Empezó a hacerse realidad la amenaza de Cabello. Desaparecido el muro de contención que – según él- era Chávez, los radicales se han lanzado en jauría, como locos, contra la oposición, incurriendo en agresiones insensatas.
Altos jerarcas del gobierno han tenido la ocurrencia de llamar “asesino” a Capriles. El jefe de la bancada oficial en la Asamblea Nacional amenaza con enjuiciarlo y embargarle los bienes. Una ministra anuncia con jaquetoneria que ya está lista la celda donde cumplirá su condena. La amenaza tiene sin cuidado a Capriles, como hemos podido apreciar por tv, aunque quizás convenga no echarla en saco roto, tomando en cuenta quien la ordena.
Los locos de Maduro y Cabello han ido más lejos. De la amenaza pasaron a la agresión. Lo sucedido en la Asamblea Nacional es manifestación siniestra de lo que son capaces. Esa fué una emboscada minuciosamente planificada. A determinados diputados y a determinadas diputadas se les asignó una acción a cumplir. A la diputada Nancy Ascencio, muy fornida, la de agredir a la diputada María Corina Machado. La templó por la cabellera, lanzándola al piso y de un taconazo le causó cuatro fracturas en la nariz. El diputado suplente, Michel Reyes Argote, quien no tenía derecho a estar en la sesión porque el principal, Elvis Amoroso, estaba presente, penetró en el espacio reservado a la bancada de la oposición lanzando puñetazos como loco a diestra y siniestra. Fue él quien le fracturó el pómulo al diputado Julio Borges y golpeó a otros diputados. Reyes Argote, es el gordote, con estampa de orangután, vestido con chaqueta tricolor, que se ve en el video donde se recogieron todas las incidencias de este episodio bochornoso.
La estrategia de Maduro es incomprensible. Aunque con estampa de banquero, fue hace algunos años dirigente sindical en el Metro de Caracas. Tiene experiencia política. Conoce mejor que nadie los resultados del 14A. En la mejor hipótesis para él, el resultado fue mitad y mitad. No puede actuar como autócrata. Está obligado a negociar un modus vivendi con la oposición que facilite la convivencia pacífica de los venezolanos. Pero evidentemente no está dispuesto a un entendimiento. ¿Quién se lo impide? ¿A quién le interesa que se mantenga como autócrata no obligado a rendir cuentas a nadie? Adivínenlo.
La capacidad de odio de Maduro es tan insondable, que no ha sido capaz de indultar al comisario Simonovis, en grave estado de salud. Ni siquiera la carta conmovedora de su hija Ivana lo sensibilizó.
Octavio Lepage