Leía con especial detenimiento en días próximos pasados al agudo periodista Mario Villegas, donde destacaba el espíritu inmoral y desatinado del gobierno de manejar los temas de altura como los cotidianos.
Reflexionó con firmeza y concluyó analizando en frío que definitivamente la paz en Venezuela reposa en el reconocimiento obviamente del adversario e incluso del ciudadano; no hace falta que piense distinto.
La constitución de la República Bolivariana de Venezuela nos da la permisología de pensar (libre desenvolvimiento de la personalidad) distinto cuestionar al gobierno y actuar en el escenario político con el propósito de la toma del poder de forma pacífica; ello no constituye ningún delito, sino mas bien el ejercicio y fortaleza de nuestra democracia. Así que resulta intolerable la permanente descalificación del cual somos objeto quienes vemos distinto o tenemos diversas formas de ver un país en el que la mitad cree en un socialismo del siglo XXI, donde la pobreza crece, la inflación llega a índices históricos, la última devaluación fue de un 46,5%, el desabastecimiento, la pretensión de algunos sectores del gobierno en controlar el abastecimiento de productos de la cesta básica alimentaria a través de chip, y la afectación de las relaciones internacionales con nuestros vecinos, concretamente con Colombia.
De igual forma, en UNASUR se está aclarando el hecho de que los compromisos contraídos por el gobierno fueron de utilería, una imagen no solo de poca claridad, sino también de no honrar los compromisos.
Merece un capítulo aparte el tema de la criminalidad donde cerca de 170.000 mil familias, hombres y mujeres han sido víctimas del hampa, un grave problema sin contar con los delincuentes de cuello blanco con innumerables delitos de corrupción, delitos que quedan impunes por el secuestro y “conchupancia” de los poderes públicos; el idilio del presidente Maduro con los reos, presidiarios, dándole el número telefónico y dirección de correo, lo que resulta una armonía inusual contra los responsables de la criminalidad. Escándalos como el del moderador Mario Silva, donde señalaba hechos muy graves contra instituciones, hombres y cabezas de los poderes públicos en Venezuela.
Por otra parte, nos encontramos con el régimen por el que lucha la otra mitad de los venezolanos, vale decir el 50% que aspira una auténtica democracia, la paz, la reconciliación, el progreso, las libertades y la progresividad de los derechos fundamentales, es decir, los derechos humanos. No obstante, a los adversarios políticos se les trata como enemigos, apátridas y otros descalificativos, cuando los verdaderos delincuentes responsables de las muertes de varios ciudadanos son tratados con manos de seda, quienes están mejor armados que los organismos policiales, y que lejos de bajar el alto índice delictivo, cada vez más sube en nuestro país, rompiendo los estándares internacionales en víctimas producto de la violencia, según los números llevados por la ONU a través de la UNESCO.
Claridad para la calle y oscuridad para la casa, pareciera que para el gobierno resulta peor disentir políticamente que cometer delitos como robar y asesinar. Que ironía de un gobierno dizque revolucionario.
Vicepresidente de la Comisión de los DDHH de la FIA
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Ramón Flores Carrillo