Verlos abandonar el hotel rumbo al entrenamiento en chinelas fue una imagen algo llamativa. Pero tratándose de que la práctica se iba a desarrollar en la playa, el calzado era el ideal. Así, entre los bocinazos de los autos y el aliento de algunos curiosos, el plantel de Tahití recorrió unos 50 metros hasta llegar a la playa de Boa Viagem, donde en el final de la tarde de este viernes realizaron una particular práctica a la espera del duelo del sábado con Uruguay.
Entre las distintas imágenes curiosas que entregó la particular rutina de trabajo, tal vez la más llamativa fue del ómnibus de Uruguay pasando a toda velocidad por la avenida costera rumbo a su lugar de entrenamiento. Justo en ese entonces, el cuerpo técnico tahitiano elegía el mejor lugar de la playa en el que desarrollar su rutina.
Con el terreno seleccionado, el entrenador Eddy Etaeta lideró el pelotón y, tras algunas charlas informales ordenó un leve trote por la playa. De ese modo, por espacio de 20 minutos, aproximadamente, el campeón oceánico fue trazando un surco en la arena, siempre custodiados por efectivos policiales. Al parecer, el ritmo de los jugadores era intenso, ya que a los pocos metros, el efectivo de seguridad decidió hacer un control más a distancia.
Entre los bocinazos de los autos y el aliento de algunos curiosos, el plantel de Tahití recorrió unos 50 metros hasta llegar a la playa de Boa Viagem, donde en el final de la tarde de este viernes realizaron una particular práctica a la espera del duelo del sábado con Uruguay.
Casi pegado al sitio donde se encontraban los ayudantes de Etaeta, dos parejas matizaban la tarde con un deporte ya tradicional en las playas brasileñas: el “futvoley”, que consiste en pasar el balón (de fútbol) de un lado y otro de la red pero tocando el balón con cualquier parte del cuerpo, menos las manos.
Ante eso, solo era cuestión de tiempo para que los futbolistas de Tahití coparan la cancha de los desconocidos jugadores brasileños. Y así fue: con dos equipos de seis integrantes por lado, comenzaron a demostrar sus habilidades. Las risas eran el fiel reflejo del buen clima, que era retratado por la prensa y decenas de curiosos.
Tan a gusto se sentían los muchachos, que el asesor de prensa anunció que iban a dar una mínima e improvisada conferencia allí mismo, en la playa. “Serán dos jugadores. Una será en inglés y la otra, en francés”, anunció. Pero de repente, lo inesperado: una lluvia de esas que acostumbran a caer en esta época le puso punto final al trabajo. El día de playa (léase entrenamiento) había terminado.