El símil del agua que se escurre éntrelos dedos ha sido utilizado más de una vez como recurso poético en canciones y afines. Hoy echamos mano a la manida frase para ilustrar cómo se desvanece el endeble régimen que se pretende consolidar a raíz de unas elecciones fundamentadamente cuestionadas.
Desde hace ya un par de meses nos encontramos en aquello que, ya antes de suceder, se habían bautizado como “postchavismo”. Finalizó una era en Venezuela. El análisis de la misma quedará para la historia; y aunque tenemos mucha tela que cortar al respecto, no es el objetivo de estas líneas.
Hoy queremos escribir sobre lo que se desvanece: la fantasía, la ilusión, la fatuidad de pretender apuntalar inorgánicamente un gobierno que no se parece a lo que quiere el país y lo que es más grave: lo hace a contrapelo de la voluntad de las mayorías.
Es por ello que esta ficción se escurre ante hechos brutales como el silencio impuesto a los parlamentarios demócratas y la canalada de la posterior agresión orquestada como una encerrona de manera traicionera y con el agravante de tender una celada a representantes populares, violentando así el derecho de numerosos venezolanos, además del salvaje atropello físico a las víctimas.
Con tan bajo episodio entendimos por qué no pueden entrar al hemiciclo otras cámaras distintas a las oficialistas, las cuales, en una rastrera labor de vasallaje, enfocaron convenientemente el techo mientras María Corina Machado y Julio Borges, entre otros, eran pateados hasta ocasionarles varias fracturas.
Intentar embargar esta noticia fue como retener agua en el puño. Cámaras de celulares tomaron el episodio que le dio la vuelta al mundo y el periodismo ciudadano se ocupó de esparcir la alarma por el fáctico golpe de Estado que se le estaba dando al parlamento nacional.
Naciones hermanas llaman al diálogo, desatando la ira irracional de quienes hoy ocupan el poder; gobiernos diversos ponen en entredicho los resultados electorales, hoy objeto de una “auditoria chucuta”; la cual por cierto no tiene nada que ver con lo prometido por el candidato oficialista en la reunión de Unasur.
La comunidad internacional está meridianamente clara, a tal punto, que Nicolás Maduro ha tenido que emprender una costosa gira que el diputado Carlos Berrizbeitia ha avaluado en aproximadamente un millón de dólares, dada la enorme comitiva que incluye hasta un chef privado.
Es demasiado tarde para detener el agua derramada. Ya le ha dado la vuelta al mundo. Al chavismo no volvemos. El postchavismo es el eclipse de un modo de gobernar que fracasó y que no volverá porque es inviable. Bien haría el madurismo en intentar entender un poco más a la Venezuela del siglo XXI.
Noel Álvarez