Adrián Monasterios se remonta al siglo XVII y cuenta el surgimiento de una de las expresiones más comunes en esta celebración popular mirandina
Este lunes 24 de junio se estará celebrando el día a San Juan Bautista y desde ya un sin número de festejos y reflexiones con respecto a la fecha empiezan a surgir entre devotos, historiadores y seguidores del tradicional culto en donde el color, el sabor mirandino y los tambores se hacen sentir.
A propósito de ello y en forma de escrito, nos encontramos con el estudio realizado por Adrían Monasterios, cronista oficial del municipio Brión de la entidad mirandina, quien a través de un análisis profundo de hechos suscitados durante la llegada de los afrodescendientes a tierras de América en el siglo XVII, explica acerca de expresiones que unifican las tradiciones africanas que se han hecho propias con el paso del tiempo.
«Malembe»
¿Qué viene a la mente cuando se escucha la palabra «malembe»? Pues muchos coincidirán en que suena y se relaciona con las muchos vocablos propios de esta manifestación popular que eleva a mil el calor de cada rincón mirandino cada 24 de junio en forma de canto. Sin embargo, Monasterio con su estudio del origen de la expresión lleva al más allá, a la raíz de lo que es el malembe.
En base al análisis encontramos que malembe significa “tristeza, suavemente, pesar inevitable. En este caso, tal expresión es empleada como invocación a los dioses originarios: “¡Dios Todo Poderoso, apiádate de tus siervos!”, dice Monasterios por medio del análisis.
El lamento es justificado al igual que el pesar que denota la exclamación de los negros. Sólo basta imaginar el escenario de tortura, de esclavitud y de impotencia que vivieron para conocer por qué sellaron con una sola palabra todo el lamento que brotaba por sus poros.
«Eran mil infelices en un navío guerrero. Quitándose la mugre putrefacta de aquellas bodegas sin aire, donde venían obligados a hacer sus necesidades fisiológicas en el sitio escaso que ocupaban. Luego se realizó la venta de los negros. Un potentado señor de apellido Blanco, caló enseguida la estampa, la reciedumbre membruda y dedos negros cuyo parecimiento fisonómico hacía suponer parentesco entre ellos. Uno era alto, deporte majestuoso y recogido en un silencio que contrastaba con la parlotería en un dialecto de sus compañeros de infortunio. El otro, más grueso y de menor edad en apariencia, hablaba bajo y miraba con ojos enrojecidos, llenos de amarga tristeza. El señor Blanco, realizaba su compra, los reunió a otros esclavos de menor precio y los entregó a su escolta, tomando el camino de la Villa de San José de Curiepe.
Resultaron hermanos
Durante su viaje por el ayer, Monasterio sigue contando sobre éstos dos hombres afrodescendientes marcados por el maltrato y la rabia de sentirse atrapados en una esclavitud que iba en contra de los deseos de libertad y plenitud propios de cualquier ser humano. Después de haber sido comprados por el señor Blanco, la historia tomó un giro vertiginoso.
«Eran hermanos y príncipes africanos de un clan traicionado por tribu enemiga. Bautizados en la religión católica, bien pronto revelaron no solamente su innata nobleza de sentimientos, sino también una gran pericia y conocimiento en el cultivo del cacao. No obstante, el menor de los hermanos, no perdía aquella tristeza, ese estar como ausente de cuanto le rodeaba. Una mañana amaneció muerto, seccionadas las carótidas con el filo del machete que aún empuñaba en medio de una gran mancha de sangre. Recibió cristiana sepultura en el cementerio común de la población. Al pie de su tumba, quedó su hermano en vela toda la noche. Desde entonces, una inmensa melancolía rodeó su vida», agrega el historiador.
Los datos obtenidos por el cronista de Brión siguen dando cuenta de cómo transcurrieron los días de aquel esclavo con tristeza profunda tras la pérdida de su hermano. Recibía la visita de una niña que era miembro de los Muñoz, una familia vecina a la casa del señor Blanco. Conversaba con él, mientras éste le hablaba sobre cuentos de animales. Entre ambos de formó un vínculo que podría relacionarse con los afectos familiares.
-En ocasiones – según mis informadores -, le halaba (la niña) inclinado de codos a una trípode, perdida la mirada hacia un punto lejano de paisaje. Aquel espectáculo terminó de ablandar el corazón del señor Blanco, quien le dio espontáneamente carta de libertad, regalándole una pequeña arboleda con tierras adyacentes y un solar vecino a su casa para que construyese su vivienda. El negro se hizo poderoso, cobrando fama y respeto. Finalmente pudo lograr que sus coterráneos a quienes no se les permitía el paso a la Iglesia para celebrar el día de San Juan Bautista, obtuviera las licencias y bendiciones para hacerlo libremente. Entonces se cantó: «Malembe, tonada que es una invocación del día último a los dioses de África. Quiere decir su fonética: “Dios Poderoso”.
San Juan Guairicongo
Hablando acerca del San Juan Guaricongo, Adrián Monasterios indica que la definición de San Juan Guaricongo, como es llamado en las poblaciones barloventeñas, y que parece descomponerse en fonema del Dahomey: Guari, gallina de guinea o piroca, entroncado a Congo, gentilicio propiamente bantú.
Yohadi Arteaga
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