Los consejos de familiares siempre son importantes, pero en el tema de salud y en el caso específico de parasitosis existen un sinfín de mitos y leyendas.
Los principales mitos en torno a esta patología es que se asocia con el bruxismo (habito de rechinar los dientes), con la tos durante las horas de sueño y que los niños son los únicos que pueden sufrir una parasitosis. Si bien existe un tipo de parásito que durante su ciclo vital puede alojarse en las vías respiratorias y digestivas de las personas, no se ha comprobado que esté relacionado con esta situación.
La parasitosis se adquiere por múltiples vías y dependerá del tipo de parásitos. La fuente principal de contagio es la ingestión del parásito por la contaminación fecal del agua y los alimentos, como en el caso de los helmintos (Áscaris, etc.), la Giardia duodenalis o lamblia, la Entamoeba histolytica. También, puede ser a través de la piel (Necator y Ancylostomo) y formas menos frecuentes a través del trasplante de órganos, o transfusional.
Es importante saber que un elevado porcentaje de la población mundial está afectada por parásitos que deben ser atendidos clínicamente, siendo los más comunes, del grupo de los helmintos, el Áscaris lumbricoides, y de los protozoarios, la Giardia lamblia.
Todos los parásitos pueden poner en riesgo al paciente, llegando a ocasionar malnutrición, debido a la mala digestión o mala absorción de alimentos, acompañado de un cuadro anémico crónico. Pueden afectar el rendimiento escolar y la capacidad de concentración y aprendizaje. En los niños se observan falla de crecimiento, y en el caso de infección por Áscaris se detectan cuadros respiratorios que se confunden con asma bronquial; también el Áscaris puede producir cuadros obstructivos intestinales. Las amibas pueden incluso producir abscesos en lugares tan alejados del intestino como hígado, pulmón o cerebro.
Otro de los mitos a vencer es el de los remedios caseros. En realidad no existen tales brebajes que eliminen la presencia de parásitos en nuestro organismo. Entre la población existe una práctica negativa que es la ingesta de plantas a las que se les ha atribuido características antiparasitarias por su toxicidad. Sin embargo, ocasionan daños en el organismo. Por ejemplo, el uso del pasote se asocia con la aparición de insuficiencia hepática que puede llevar a la muerte del paciente. Se desconoce las dosis y la forma de preparación es empírica, representando un gran riesgo para la salud.
La forma más eficaz de prevenir la parasitosis es la higiene, el lavado de manos y alimentos, hervir el agua y la correcta disposición de excretas, pero en caso de estar afectado, se deben utilizar los medicamentos adecuados para erradicar el problema, tratamiento que por norma debe aplicarse a todos los miembros del entorno familiar aunque sólo uno manifieste los síntomas debido a la facilidad del contagio de todos los miembros de la familia.
En relación a los fármacos disponibles en el mercado, la elección se realiza dependiendo del tipo de parásito que afecta al paciente. Existen un grupo de amplio espectro (es decir se utilizan para el tratamiento de protozoarios y helmintos) y otro grupo que es más específico para uno u otro tipo de parásitos. Una persona puede tener protozoarios y helmintos al mismo tiempo en su cuerpo.
Los de uso más frecuente son las siguientes: para los helmintos (Áscaris, Oxiuros, Trichiuras) se usan el Albendazol o Mebendazol y la Nitazoxanida. Para los protozoarios como Giardia, Amebiasis, Blastocystis hominis se usan el Metronidazol, el Secnidazol y la Nitazoxanida, este último de agradable sabor que permite una mejor tolerabilidad por parte del infante.
En casos específicos como para el Cryptosporidium se utiliza la Nitazoxanida, además de otros tratamientos convencionales como Paramomicina, con uso limitado en niños.