Cuando la realidad nos desborda, el gobierno apela a los trapos rojos para ocultarla, como se hace con la basura bajo la alfombra si vienen invitados. Los índices de inseguridad y desabastecimiento rompen récords y asombran en una nación que ya parece haberlo visto todo. Y la ciencia ficción parece abrirse paso, suponemos que ya es lo único que queda por ver.
En algunos países, se pensó que la noticia sobre el chip para racionar la comida en el Zulia era “una calumnia de la burguesía”. Esto por supuesto lo comentaban los aliados del actual gobierno, aliados ganados a fuerza de propaganda y chequera. Pues no, era cierto.
Tan cierto como que Nicolás Maduro en persona mandó a frenar el disparate, en lo que algunos capciosos aseguran que se trató de una táctica de “policía bueno y policía malo”. No hay elementos de juicio como para afirmarlo o negarlo; pero conviene tenerlo en el inventario, ya que, repetimos, lo hemos visto todo pero parece faltarnos.
Tener monitoreados a los ciudadanos para contar cuántos frascos de aceite compra cada uno, es una fantasía digna de George Orwell y su clásica novela 1984, en la cual “el Gran Hermano te vigila”.
Es también un sueño acariciado en la imaginación de los gobiernos totalitarios, que quieren saber al detalle el movimiento de cada persona para apretar el control. Pero vigilar a la gente porque el aparato estatal no puede producir, destruyó la iniciativa privada y no tiene dinero para importar, es digno de apocalípticas cintas fílmicas de Hollywood.
Se pregunta uno por qué se gasta el dinero y el esfuerzo en controlar y vigilar a los ciudadanos, en lugar de intentar ser productivos. Por qué el enfrentamiento en lugar de la cooperación, por qué alguien tiene que perder en lugar de aplicar el ventajoso ganar-ganar.
Pero es que la confrontación también es de libreto. Del libreto que tan caro ha pagado con nuestros petrodólares este gobierno, comprando chatarra ideológica antigua a precio de oro, mamotretos como la teoría infeliz del desaparecido Norberto Ceresole, quien proponía dinamitar la institucionalidad. Y le siguieron la receta al pie de la letra.
Y cuando la gente se rebela, se pregunta por qué los resultados de catorce años de despropósitos son cada vez peores, la respuesta es acusar a las fuerzas alternativas democráticas de aparcar aviones de guerra en Colombia.
El tamaño de la engañifa solamente sirve para medir las dimensiones de descontento de los venezolanos, lo cual lleva a los guionistas del gobierno a inventar algo supremamente ruidoso como única forma de pelear titulares a las penurias verdaderas.
Estamos atrapados en una ciencia ficción roja. Pero toda ficción tiene su final. Y el incremento de la tensión solamente puede presagiar el desenlace, porque ningún relato imaginario puede ser infinito.
Coordinador nacional de Independientes por el Progreso
Noel Alvarez
Twitter: @alvareznv