están ya recuperadas y allí «Sandy» sólo es un recuerdo pero, en puntos menos visitados y muy modestos de Queens o Staten Island, la recuperación no ha llegado y la tragedia sigue muy presente.
Seis meses después del huracán, los hijos de Lucina Muñoz todavía siguen «traumatizados» por la angustiosa evacuación de la pequeña casa que esta familia de inmigrantes mexicanos habitaba en la zona de Midland Beach, en Staten Island. Lucina no puede contener las lágrimas al recordar, en una entrevista con Efe, cómo ella, su esposo y sus tres hijos (de 9, 7 y 5 años) tuvieron que huir por una ventana para no morir ahogados en una casa en la que el agua llegó al segundo piso.
Un cubo de basura de plástico permitió a los adultos llevar uno a uno a sus hijos hasta una zona un poco más alta, y la madre, que no sabe nadar, fue remolcada por su marido agarrada a una tabla. Allí los rescataron los bomberos. Ellos se salvaron, pero una pareja de ancianos que vivía al lado murió ahogada. En Staten Island fallecieron 23 de las 48 víctimas mortales de la ciudad, once de ellas en este vecindario.
«Todo se inundó, perdimos todo», se lamenta Lucina, quien pese a que su familia se salvó ve junto a su marido que todo lo conseguido tras nueve años de duro trabajo en Estados Unidos (muebles, ropa, enseres domésticos, juguetes) se esfumó tragado o destruido por el agua. Tras dos semanas en un albergue y un tiempo con unos familiares, desde diciembre alquilan otra vivienda y han salido adelante gracias a algunas ayudas (de las autoridades, la escuela de sus hijos, el consulado mexicano o un centro de apoyo a inmigrantes latinoamericanos).
Sus niños reciben terapia psicológica de la Cruz Roja. Pero todas esas ayudan no cubren ni de lejos la pérdida de todas las posesiones de esta familia de modestos inmigrantes. Por ejemplo, aún siguen sin camas y duermen en catres de camping.
«Siento que no nos ayudan lo suficiente», lamenta. La familia de Lucina, igual que la de su amiga peruana Andrea Fernández y decenas de miles de personas más, no siguió la orden de evacuación de las autoridades después de que sí salieran durante el huracán «Irene» de 2011 para ver que al final no pasó nada.
Pero «Sandy» entró con una fuerza inusitada y la casa de Andrea -situada, como la de Lucina, a unos 300 metros de la playa- tiene una marca que atestigua cómo el agua llegó a una altura de unos 2,20 metros. También ellos (su marido y dos niños) tuvieron que evacuar por una ventana hasta la pequeña barca de remos de un vecino -que casi vuelca por exceso de carga-, desde la que pasaron a la vecina casa de la suegra de Andrea, que es más alta.
Esa casa también se inundó y para no ahogarse tuvieron que agujerear una pared a golpes para pasar a la vivienda situada detrás, aún más alta. Andrea y su marido no tenían seguro, y después de perderlo absolutamente todo -el agua de mar destruyó paredes y electrodomésticos- han recibido muy pocas ayudas.
También han dependido de familiares y donativos, y viven de alquiler en una casita de madera pero sin apenas muebles. Y se queja de que los responsables de algunas entidades no distribuyen ayuda entre los hispanos.
Ella también se emociona recordando el calvario que están pasando, especialmente por sus hijos de 9 y 7 años, mientras intentan reparar la casa en su tiempo libre. En seis meses, apenas han logrado quitar escombros y limpiar la mitad de la pequeña vivienda.
Siguen cerradas
La línea A de metro no ha podido reabrir todavía en Rockaways. La estación de South Ferry, al extremo sur de Manhattan, abrió parcialmente a comienzos de este mes. En Red Hook (Brooklyn), el supermercado Fairway sufrió daños por valor de 14 millones de dólares y no pudo reabrir hasta marzo, cuatro meses después del huracán.
El acuario de Nueva York (en Brighton Beach, Brooklyn) espera reabrir esta primavera. Igual ocurre con la Estatua de la Libertad y la vecina isla de Ellis, que integran un parque nacional y que siguen cerradas. Tras varios retrasos, se prevé que reabran el 4 de julio, la fiesta nacional de EE.UU. Agencias
600 familias sin casa
Otras 600 familias neoyorquinas que aún siguen sin casa viven alojadas en hoteles pagados por las autoridades, pero este programa concluye el próximo miércoles y aún no tienen a dónde ir. Por Nueva York y sus alrededores prosiguen las obras de reconstrucción. Se han reparado más de 100 escuelas dañadas y se han retirado decenas de miles de metros cúbicos de escombros.