Una oscura tarde de julio de 1676, una carreta llega a la plaza de Grève de París entre las exclamaciones de la multitud. Trae a una mujer de 46 años que es conducida hacia el verdugo Guillaume, quien le venda los ojos y de un certero golpe cortó su cabeza.
El cuerpo fue llevado a la hoguera, las llamas lo consumieron y después se dispersaron las cenizas. Esas cenizas eran las de Marie Madeleine d’Aubray, Madame Brinvilliers, declarada culpable de haber envenenado y asesinado a su padre a lo largo de ocho angustiosos meses, durante los cuales había simulado cuidarlo abnegadamente. Pero ese fue, simplemente, uno de sus crímenes.
Conociendo el veneno
Marie Madeleine d’Aubray, marquesa de Brinvillier, nació el 22 de julio de 1630. Era la mayor de cinco hijos y aunque recibió una buena educación literaria, nunca fue guiada religiosa y moralmente. Perdió la virginidad a los siete años, cohabitando con sus propios hermanos y se dice que tenía una naturaleza ardiente y apasionada.
A los 21 años se casó con Antoine Cobelin de Brinvilliers, aportando al matrimonio una dote de 200 mil libras, reuniendo entre ambos una gran fortuna. El marqués de Brinvilliers tenía amistad con el capitán Godin de Sainte Croîx, quien fue amante de Marie Madeleine, lo que al parecer consentía el marido que, a su vez, tenía otras mujeres.
Sin embargo, el padre de Marie Madeleine lo supo, se enfureció y consiguió que Sainte Croix fuese detenido y encerrado en La Bastilla en 1663. Fue al parecer en La Bastilla donde Sainte Croix aprendió todo lo relativo a la preparación de venenos con un gentil hombre italiano.
La Brinvilliers volvió con su amante apenas salido de la cárcel, aprendió de él las artimañas del veneno y se despertó en ella un profundo odio contra su padre, responsable de la prisión de Sainte Croix. Tal fue su odio que decidió vengarse de él, acabando con su vida y apropiándose de su fortuna.
Asesinatos en serie
Comenzó a visitar a los pobres y desvalidos de los hospitales a los que llevaba dulces, vino, galletas y otros regalos y pronto aquellos que atendía con tanto cariño, morían. Hizo una diversión y un “ensayo” con el envenenamiento de los enfermos de los hospitales, observando el efecto de las sustancias que les administraba.
Según las investigaciones de la policía de la época, envenenó también a varios criados “para ensayar”. Una vez que probó la impotencia de los médicos para descubrir las trazas del veneno en el cadáver y cuando estuvo segura del efecto, decidió el envenenamiento de su padre.
El 13 de junio de 1666, Antoine Dreux d’Aubray, que hacía varios meses sufría extrañas molestias, decidió marchar a sus tierras de Offrémont, rogando a su hija que le acompañase. Desde la llegada de Madame Brinvilliers junto a su padre, el mal de éste empeoró, presentándose constantes vómitos, teniendo que ser trasladado a París para ser atendido por otros médicos. Su hija le acompañó.
Marie Madeleine confesaría más tarde que había administrado veneno a su padre unas 28 veces. El envenenamiento duró ocho meses, al cabo de los cuales Antoine Dreux d’Aubray murió en París el 10 de septiembre de 1666 a los 66 años. La autopsia mostró que la muerte fue por causas naturales, sin embargo, corrió el rumor de que había sido envenenado.
Vida licenciosa
Una vez que se libró de su padre, que era el crítico de su conducta licenciosa, Marie Madeleine ya no tuvo freno a sus pasiones y tuvo varios amantes a la vez, entre ellos un primo suyo de quien tuvo un hijo, además de los que tenía de su marido y dos que tuvo de su amante Sainte Croix.
De la herencia paterna, le correspondió una parte que pronto dilapidó. A sus hermanos les había quedado la mayor parte, por lo que intentó envenenarlos, por medio de un pastel del que comieron algunos de la familia sintiéndose enfermos. Uno de ellos, murió después de tres meses, vomitando continuamente y el otro falleció poco después.
Madame Brinvilliers también intentó envenenar a su propia hija porque le parecía tonta, aunque luego se arrepintió y le dio leche como contraveneno. Su senda criminal siguió al intentar envenenar a sus hermanas, criados y a su propio marido, sin embargo, un acontecimiento imprevisto sirvió para descubrir los crímenes: la muerte de Sainte Croix en su misterioso laboratorio, al parecer, por un erróneo manejo de algunas sustancias que se dispersaron en el ambiente.
Cuando Madame Brinvilliers se enteró, su primer pensamiento fue buscar las cartas que había intercambiado con su amante y en la que se detallaban todos sus crímenes, pero no lo consiguió y pronto la policía las encontró.
La mujer huyó a Londres, donde vivía miserablemente y tras ser perseguida escapó a los Países Bajos. El 25 de marzo de 1676 Madame Brinvilliers fue, por fin, detenida en Lieja en el convento en que se había refugiado. Se la acusó de asesinatos, de sodomía y de incesto, siendo condenada a que se le cortara la cabeza y su cuerpo fuese quemado en la hoguera.
Torturada
antes de morir
Madame Brinvilliers fue condenada a ser ejecutada en la guillotina y a que su cuerpo se quemase en la hoguera, pero además debía ser torturada, por lo que se le sometió a la tortura del agua, la más cruel que se aplicaba en París para aquella época: se hacía beber enormes cantidades de agua al condenado, lo que producía una gran dilatación del estómago e intestinos y con ello horribles dolores
Edda Pujadas
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