“No podía pintar sino amaneceres. Pintándolos se me olvidaban siempre las gaviotas. Debe ser porque el color de su vuelo tiene la luz en otras horas”.
Esta frase pertenece a Armando Reverón, quien fue más que artista y pintor, pues su obra, realizada en gran parte en el litoral central, capta y transmite toda la luminosidad del trópico.
Es considerado el mejor artista plástico venezolano del siglo XX. Se interesó profundamente por la acción de la luz sobre las formas. Entusiasta del impresionismo francés, su pintura evolucionó a la abstracción y el simbolismo. Los temas preferidos fueron el paisaje y el desnudo femenino.
Reverón fue miembro sobresaliente de la Academia de Bellas Artes, junto a figuras de la talla de Manuel Cabré, Antonio Edmundo Monsanto y César Prieto y la fecha de su nacimiento, 10 de mayo, fue escogida para celebrar el “Día del Artista Plástico Venezolano”.
De Caracas al mundo
El 10 de mayo de 1889 nace en Caracas, Armando Julio Reverón, hijo de Julio Reverón y Dolores Travieso. Tras el fracaso del matrimonio de sus padres, el pequeño es enviado a Valencia, al hogar de los Rodríguez-Zucca, una pareja canaria que lo forma en los primeros años de su vida.
En Carabobo, Reverón da sus primeros pasos en la pintura de la mano de su tío, Ricardo Montilla, que con sus enseñanzas reafirma la vocación artística del muchacho. Bajo el cuidado de los Rodríguez-Zucca, establece una estrecha relación con Josefina, hija de la pareja, a quien aprecia como a una hermana.
En 1904, junto a su madre, Reverón se muda a la casona donde nació Francisco de Miranda, convertida en pensión y allí conoce al joven pintor César Prieto, quien lo convence de inscribirse en la Academia Nacional de Bellas Artes. En 1910, Armando disfruta de las ventas de frutas y legumbres, le apasiona la plaza del mercado y nacen sus naturalezas muertas.
Al año siguiente, su rendimiento en la Academia Nacional de Bellas Artes merece la postulación de los profesores para una pensión de estudios en Europa. Su madre le ayuda a costear el viaje a España, en donde ingresa a la Escuela de Artes y Oficios y Bellas Artes. A finales de 1912, regresa a Venezuela y tras una corta estadía, vuelve a España y se inscribe en la Academia de San Fernando de Madrid en los cursos de Antonio Muñoz Degrein y José Moreno Carbonero, extravagante pintor maestro de Dalí.
En su regreso a Caracas, en 1915, conoce a Samys Mutzner, un pintor rumano de modestas cualidades que ejerce cierta influencia en su trabajo. Residenciado en la casa de su tía, se hace asiduo visitante del Círculo de Bellas Artes, fundado en 1912 por sus compañeros de la academia caraqueña, quienes a pesar de su anterior ausencia siguen considerándolo uno de ellos.
En 1917 muere su hermana de crianza Josefina Rodríguez-Zucca. Hundido en una gran depresión, Reverón se refugia junto a su madre en una casa de Pilita a Mamey. Conoce al pintor ruso Nicolás Ferdinandov, quien le brinda consejos que determinarían su futuro: conseguir dinero, comprar una vivienda que le permitiera aislarse y compartir su vida con una mujer humilde. Reverón pinta los primeros paisajes que definirían su período azul.
El artista conoce a Juanita, con quien compartirá el resto de su vida, convirtiéndola en su compañera, modelo y cómplice. En 1920 Reverón expone en los salones de la antigua Universidad Central de Venezuela y un año después aparece Paisaje de Macuto.
Adoptado por el Litoral
Luego de varias mudanzas, el artista compra un terreno al costado del río El Cojoen el litoral, donde se instala e inicia la construcción de la vivienda que lo alojaría hasta su muerte. Con el paso del tiempo, los lugareños bautizan la casa de Reverón como El Castillete.
Oleaje y Playa de Macuto son las únicas obras de 1926. El siguiente año pinta Juanita, el primer óleo en el que retrata a su fiel acompañante. Con Luz tras mi enramada, lleva a los límites su delirio de la luz. El artista vende obras importantes a precios muy bajos para saldar una deuda de 2 mil 500 bolívares.
A principios de los ´30, aislado y a la caza de la luz, surgen sus primeros autorretratos. Alfredo Boulton organiza una exposición en el Ateneo de Caracas para ayudar al artista, sin embargo, se venden pocas obras, 200 bolívares es el mayor monto alcanzado por una de ellas.
Cerca de El Castillete, el artista construye un racho para alojar a su madre, anciana y enferma. Juanita se encarga de los cuidados de doña Dolores, quien fallece en 1942 y Reverón se sumerge en un profundo dolor y sufre un desequilibrio mental. Dos meses después, se recupera y vuelve a pintar; sin embargo, se aleja de los paisajes y la temática de sus cuadros recrea el mundo mágico en el que se refugia. Así comienza la etapa que lo consagraría como un verdadero precursor.
El Salón Oficial de Arte Venezolano le otorga en 1953 el Premio Nacional de Pintura, el primer reconocimiento a su obra. Al año siguiente, se refugia en El Castillete, retraído, solitario ante los ojos de la gente, siempre acompañado por sus muñecas, pero es llevado al sanatorio del doctor Báez Finol, donde fallece el 17 de septiembre de 1954.
En la gran pantalla
Una película basada en la vida del artista Armando Reverón fue proyectada en el 2010 bajo la dirección del venezolano Diego Rísquez. El actor Luigi Sciamanna fue el encargado de dar vida al famoso “Loco de Macuto”. La película se tituló Reverón y su música estuvo a cargo del galardonado realizador venezolano Alejandro Blanco-Uribe, mientras que el guión es del escritor Armando Coll
Edda Pujadas | Twitter: @epujadas