Vivian había hecho la promesa unos meses atrás. Cuando el pequeño Nelson se agravó la joven madre se aferró a la oración y los ángeles fueron su compañía desde entonces, a diario Vivian hablaba por horas rogando por el bienestar de su primogénito, aunque para muchos ella estaba loca.
«Muchacha te vas a volver loca, ten paciencia y cree en Dios, pero no estés hablando sola por las calles, ya todo el mundo habla», le habría dicho Verónica a su hija mientras ambas cocinaban el lunes anterior a la muerte de Nelson. Vivian hacía silencio tratando de concentrarse en todas las oraciones posibles.
La mañana estaba fría y cuando ella puso sus pies en el piso sintió que todo se movía a su alrededor, después un escalofrío recorrió su cuerpo y enseguida se compuso pensando en la suerte de Nelson.
Vivian Andrade había prometido a los ángeles entregarles la vida de su hijo a cambio de que él dejara de sufrir con aquella terrible Leucemia que le consumía de a poco y que a sus escasos tres añitos lo mantenía en cama, perdiendo toda la fuerza y sin posibilidad alguna de tener una vida feliz.
La familia entera lloraba a rabiar mientras Vivian hacía silencio escuchando cada cosa que le decían los médicos y tratando de digerir las explicaciones sobre la muerte de Nelson. El padre del niño estuvo atento a todo y miraba a Vivian de reojo, descubriendo en ella una belleza que había olvidado desde que se separaron, pocos meses después de que el niño nació.
Nelson pasó de plano
El entierro fue sencillo, sólo asistieron algunos familiares y amigos y finalmente Vivian se quedó a solas frente a la tumba, ella necesitaba pedirle perdón a su pequeño por haber deseado que se acabara su sufrimiento, porque también había deseado su ida. «Pasaste de plano bebé y debes saber que te amo demasiado y que deseo que aquel plano sea mejor que éste y que me permitas la dicha de saberte bien, perdóname para poder perdonarme», dijo en voz baja Vivian y luego se marchó del cementerio.
La historia del robo
Ya han transcurrido cuatro años y todos miran a Vivian como una mujer fría a la que le tocó vivir el momento más amargo sin expresar el sufrimiento que otra madre, sin embargo, ella se mantenía en paz y constantemente hablaba con los ángeles y les mantenía al tanto de todos sus pensamientos mientras peinaba su cabello negrísimo y muy largo frente al espejo, o cuando trataba de mirar el azul de sus ojos muy de cerca.
La noche del 5 de octubre Vivian estaba resfriada y tenía que salir por unos medicamentos, ella no quería manejar en aquel estado, pero no le quedaba de otra porque su madre y sus hermanos no se encontraban en la casa.
A las afueras de la casa dos sujetos estaban esperando a que alguien saliera de la casa para poder entrar a robar. El dúo había escogido la quinta «Ligia Elena» -la casa materna de Vivian- tras obtener todos los datos de los residentes y de lo que había dentro, a través de una de las mujeres de la limpieza.
Midieron los pasos
Vivian salió del hogar llevando apenas ropa y calzado deportivo, las llaves del carro y algo de dinero en un pequeño monedero. Los sujetos midieron los pasos de ella y enseguida pudieron someterla, para llevarla de vuelta a la casa, donde iban a cargar con todo lo posible en cuestión de minutos, siguiendo el plan y los datos que les dio su cómplice, y hasta planeaban abusar de su rehén; sin embargo, cuando dejaron a Vivian muy asustada y amenazada de muerte en la salita pequeña, se escucharon algunos pasos, luego gritos y enseguida el par de hombres corría fuera de la imponente residencia.
Una patrulla policial recorría la urbanización y notó al par en actitud sospechosa, pudiendo detenerles. Vivian Andrade salió de la casa tratando de buscar ayuda, afortunadamente no le habían podido hacer nada, pero estaba muy asustada y fue entonces cuando se percató de la presencia de la patrulla. El resto fue un procedimiento rutinario que permitió meter tras las rejas a los tipos.
Muchos hombres
En medio de los interrogatorios ambos delincuentes contaron que en la quinta «Ligia Elena» habían muchos hombres y que cuando ingresaron uno de ellos, el cual dijo llamarse Nelson, se les fue encima y parecía armado, por lo que tuvieron que correr hacia afuera sin tiempo a nada más. En distintas declaraciones el dúo afirmaba que un frío interior los congeló de miedo y que ni siquiera pudieron usar sus armas.
Cuando Vivian se enteró de la historia no cabía en su asombro mientras recordaba que en la casa de su madre sólo estaba ella aquella noche de octubre; y aunque su familia dudaba del relato, Vivian no tuvo dudas nunca más del gran poder de Dios y los ángeles del cielo.
Nota: Cuidado en la Acera es un espacio en el que se mezclan realidad y fantasia, que para nada busca lesionar a persona o institución alguna, y cuyos relatos solo buscan crear una reflexión social en la ciudadanía. Hasta la próxima historia.
POR: JANETH SOLÓRZANO