Los momentos malos son inevitables, así que el amor deberá prevalecer para hacer una balanza en que lo positivo pese más que lo negativo
Cuando se habla de la vida en pareja surge una pregunta que, probablemente, te la has hecho alguna vez en tu vida: ¿Qué hace que unas parejas duren toda una vida y envejezcan juntos mientras otras no tarden demasiado en separarse o en decirse adiós?
Algunas posibles respuestas a la pregunta anterior pueden ser: madurez emocional, compromiso, que significa estar tanto en las buenas como en las malas; tolerancia, entre otras razones, que dependerán de cada pareja y de los mecanismos que tengan para acoplarse para hacer de esa relación un vínculo duradero o, al contrario, de una vida tan corta como un suspiro o simplemente un abrir o cerrar de ojos.
1. Romance que
inicia con buen pié
Víctor Hugo y Eva se casaron tan enamorados que se juraban amor eterno mientras sus ojos brillaban confirmando ese amor. Ella era una mujer bonita, de cabello negro azulado, ojos obscuros como la noche, de mirada profunda, piel tersa y sonrisa contagiosa. Él era un hombre alto, delgado, de ojos marrones e inteligencia aguda, lo que era su principal atractivo antes que su sonrisa varonil o su elegante presencia que a muchas féminas cautivaba.
Apenas Víctor vio a Eva se sintió atraído. Había algo indescriptible que lo enamoraba, quizá, era su carácter afable, su belleza fresca, su sencillez, hecha mujer. Él, para ella, era un hombre tanto guapo como inteligente, dos cualidades que casi nunca se ven juntas en una misma persona, porque la inteligencia y la belleza pocas veces son compatibles.
Empezaron a salir. Ella a sus dieciocho era una chica madura, trabajadora y llena de vida. Él a los veinte años era un joven valiente, que pensaba que no había algo imposible en la vida, así que el romance se hizo presente, y el amor nació para nunca morir en una relación que comenzaba con muy buen pié, porque las condiciones estaban dadas para que aquel vínculo durara y se hiciera más fuerte con el paso del tiempo.
Una tarde en que sol brillaba, con nerviosismo, Víctor le pidió matrimonio a Eva. Ella, suspirando, sin pensarlo, muy ilusionada, aceptó, pues su corazón le decía que ése era el amor de su vida, su compañero para siempre, con quien estaría tanto en las buenas como en las malas, como dice el cura cuando en un matrimonio pronuncia tales palabras que nos hablan de lo que será la convivencia, en que el sentimiento se somete a prueba para demostrar cuán verdadero es o, al contrario, lo frágil que puede resultar.
2. Del noviazgo
a la convivencia
Ya viviendo juntos, Víctor y Eva se dieron cuenta de que todo no era color de rosa. Empezaron los problemas. El dinero no les alcanzaba y se proponían ahorrar para tener algo propio a mediano plazo. Para colmo, justo ahí, Eva salió embarazada. La noticia no contó con la acogida con que una vez soñaron los dos que tendría, pues habían planificado que aquel suceso vendría, por lo menos, en cinco años, pero el primogénito se adelantó y llegó cuando comprar pañales significaba sacrificar la ida al cine los lunes o la necesaria salidita dominguera.
Entonces, con el embarazo, Eva perdió su esbelta figura. Víctor aunque la amaba, ya no veía en ella aquella mujer que le despertaba la más fuerte de las pasiones, pero los dos sabían que uno no podía estar sin el otro, así que aquello pasaría y la pasión se haría presente entre los dos tanto como antes o, mejor aún, crecería porque iría de la mano con ese sentimiento mágico que bien conocemos y nos hace ver el mundo de un modo distinto.
Desde que nació su primer hijo, Eva sentía que ya no tenía tiempo para nada. Cuando llegaba del trabajo, le tocaba atender al bebé. No obstante, Víctor la ayudaba, sabía que no era nada fácil, ser madre y esposa, aparte de trabajar ocho horas al día. En fin, la comprensión estaba ahí haciendo que esa relación que los dos estaban construyendo día a día, se hiciera más sólida con el paso del tiempo y con la superación de las adversidades que para variar no faltaban.
3. De la tormenta
a la calma
La relación de Víctor y Eva no siempre fue un cuento de hadas, más bien, en algunas ocasiones se transformó en pesadilla, en que uno se cuestionó sí seguía o no al lado del otro, como siempre pasa en toda relación, pero ninguno le faltó el respeto al otro con una infidelidad que marcara de por vida, así que el amor prevaleció permitiendo que toda calamidad se superara y la esperanza los embargara en cada amanecer.
Aparte del dinero que, a veces, escaseaba o no permitía momentos de diversión que, por lo mucho que trabajaban y por lo que se sacrificaban en la crianza de su pequeño hijo, bien merecían los dos como pareja, a solas o en compañía de su pequeño hijo, estaba la rutina que se convertía en una indeseable presencia cuando en los ratos en que estaban libres los dos permanecían en casa ocupándose de las labores domésticas o viendo fijamente el televisor, sin ánimos de conversar o de hacer el amor, porque el agotamiento se apoderaba de ellos hasta convertirse en una indeseable entidad.
Debido a que no todas las relaciones son perfectas, Eva y Víctor vivían momentos difíciles en que lo que traía el día a día, a veces, los ponía entre la espada y la pared, haciéndolos dudar del amor que se devengaban, pero cuando la angustia pasaba y las emociones se aquietaban se reconocían tales cuales eran para concluir que ambos habían nacido el uno para la otra, y que en eso no había discusión ni duda alguna.
¿Qué hace que
una relación
dure mucho?
*** No existen fórmulas mágicas, sino más bien se trata de una combinación de tolerancia, solidaridad, mientras existe el compromiso sincero de estar unidos, como reza el refrán, en las buenas y en las malas o, mejor aún, en las verdes y en las maduras.
*** Se trata, asimismo, de saber, que los momentos malos son inevitables, así que el amor deberá prevalecer para hacer una balanza en que lo positivo pese más que lo negativo, porque hay la firme conciencia de que el sentimiento se renueva para hacerse más sólido a pesar de los desencuentros y de las adversidades
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas