Tras el escándalo desatado por la revelación de PRISM, el programa ultrasecreto del gobierno estadounidense para vigilar las comunicaciones de sus ciudadanos, el poder de los servicios de inteligencia para acceder a cantidades masivas de información online ha estado en el centro del debate
Ningún estadounidense ha permanecido ajeno a la posibilidad de que sus conversaciones telefónicas o comunicaciones por internet pudieran estar siendo vigiladas por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), luego de que un exfuncionario de la CIA filtrara el plan de la administración de Barack Obama. «La NSA apunta a las comunicaciones de todos. Recolecta, filtra, analiza, mide y guarda información por periodos de tiempo determinados, simplemente porque es la manera más fácil, eficiente y valiosa de lograr sus objetivos», le dijo a un diario local, quien filtró los documentos. Varios congresistas han pedido explicaciones y el propio presidente Obama debió salir a dar algunas.
Sin embargo, la vigilancia ejercida por el gobierno estadounidense no es algo que sorprenda a los expertos, que en parte ven en ella un reflejo de los problemas prácticos que enfrenta la inteligencia.
«No estoy sorprendido de que pase, pero sí de la escala. Aunque si lo pienso dos veces tampoco debiera sorprenderme, porque hoy todo es sobre los ‘grandes datos’ y toda organización en el mundo debe lidiar con estas enormes cantidades masivas de datos», le dice a medios el mayor general Jonathan Shaw, exjefe del Programa de Seguridad Cibernética de la inteligencia británica.
Datos de los datos
Vivimos en un mundo virtual y viral. En un día promedio normal del año pasado se enviaron 144.000 millones de correos electrónicos y se subieron 72 horas de video a YouTube por minuto. El auge de las redes sociales, que facilitaron a cualquier individuo con un computador o teléfono inteligente crear, subir y compartir contenidos, implica que el 90% de los datos presentes hoy en la red fueran creados en los últimos dos años.
La fórmula de las agencias de inteligencia entonces no ha sido procesar ni acumular, sino utilizar las bases de datos ya existentes por servidores de diversas empresas como Verizon, Google y Facebook para crear una base de «metadatos», es decir, de datos sobre los datos: quién contactó a quién, dónde, cómo y cuándo.
Y es que los organismos de inteligencia se encuentran con una piedra de tranca física, real y muchas veces legal para sus funciones: aunque quisieran, no podrían almacenar toda la cantidad de información disponible.
Y de encontrar la forma, procesarla podría tomar décadas.
Por años se les ha permitido –y exigido por ley- a las empresas y organizaciones mantener una base de datos de sus datos.
«Están buscando agujas en pajares. Y para poder encontrar la aguja, deben tener acceso al pajar completo», le explica a medios Alan Judd, exagente de inteligencia.
Y ya almacenar los metadatos es una tarea titánica y costosa. De hecho, la NSA debió construir un nuevo centro de datos en Utah, con un costo de US$2.000 millones.
Inteligencia no tan inteligente
Las antiguas oficinas con máquinas de escribir y gadgets estilo 007 son parte del pasado. Hoy es más probable que los datos de inteligencia los tenga una aerolínea antes que la CIA o el M16. «Las agencias de inteligencia ya no son más las dueñas de la información de inteligencia. Los nuevos dueños son los supermercados, los bancos, las aerolíneas, y eso es un problema porque el gobierno necesita acceso a esa información», dice el profesor Richard Aldridge, experto en Inteligencia a medios.
Detalles que parecen entregar poco y nada de información, como los «Me gusta» de Facebook resultan claves si se saben analizar.
Un estudio arrojó con un 80% de precisión datos sobre datos que hasta un par de años pertenecían al ámbito privado, como la orientación sexual, las preferencias políticas y religiosas y la etnia de una persona sólo a partir de sus «Me gusta» en Facebook.
Eso sin contar la información que voluntariamente aportamos a la red.
Cruzando datos como el contexto educacional y laboral publicado en Linkedin con el estado civil y los «checks» en lugares publicados por apps o por el mismo localizador de Facebook o Twitter podemos sacar en cinco minutos un completo informe de actividades de una persona medianamente conectada a internet.
Y eso, a gran escala, también se aplica a los propios servicios de Inteligencia.
«(El episodio de la NSA) muestra la manera en que privacidad está desapareciendo para todos, incluso para gobiernos y autoridades. Hoy es difícil hacer algo sin que nadie se entere», asegura Aldridge.
Agencias