WASHINGTON. La decisión de proporcionar ayuda militar a los rebeldes sirios coloca a Estados Unidos en una arriesgada posición, que puede conducir a una escalada no deseada y dañar el delicado equilibrio diplomático con Rusia, según los expertos.
Más de dos años de cautela en la estrategia estadounidense ante el conflicto sirio han desembocado finalmente en lo que los rebeldes reclaman desde hace meses: el apoyo militar que les permita contrarrestar la inagotable fuerza del régimen de Bachar Al Asad.
El anuncio ha merecido los vítores del Congreso, pero también el escepticismo de muchos expertos, que creen que la ayuda no cambiará el equilibrio de poder sobre el terreno y acabará llevando a EE.UU. a un nuevo punto muerto, en el que deberá plantearse más pasos militares si quiere que los rebeldes consoliden su ventaja.
«Esto no es un cambio vigoroso, es un paso gradual que puede llegar demasiado tarde para cambiar la situación», dijo a Efe Gordon Adams, experto en diplomacia estadounidense en la American University (AU).
Para Aaron Miller, experto en Oriente Medio en el Wilson Center, el problema está en que «probablemente los pasos graduales que se están considerando no funcionarán sin una intervención militar mucho más sostenida y agresiva».
Con él coincide Marc Lynch, profesor de relaciones internacionales en la Universidad George Washington, quien opina que «armar a los rebeldes permitirá inclinar ligeramente el tablero, pero probablemente no acabará con el actual punto muerto ni dará a Washington la suficiente influencia dentro de la oposición siria».
«El primer paso dentro de un terreno pantanoso siempre es fácil, pero es mucho más difícil resolver de verdad un conflicto o encontrar la salida de un lodazal», escribió este jueves Lynch en la revista Foreign Policy (FP).
Las opciones militares que baraja EE.UU., aunque limitadas, lo implicarán irreversiblemente en una batalla que hasta ahora ha querido evitar. Sin embargo, la posibilidad de enviar tropas sigue completamente descartada, y las opciones de conceder capacidad antiaérea o lanzar ataques selectivos parecen improbables.
«Esto sigue demostrando la profunda reticencia de esta administración a una intervención», indicó hoy en FP el profesor de relaciones exteriores Daniel Drezner, de la Universidad Tufts.
«Esto no es nada más que Estados Unidos implicándose en una guerra asimétrica. Por el muy bajo precio de ayudar y armar a los rebeldes, Estados Unidos inquieta a todos sus adversarios en Oriente Medio», apuntó Drezner.
Hacer un jaque a Irán y la milicia libanesa chií Hizbulá, importantes apoyos de Al Asad, es una idea que seduce a muchos de los más arduos defensores de una intervención estadounidense en Siria, lo que puede convertir la ayuda militar a los rebeldes en «un frente más en la guerra fría contra Irán», según Lynch.
Por eso es vital que EE.UU. «defina claramente» si esta primera incursión letal en el conflicto tiene simplemente un fin humanitario o busca «desangrar a Irán y sus aliados», sostuvo el mismo analista.
El cambio de estrategia también puede perjudicar el intento de EE.UU. y Rusia de reunir al régimen y la oposición en una conferencia en Ginebra, lo que tendrá menos opciones de concretarse ahora que el Gobierno estadounidense ha lanzado un pulso sobre el terreno al apoyo militar que los rusos proporcionan a Al Asad.
«Esto es un clásico forcejeo de poderes, y se está apoyando en las espaldas del pueblo sirio», consideró Adams. Agencias