En un discurso en la ciudad mediterránea de Adana, en la costa sur del país, el primer ministro quitó importancia a las manifestaciones y dijo a una multitud entusiasmada que les «enseñen una lección» en las urnas el año que viene, cuando se celebran elecciones locales y presidenciales
ESTAMBUL. El primer ministro de Turquía, Tayyip Erdogan, aunó fuerzas con sus simpatizantes el domingo en un discurso desafiante, mientras decenas de miles de manifestantes antigubernamentales se concentraban en la céntrica plaza Taksim de Estambul.
En un discurso en la ciudad mediterránea de Adana, en la costa sur del país, Erdogan quitó importancia a las manifestaciones y dijo a una multitud entusiasmada que les «enseñen una lección» en las urnas el año que viene, cuando se celebran elecciones locales y presidenciales.
«Los que están ahora en Taksim, los que queman y destruyen, aquellos en varios lugares en todo el país, les pregunto, ¿en nombre de qué libertad estáis haciendo esto?» dijo en un discurso con motivo de los Juegos del Mediterráneo, que se disputan en Mersin.
«Tendréis que enseñarles una lección en las urnas (…) Iréis de puerta a puerta, de casa a casa, y trabajaréis duro».
Erdogan, que sigue siendo el político más popular del país con diferencia, ha mantenido la tarea habitual de gobierno a pesar de las protestas más enérgicas desde hace décadas.
Poco antes, en una intervención ante centenares de simpatizantes que acudieron a recibirlo al aeropuerto de la ciudad de Adana, también se mostró desafiante. Su partido, el AKP, descartó convocar elecciones anticipadas y varios altos cargos han dicho que podrían convocar sus propias manifestaciones en Estambul y Ankara la próxima semana.
«Mis queridos hermanos, nos dirigimos hacia una Turquía mejor. Así que no permitáis a aquellos que intentan sembrar las semillas de la división que lo hagan», dijo desde lo alto de un autobús con su imagen y el lema del partido «Gran país, gran potencia».
Mientras, decenas de miles de personas volvieron a congregarse el domingo en Taksim, donde la policía antidisturbios, con el apoyo de helicópteros y de vehículos blindados, se enfrentó por primera vez con los manifestantes hace una semana, algunos de ellos coreando lemas pidiendo la dimisión del primer ministro.
Lo que comenzó como una campaña contra la remodelación del parque Gezi, en una esquina de la plaza Taksim, se ha vuelto una muestra sin precedentes de ira pública contra el supuesto autoritarismo de Erdogan y de su partido, el islámico AKP.
La policía ha utilizado cañones de agua y gases lacrimógenos contra los manifestantes cada noche de la semana pasada en Estambul y Ankara, en unos disturbios que han causado tres muertos y casi 5.000 heridos.
• «QUE EL GOBIERNO
TOME NOTA»
Los organizadores de las protestas iniciales en Taksim, que se denominan Solidaridad Taksim, repitieron su llamamiento para que se abandone el plan de cambiar la plaza, la prohibición del uso policial de los gases lacrimógenos, el cese de los responsables de la violencia policial y que se levante la prohibición sobre las manifestaciones.
«Las demandas son obvias. Pedimos al Gobierno que tome nota de la reacción (en la calle), actúe con responsabilidad y cumpla las demandas expresadas por millones de personas cada día», dijo el grupo en un comunicado.
Erdogan no ha dado señales de que vaya a desalojar Taksim, alrededor de la cual los manifestantes han erigido decenas de barricadas artesanales con ladrillos, señales callejeras, vehículos destrozados y planchas de metal, atascando parte del centro de Estambul.
Taksim está rodeada de hoteles de lujo que deberían estar en pleno bullicio veraniego en una de las ciudades más visitadas del mundo, pero un desalojo forzoso podría desatar una repetición de los disturbios de principios de semana, que fueron condenados internacionalmente.
En el parque Gezi, una arbolada esquina de la plaza, centenares de activistas llevan una semana durmiendo en una acampada improvisada.
Contundente y autoritario
Erdogan ha dejado claro que no tiene intención de dimitir, recordando el 50 por ciento de votos que consiguió el AKP en las últimas elecciones y no tiene ningún rival dentro o fuera del partido.
En su década en el poder ha aprobado muchas reformas democráticas, domesticado a un ejército que derrocó cuatro gobiernos en cuatro décadas, iniciado las negociaciones de acceso a la Unión Europea y un proceso de paz con los rebeldes kurdos con el que acabó con 30 años de guerra.
Pero en los últimos años, sus detractores dicen que su estilo, siempre contundente y emotivo, se ha vuelto autoritario.
Los medios de comunicación están sometidos a una presión creciente, se ha detenido a opositores por supuestos planes de golpe de Estado y decisiones como restringir la venta de alcohol han molestado a muchos turcos laicos de clase media, muy sensibles a cualquier intrusión de la religión en sus vidas diarias.
Agencias