¿Esta marcha hacia el desastre es fruto de la torpeza pura y dura de un gobierno que de tal sólo tiene el nombre? ¿O es el resultado, quizá, de una estrategia castrista adelantada para que un estallido social, alentado irresponsablemente desde el poder, se lleve por el medio lo que queda de la maltrecha democracia venezolana?
El llamado “Hojilla-Gate” no ha tenido en los barrios el devastador efecto que sí ha tenido en otros sectores sociales y de opinión. Más allá del comentario ocasional de los más informados políticamente, para los habitantes de los barrios el “Hojilla-Gate” prácticamente ha resbalado. Y esta realidad tiene, a nuestro modo de ver, cuatro causas, unas más importantes que otras.
Escatológico trasnocho
La primera es que en los sectores populares el protagonista del escándalo es un personaje desconocido, y los pocos que lo conocen ciertamente no lo aprecian. Su programa de TV era visto fundamentalmente por el funcionariado gobiernero, que sabía que tal espacio era usado por el Presidente Chávez ocasionalmente para girar instrucciones, ya fuera usando al presentador como vocero oficioso o directamente, a través de eventuales llamadas telefónicas; otro sector social que solía sintonizarlo era la parte masoquista de la clase media opositora, aficionada a escandalizarse por el lenguaje escatológico y los delirios políticos del “moderador” (nunca peor usado ese término) del programa. Pero el pueblo, incluso el pueblo chavista, no veía tal programa, porque en el mismo la protesta popular solo era mencionada para descalificarla, y porque los pobres generalmente tenemos que madrugar mucho para buscar el pan, y no podemos darnos el repugnante “lujo” de trasnocharnos viendo a un sujeto “mentándole la madre” a medio país usando la impunidad que el poder, hasta hace poco, le garantizó.
Corrupción sin sorpresas
La segunda razón por la cual el “Hojilla-Gate” no ha generado impacto en los sectores populares es porque todo lo que la grabación supuestamente “revela” es cosa sabida en los barrios, espacios desde donde se ha venido señalando consistentemente como responsable de los males sociales y de las promesas incumplidas al “entorno” del entonces Presidente Chávez. “El Presidente es bueno, él tiene buen corazón, pero los que están a su alrededor son incapaces y ladrones”, solía decir hasta el más pesuvista de los manifestantes. Pues bien, para esos compatriotas no es ninguna novedad que ahora una grabación “revele” que fulanito es un corrupto que tiene empresas de maletín, o que perencejo es un “bolsa” que se deja manipular por la mujer. Para “descubrir” tales cosas no era necesario incurrir en traición a la patria al hacerse agente de inteligencia del G2 cubano. Bastaba con tener ojos abiertos y orejas limpias.
Estamos ocupados en sobrevivir
La tercera razón por la que en los barrios el asunto de la grabación ha pasado apenas como un escándalo más es porque los habitantes de los barrios estamos demasiados ocupados luchando para apenas subsistir: haciendo largas colas para poder comprar harina de maíz precocida, aceite comestible, papel higiénico y leche en polvo; o pasando noches en vela esperando el agua para lavar la ropa, porque a Hidrocapital (“Una herramienta de la Revolución”, como reza su slogan) le da la gana de abrir en día de semana a medianoche el chorrito de agua que ponen cada siete, 15, 30 o 90 días, de acuerdo al “ciclo normal” le asignan a cada barrio; o huyéndole al hampa, que se alborota especialmente cuando los recurrentes apagones transforman en boca de lobo las escaleras y callejones del barrio… En fin, demasiado que hacer, como para estar pendientes de un show mal escrito y peor actuado.
Explosivo trío
Pero la cuarta razón es la más grave de todas: En los barrios el “Hojilla-Gate” ha pasado casi desapercibido porque en los sectores populares de Venezuela no hace falta una razón más para que la indignación popular se desborde, como en efecto está ocurriendo. La receta para un estallido social tiene tres ingredientes fundamentales: Traición, NMS (es decir, someter a buena parte de la población a malvivir en “niveles mínimos de subsistencia”) y censura, y el gobierno viene jugando irresponsablemente con este trío de explosivos elementos.
En efecto, así como en 1988 la campaña electoral de CAP ilusionó sobre todo a los sectores populares del país con “el regreso de la Gran Venezuela” para luego decepcionarlos intentando aplicar un no consensuado “paquete económico”, de la misma forma Maduro prometió en su campaña electoral ser “el hijo de Chávez”, el “continuador de Chávez” para luego, apenas tomó el poder, en vez de dar continuidad a la política chavista de subsidios directos procedió a aplicar medidas típicas de todo paquete económico ortodoxo: devaluación de la moneda, alza de precios, reducción de los beneficios laborales y… represión; Como consecuencia del Paquetazo Rojo, los sectores populares -incluyendo la minoría que recibió el pírrico aumento salarial del 20%- se ha visto condenada a vivir al ras o por debajo de los niveles mínimos de subsistencia (NMS), con todas las consecuencias que en materia de malestar social e instabilidad política esto conlleva. Y, para colmo, al elevar a política de Estado la censura de prensa (en su variante de promoción de la auto-censura) el régimen impide que el descontento pueda drenarse a través de la libre expresión, mientras la censura política (al cerrar la Asamblea Nacional a los debates y judicializar a los dirigentes de la Unidad Democrática) obstruye el que tales conflictos tengan soluciones concertadas, pacíficas, constitucionales, fruto de la acción legitima de las instituciones.
Organización y movilización
contundente y pacífica
¿Esta marcha hacia el desastre es fruto de la torpeza pura y dura de un gobierno que de tal sólo tiene el nombre? ¿O es el resultado, quizá, de una estrategia castrista adelantada para que un estallido social, alentado irresponsablemente desde el poder, se lleve por el medio lo que queda de la maltrecha democracia venezolana? Ambas cosas son posibles, pero las dos deben tener una única respuesta: la organización y movilización del pueblo, contundente, pacífica y constitucional, en defensa de nuestros derechos económicos y sociales (por un salario decente, contra la inseguridad) y en ejercicio pleno de nuestros derechos civiles y políticos (ejerciendo en la calle y en las redes sociales la libertad de expresión, exigiendo que hagan lo mismo los medios que de manera cobarde u oportunista se plieguen a la autocensura, redoblando los esfuerzos por tener un gobierno que además de “legal” sea legítimo…).
“Hay un camino”, y es ése: la lucha. Vamos ganando ¡Palante!
Radar de los Barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @chuotorrealba